Viernes, 10 de Octubre 2025
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Puente Grande, historias y leyendas

El puente, con tres siglos de antigüedad, es testigo del ingenio y persistencia de los jaliscienses

Por: EL INFORMADOR

En Puente Grande, el 'Güero' con una bandera verde y otra roja es el que dice quién sale y quién no. EL INFORMADOR / P. Fernández

En Puente Grande, el 'Güero' con una bandera verde y otra roja es el que dice quién sale y quién no. EL INFORMADOR / P. Fernández

GUADALAJARA, JALISCO (28/SEP/2014).- Puente Grande... grande, antiguo y bien construido, fue levantado hace ya casi trecientos años para que personas, coches y recuas pudieran cruzar el río sin mayores molestias. De ninguna manera debemos confundirlo con la “penitenciaría” (así dice el anuncio de la carretera) que está en las cercanías; porque ésta, a diferencia del anterior, es apodada “Puerta Grande”… sabe Dios porqué.

Dicen que aquí, el famoso “comes y te vas” que una vez el incauto de Fox le dijo a Fidel Castro, sirvió para pasarle el Norte al Chaparrito, quien dice que a él le dijeron que el abracadabra del lugar era: “te mochas y te vas” y así fue… ¡la magia resultó! y parece ser que sigue resultando: aunque habrá que aclarar que…cuesta Caro.      

El pueblo de Tololotlán que está junto al río (y junto al puente) vino a quedar apodado como “Puente Grande”, dado el tamaño de la impresionante construcción que fue hecha de “cal y canto” con toda la “tecnología de punta” vigente en aquellos tiempos. Arco tras arco fue construido con gran empeño, esfuerzo y técnica, sobre el lecho del Río Grande de Santiago allá por los años del 1718, para facilitar el tránsito de personas y mercancías hacia los destinos norteños del país.

Dicen que desde aquellos tiempos —todavía mucho antes de que los conquistadores vinieran a asaltarnos— ya los nativos tenían problemas para cruzar el río; sobre todo en tiempo de aguas que es cuando el caudal del “río grande” (así le llamaban) viene más crecido.

Y dicen que cuando la gente “ocupaba” (expresión muy tapatía) pasar durante las crecidas, la rancherada del lugar se las ingeniaba para hacer unas “quesque” balsas a las que, sobre una tatema de carrizos, amarraban un montón de bules secos, que luego cubrían con más carrizos para que la gente se pudiera sentar en ellos.

La dichosa “balsa” —que flotaba con más espíritu que con vocación de navegante— era jalada por la rancherada aventurera y ávida de propinas (no sé cómo se les decía entonces) para que, nadando con una mano para vencer a la corriente y empujando con la otra, entre todos pasaran el sui géneris lanchón hasta el otro lado del río ante el azoro y la mirada divertida de los que presenciaban la proeza.

 Sin embargo… no dejaban de vigilar ni por un momento a los que ya habían pasado, no fuera se pelaran sin caerse con la propinucha que ya la saboreaban. Dicen que en tiempos de aguas mansas, les prestaban a los viajeros unas mulitas para atravesar por la corriente; pero dicen que muchas veces, al pasar ya del otro lado… los andariegos continuaban su camino sin pagarles la propina y … ¡ llevándose además las mulas y los aparejos!.

En tiempos de la Colonia, como los conquistadores necesitaban continuamente cruzar el río que los separaba de las regiones mineras del norte, decidieron, allá por el año del 1718, construir un puente “de cal y canto” que permitiera el paso franco del importante camino que venía desde México, para cruzar cómodamente hacia las plateadas tierras norteñas.

Arco tras arco fueron surgiendo los veinticinco claros de “la puente” sobre sus firmes y bien diseñadas bases, protegidas con sus puntas de diamante que apartaban la corriente ante la admiración de los lugareños. Y para beneplácito de todos, una sólida y bien cimentada construcción estaba surgiendo sobre el río uniendo con firmeza las orillas.

Esta admirable construcción que, si bien ha podido resistir durante ya casi trescientos años las furias y las secas del caudal, habrá que tener ahora cuidado con el cruel embate de la ”modernidad”. Actualmente cientos de coches pasan diariamente sobre esta reliquia colonial utilizada como carretera de uso diario. Para esto le han sido agregadas capas y más capas de pesado pavimento que añaden una inclemente carga a la construcción. Estoy seguro que todo esto nunca pasó por la mente de los constructores de aquellos tiempos.

Esperemos que por su belleza y admirable valor histórico, las autoridades puedan protegerlo antes de que sea tarde.

vya@informador.com.mx

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