Suplementos | El voto anti-PRI resultó en una identificación metropolitana con Movimiento Ciudadano ¿Qué explica la victoria de MC en la ciudad? El distanciamiento de las ideologías y la cohesión del voto anti-PRI resultaron en una identificación metropolitana con Movimiento Ciudadano Por: EL INFORMADOR 14 de junio de 2015 - 05:08 hs El discurso opuesto a las 'formas tradicionales' de entender la política también fue un factor que contribuyó a la victoria de MC. AP / GUADALAJARA, JALISCO (14/JUN/2015).- La elección de 2015 será icónica por los consensos que derrumbó: baja participación favorece al PRI; la estructura gana elecciones; las redes sociales son monopolio de unos pocos. Estas y otras “perlas” llenaron los análisis electorales en medios de comunicación y se convirtieron casi en verdades incontestables. No deja de ser paradójico que en contraposición a todo lo anterior, Movimiento Ciudadano (MC) arrasara en la Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) con un nivel de participación ciudadana inferior a lo registrado en 2009. Los datos marcan una caída en la asistencia de los ciudadanos a las urnas: Guadalajara de 55 a 51%; Zapopan de 49 a 45%, y Tonalá, Tlaquepaque y Tlajomulco se colocaron con participaciones de entre 38 y 42 por ciento. No hubo un vuelco a las urnas por parte de los tapatíos, lo que sí hubo fue una gran concurrencia del segmento antipriista del electorado, una marcada tendencia del uso del voto para “castigar” al partido en el Gobierno y una alta representación de los votantes que pedían “cambio”. La abultada victoria de MC, y del alfarismo como movimiento político, se debe a factores que cimentaron el discurso de Enrique Alfaro desde un principio y que en 2015 encontraron su coyuntura clave: la transversalidad del proyecto político, buscando la centralidad del plano cartesiano ideológico; la capitalización casi monopólica del voto de castigo al PRI y del antipriismo histórico; el discurso anti-partidista en un momento de crisis de las viejas formas de entender la acción política; las nuevas dinámicas de formación de identidades políticas en las redes sociales. El proyecto no-ideológico La política nació ideológica. Izquierda y derecha son, desde sus orígenes en Francia, visiones distintas sobre el poder, la participación y principios políticos como libertad e igualdad. La política, como el arte de encontrar los consensos entre polos aparentemente irreconciliables, es ideológica por naturaleza. Sin embargo, lo que nos demuestra la historia política y electoral, sobre todo en sistemas presidenciales, es que la búsqueda de la centralidad es fundamental para alcanzar mayorías suficientes para gobernar. Los proyectos centristas, los que rehúyen de las controversias y abrazan soluciones matizadas, suelen tener más posibilidad de construir mayorías sociales. El alfarismo nació como un proyecto no-ideológico en esencia. Finca su discurso en la eficacia como promesa gubernamental y en la honestidad como instrumento ético. Es decir, en pocas palabras: resultados y combate a la corrupción. El primero, un símbolo histórico del discurso priista, el segundo una narrativa que fortaleció al PAN como oposición durante décadas. En las campañas, tanto en 2012 como en 2015, no hubo de parte de MC una aproximación ideológica a los problemas estatales y municipales. Incluso, hubo una apuesta por retirar del discurso todos esos elementos ideológicos que encienden pasiones. La forma de aproximarse a los problemas de los ciudadanos es evidentemente pragmática, aunque sabemos que es imposible retirar del todo la ideología de la política. En ese sentido, el alfarismo es un proyecto pragmático en esencia. Y es que para convertirse en un proyecto “cacha todo”, el alfarismo necesitó rehuir a esas categorías. Algo similar hizo el PRI en décadas anteriores y hasta el PAN. Si Enrique Alfaro, Pablo Lemus o Alberto Uribe querían cachar votos en la derecha y en la izquierda, capitalizar el anti-priismo en ambos polos del espectro ideológico, la fórmula debía ser ocupar el centro del tablero y colocar más “soluciones” que “debates”. Así, más que por lo que defienden, el alfarismo se vertebra en torno a lo que se oponen. Esta centralidad le permitió colocarse en buena posición tanto en los clivajes PRI-anti-PRI, como partidos tradicionales-nuevos movimientos. El anti-partidismo La crisis de los partidos tradicionales es innegable. En México este proceso de desgaste de los actores centrales del sistema de partidos ha tardado más que en otras latitudes. En América Latina, el sistema de partidos se ha reconfigurado agresivamente en las últimas cuatro décadas. Hay países como Ecuador, Venezuela, Bolivia e incluso Argentina en donde poco queda del viejo sistema de partidos que reinó durante la Guerra Fría. En Europa, la crisis económica de 2008-2009 también provocó el ascenso de nuevos partidos con nuevas formas de entender la política. Se asumen más como “partidos-frente”, “partidos-movimiento” o “partidos-vehículo” como Podemos, Ciudadanos en España; Syriza en Grecia o “Die Linke” en Alemania. O en la derecha, Amanecer Dorado en Grecia o el Frente Nacional en Francia. El tablero político está cambiando y los antiguos partidos de masas o de cuadros ceden