Pura música pura

GUADALAJARA, JALISCO (04/OCT/2015).- La primera vez que tuve conocimiento del “Sistema de Orquestas Juveniles” fue precisamente en Venezuela, pero en circunstancias un poco extrañas. En una tarde de descanso durante una excursión por la intrincada selva venezolana, estando en las cercanías de la laguna de Canaima a orillas del río Carrao, en la zona de los milenarios Tepuys (antiquísimas mesetas planas rodeadas por enormes acantilados verticales, algunos de más de mil metros de altura desde donde, de uno de ellos se desprende la Catarata del Ángel de 979 metros) tuve la suerte de emprender una caminata en solitario por una pequeña vereda que se internaba entre la intrincada maleza tropical.

Ya me empezaba a sentir Indiana Jones, cuando, entre los estridentes gritos de una guacamaya, pude escuchar algunas de las notas de Las Estaciones de Vivaldi, que eran rascadas con vehemencia en las cuerdas chelos y violines. Unos pasos adelante, para mi sorpresa, debajo de una palapa apareció entre las ramas una pequeña orquesta de niños y jovencitos, que era dirigida por un entusiasta profesor muy joven de ahí de la localidad (no muy lejos se encontraba la pequeña aldea de Canaima).

La sorpresa no podía haber sido más grata para ambos. Ellos ahora tenían como público a un extraño explorador; y yo tenía a toda una orquesta solo para mí.

Al final de la audición, entre sonidos improvisados, risas y alharacas, emprendimos la caminata hasta sus pequeñas casas mientras me platicaban del servicio social que estas pequeñas orquestas ofrecían a la comunidad, rescatando a los jóvenes de una posible juventud vacía y desorientada. Las felicitaciones y buenos deseos de mi parte, aunque nunca faltaron, creí que no habían sido suficientes para el azoro y admiración que me provocaron.

Gran sorpresa, y no menos impresionante, fue cuando, al llegar a Guadalajara tuve la suerte de encontrarme allá por los rumbos de Huentitán el Bajo —al borde de la barranca del Río Santiago y no muy lejos del Zoológico— a otro conjunto sinfónico llamado “Orquesta Infantil y Juvenil Lomas del Paraíso” dirigido por José Antonio Herrera Ramírez; joven talentoso y abnegado músico, que está haciendo uso de la orquesta como un instrumento de organización social y desarrollo humanístico, cuya misión es, por medio de la música lograr el desarrollo personal, intelectual, espiritual y  social en los niños y los jóvenes que por desgracia se encuentran en niveles de marginalidad, desigualdad o de pobreza.

Impulsado en sus inicios por algunas gentes visionarias, conocedoras y amantes de la música, como Guillermo Salvador, Ale Cravioto, Sergio Ramírez y algunos más que se me escapan de la mente, se formó la pequeña orquesta dirigida por José Antonio y un grupo de valiosos maestros; misma que ya pasó a formar parte del Sistema Nacional de Fomento Musical (Conaculta).

Bien se dice que cuando uno se inspira en algo bueno, la música nace con fluidez y las melodías brotan con gran satisfacción.

El mismo Nietzsche aseguraba que si no fuera por la música, habría más razones para volverse loco. (?)

 En un primitivo lugar (¡al que le urge nuestra ayuda!) el sábado pasado tuvimos la dicha de escuchar a la orquesta sinfónica en pleno, en conjunto con la orquesta infantil “Sonemos” —que hizo el viaje desde Cuernavaca para la ocasión— la inspiradora composición del Maestro Arturo Márquez “Alas (para Malala)” en presencia de su esposa Laura; apasionadamente dirigida por el mismo Pepe Toño Herrera. Formidables; tanto la composición como la interpretación de los noveles jovencitos.

Si la pequeña orquesta de la selva venezolana nos había hecho impresión; el hecho de que la orquesta “Paraíso”, aquí en Guadalajara esté acometiendo esta bellísima causa social en beneficio de nuestra niñez y juventud usando la música como herramienta, fue sensacional, impresionante, y más que satisfactoria.

Por favor vayan a escucharla los sábados en la mañana como de las 10 a la una de la tarde. No está difícil de dar con el lugar.
 
Por el final de la Calzada Independencia que pasa por Zoológico, ya cruzando el Periférico habrá que seguir unos cuantos metros más hasta llegar hasta el final de ella, en donde se encontrarán con un ineludible retorno en donde tendrán que regresar un par de cuadras; vuelta a la derecha; y en la primera cuadra (Volcán Babuyán) a la izquierda unas cuantas cuadras hasta llegar al parque que cierra la calle. Unos veinte pasos más y estarán en el sitio.

No se pierdan de las audiciones de los sábados. Se que se impresionarán con este “Paraíso” musical de niños y jóvenes que se ocupa de llenarles con música sus peligrosos tiempos de ocio.

“La Pura Música Pura es… sinónimo de libertad”