Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | Corredor. La vía de la diversión nocturna

Por López Cotilla se va de bar en bar

La calle del trago y relajo tiene amplia variedad de sitios para todos los gustos

Por: EL INFORMADOR

Relajado. En el 1860 de López Corilla el Temple Bar es una opción para soltar las presiones laborales.  /

Relajado. En el 1860 de López Corilla el Temple Bar es una opción para soltar las presiones laborales. /

GUADALAJARA, JALISCO (24/FEB/2013).- Manuel López Cotilla, en vida,  promovió la educación nocturna para los adultos. Ahora su nombre identifica a la calle que es sinónimo de vida nocturna, de enseñanza autodidacta para saber combinar bebidas con volutas de humo de tabaco, charlas con besos azarosos y saber seleccionar cuál es el bar indicado para la noche indicada. Aquí la movida se mantiene a tambor batiente. .

Un hirsuto cumpleaños

“¡Feliz cumpleaños, goey!”, grita una en minifalda y cabellos pulcramente alaciados. Otras dos bailan alrededor de la cumpleañera; con talento de saltimbanqui logran que no se derrame ni una gota de las bebidas en mano a cada paso de baile. Mientras tanto, la cumpleañera sólo observa su pastel de cumpleaños en forma de bigote.

En este campo de guerra para ver quién logra llamar más la atención, una chica apunta la cámara y agita la palma derecha para indicar que se aprieten un poco más para salir cool en la foto. Quiere poner el temporizador, pero no lo encuentra; otra deja de posar con duckface y corre a ayudarla.

El mesero las ayuda para tomar la foto y recuerda que cuentan con bigotes postizos para posar en las fotos. Se apresura para dárselos y todas se lo ponen, salvo la cumpleañera. “No, goey, yo así estoy bien”. Ya todas listas, se toman la cadera, aprietan los labios, agitan el cabello se recargan en el hombro de la otra y listo, queda la foto.

Enfiestadísimas, sobre todo por la ruleta de shots que se ganaron al festejar ahí el cumpleaños de una, y porque es jueves de ladies night y pueden seguir tomando gratis. “Ya me avisó Diego que vienen en la esquina”, dice una de las bailarinas mientras contesta el mensaje de texto por su smartphone.

La que suele gritar para todo se asoma al balcón y ve la camioneta blanca llegar. “¡Ey, estamos acá arriba!” Bajan cada uno de los chicos de la camioneta y esperan al conductor, que a diferencia de los demás trae la camisa desabotonada del pecho.

Para llegar a las chicas cruzan el primer piso lleno de electro, gracias al DJ que allí mezcla, suben las escaleras y llegan al segundo, con una atmósfera más antrera. Luego del saludo y un brindis por la cumpleañera, la que de seguro tiene problemas auditivos y por ello se expresa con voz muy alta, jala a uno de los nuevos integrantes de la mesa para mostrarle la foto. “Mira, la cumpleañera no necesitó ponerse bigote postizo porque no se depila, ¡ew!”

De la oficina, directo al bar

Para no lucir tan formales traen el nudo de la corbata un poco más flojo, los primeros botones de la blusa desabotonados, sin ser reveladores, los puños arremangados y los cabellos caídos luego de quitarse la cuidadosamente realizada cola de caballo. Es evidente que esos cuatro allá sentados vienen saliendo del trabajo.

Primero se sonríen, dicen esas frases hechas que, por más trilladas, siempre sacan una risilla, al menos una forzada. “Ya era hora de salir de esa perrera”. Sin duda el joven debe estar hablando de su lugar de trabajo y lo expresa entre sus compañeros. Los otros tres no se sienten tan seguros de felicitar la broma, aún no hay tanta confianza, salvo para un ja… já que no valida la opinión, mas tampoco la contrarresta.

Dos hombres, dos mujeres, U2 de fondo.  “¿Y si pedimos una jarra de clericot para los cuatro?” Sí, sí, todos asienten y vuelven las miradas y las sonrisas apretadas. Ninguno de ellos cuenta con la habilidad de ‘romper el hielo’. Tal parece que apenas comienzan a abandonar la relación laboral para entablar una amistad.

Un plato de Sausages & Chips al centro. La voz de Morrison tenue no interfiere para escuchar la plática, un tanto aburrida, sobre cuando iban en la carrera. Tendrá uno, dos años quizás que se graduaron. Comparan la universidad de uno con la de otra. No falta el que defiende el nivel académico de la suya. Pronto, la jarra llega a su fin y con ello el inicio de otra, pero esta vez de cerveza de barril.

Entre jarra y jarra, una de las oficinistas comenzó a soltar la lengua. Mientras adivina cuál de los dos pequeños baños es el de mujeres, los otros tres no paran de risa. Se acaban de enterar de todos los chismes de la oficina. “Ok, ok, antes de irnos hay que pedir un Irish Car Bomb para cada uno”. Claro que ese shot a base de crema irlandesa y whisky, sumergido en media pinta de Guinness cae como bomba (válgase la referencia a la bebida) en la de la lengua suelta.

Abrazos, carcajadas, manotazos, de todo pasa en aquella mesa donde antes se podían ver a cuatro individuos serios que se querían relajar luego de una jornada laboral. Atrás quedó la seriedad y ahora, luego de pagar la cuenta entre tambaleos y esfuerzos sobrehumanos para enfocar bien el ticket, se retiran. La informante al frente, luchando por mantenerse sobre sus altos tacones, uno detrás, burlándose de ella y los otros dos a paso lento, intercambiando las miradas penosas por abrazos a la cintura.

Queremos rock

Ya tiene un estilo apropiado. Capa roja, chinos largos, short amplio y largo, calcetas y tenis. Es un rockero que se identifica de muchos, ya por su actitud desenfadada, por ofender a su público con el dedo medio o por jalarse la melena en medio de cada canción. Pero también se diferencia de muchos otros vocalistas porque él, con una sola pierna, sabe rockear.

El Súper Pollo, le llaman. Creo que muy pocos saben su verdadero nombre. A veces lo van a ver unos cinco, a lo mucho, otras se llena la planta alta de El purgatorio, donde toca los jueves, viernes y sábados.

 Brinca y se emociona interpretando Contrabando y traición, pero la versión de La Lupita. Eso sí, siempre canta en español, todas en español. “Es que no sabe hablar inglés, y si le piden una en inglés se la avienta, pero bueno… tienes que ver cómo la canta”, dice una mesera que ha escuchado el sinsentido que dice al querer interpretar Creep de Radiohead o cualquier otra canción.

 Su banda, Los 9 Pies, es la esencia del bar El purgatorio: desenfadada, con actitud y amante del rock en español. Juntos, Los 9 pies y el Súper Pollo, se apropian del pequeño escenario donde noche a noche se interpretan buenos covers para ambientar la noche.

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