espacio a otras formas de agrupación política. En México los datos ilustran el desgaste del tripartidismo. En 2009 —por ser la última elección intermedia comparable—, las tres grandes fuerzas políticas de este país concentraron 81% de los votos totales. En 2015, de acuerdo a lo que reporta el PREP del INE como voto nacional, el tripartidismo alcanzó sólo 60% de los votos (29 PRI, 21, PAN, 10 PRD). Esto quiere decir que los tres “partidos grandes” perdieron una cuarta parte de adeptos en un periodo de seis años. En el caso de Jalisco, el bipartidismo PAN-PRI muestra signos de debilitamiento. En 2009, estos dos partidos políticos concentraron en la Zona Metropolitana de Guadalajara 83% de los votos totales. En 2015, tras estas elecciones intermedias, el bipartidismo cosecha 43% de las preferencias electorales. Un desplome innegable. No sabemos si estas tendencias significarán un cambio de fondo en el sistema de partidos -es muy pronto para afirmarlo. Sin embargo, lo que es innegable es que otro clivaje desde el que se estructurarán las identidades políticas es el partidismo tradicional vs. el partidismo alternativo. Desde el sistema de partidos, surgen opciones políticas como MC, Morena o el Partido Verde que se distancian de la estructura clásica de los partidos políticos. No aspiran a ser un partido tradicional, no buscan las masas de militantes y tampoco le prestan valor a los procesos internos de selección de candidatos. Son plataformas o vehículos electorales, pero no reproducen la vida política de los viejos partidos. Al mismo tiempo, surgen los candidatos independientes como otra alternativa al desgaste del sistema tradicional de partidos. El voto duro y los independientes Se enfrentaron dos “narrativas” en esta elección: la estructura y el voto duro, contra las redes sociales y la apuesta por el voto fluctuante. Por supuesto que la primera no excluye a la segunda, sin embargo: ¿Está cambiando el electorado? ¿Los partidos políticos y los analistas no lo hemos sabido leer? La encuestadora Parametría publicó hace unos meses un estudio donde demuestra que el voto duro de las tres principales fuerzas políticas a nivel nacional se había desplomado desde 2006. Las lealtades políticas ya no se construyen sobre la base de una identidad dada, sino que se modifican, cambian y se configuran en torno a determinadas coyunturas y a los caudales de información de una sociedad en red. De acuerdo a la misma casa encuestadora, más de 60% de los mexicanos se califican como “independientes”; es decir, no responden a ninguna sigla partidista. Aún más, claramente optan por candidatos antes que por partidos y se fijan más en proyectos que en ideologías. Esto quiere decir que de poco en poco, los partidos se tendrán que asumir como constructores permanentes de mayorías y no poseedores de una lealtad inamovible de parte del electorado. Hace mucho que las lealtades partidistas, a cualquier insignia política, dejaron de ser absolutas. Esto quiere decir que el votante duro bien se puede quedar en su casa y no respaldar a un candidato por el simple hecho de provenir del partido por el que siempre ha votado; que las redes sociales juegan un papel político de primera línea y que se convierten en una arena más del debate político. Un elector más complejo y sofisticado que ya no cabe en los moldes de las viejas categorías. MC supo explotar y comprender a este nuevo elector. Un elector urbano, poco ideologizado y que siente poco aprecio por las “viejas formas” de entender la política. La apuesta de MC por redes sociales fue descomunal, su propaganda aparecía en todos los videos de YouTube, en Twitter y Facebook. Veremos luego las encuestas de análisis del voto y de las motivaciones del sufragio, sin embargo no es descabellado afirmar que los “naranjas” lograron sacar a votar a un grupo más joven, usualmente abstencionista y tradicionalmente desencantado de la política. Los jóvenes son el grueso del padrón y, por fenómenos como el de Kumamoto en el Distrito 10, tal parece que en esta elección sí jugaron un papel de relevancia en los resultados. MC se convirtió en el proyecto político hegemónico en la ciudad. La expectativa sobre el “cambio” en la ZMG es muy grande y, como demuestran los datos, la paciencia del elector es muy corta. Los tapatíos juzgarán a MC sobre la base de los mismos criterios que plantearon en campaña: gobiernos eficaces y gobiernos honestos. Los resultados no se pueden postergar indefinidamente y el estado de los ayuntamientos tampoco podrá ser una excusa para no conseguir los objetivos planteados en la campaña. Lo que también espera el electorado es una postura decidida de combate a la corrupción. Y es ahí en donde MC debe moverse con cautela: tolerar la corrupción sería criptonita pura para la candidatura de Enrique Alfaro en 2018. Y es que lo variopinto de las 24 alcaldías que ganaron los “naranjas” y la composición de la bancada en el Congreso, podría pasarle factura si no hay un compromiso real de los distintos actores por abatir los escandalosos niveles de corrupción en algunos ayuntamientos y en el Congreso. Combate a la corrupción y resultados rápidos, sin eso MC tendrá el primer golpe en su legitimidad. 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