Suplementos | Jesús, su obra y sus hechos “Para ustedes, ¿quién soy yo?”, pregunta Cristo Una vida ejemplar que sigue siendo trascendente Por: EL INFORMADOR 22 de agosto de 2008 - 23:26 hs Nació hace 2008 años en un portal de ganados, en una insignificante aldea de la provincia de Judea, de Asia Menor. Su nacimiento ha partido la historia en dos mitades: antes de Cristo, después de Cristo. Su nombre, su persona, su identidad, su mensaje, su vida, su muerte, su resurrección y su Reino, todo ha sido “blanco de contradicción”, como lo anunció el anciano Simeón el día en que Jesús niño fue presentado en el templo. En este año de los Juegos Olímpicos en China, en este año en que desde los aparatos receptores de televisión millones de personas, si Cristo se dejara ver a las multitudes reunidas en los estadios o a través de las pantallas e hiciera la pregunta: “¿Quién soy yo?”, muchos --dicen que dos de cada tres-- dirían: “Yo no te conozco”. Otros muchos darían respuestas muy lejanas, y hasta falsas, sobre la verdadera identidad de Cristo. Todavía hay los que afirman que fue un gran orador; otros, que fue el más grande revolucionario de la historia --su revolución persiste--; otros más lo declaran un gran profeta. Son opiniones de quienes no han profundizado en su misterio, o no han tenido la gracia divina para abrir los ojos de la fe y verlo tal como es. Llegó Jesús a la regiónde Cesarea de Filipo Para hacer esta pregunta, el Señor Jesús llevó lejos a sus discípulos; ese día sin multitudes, sin enfermos suplicantes, sin escribas y fariseos al asecho. Sólo Él y los doce. Cesarea de Filipo es una ciudad al pie del Monte Hermón. Allí Herodes el Grande ordenó construir un templo de mármol en honor del emperador romano César Augusto. Fue el lugar escogido para dar oportunidad a los doce, de exponer su personal opinión. Como mera preparación para disponerlos, les preguntó primero: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”. Esta pregunta la hizo no por ignorancia, pues bien sabía todo cuanto de Él opinaban y decían, tanto quienes lo aceptaban, como los que lo rechazaban y odiaban. Tampoco era la pregunta para recibir elogios o alabanzas, que no necesitaba ni le atraían. Simplemente era para disponerlos a la pregunta siguiente, directa, a fondo, a ellos. Las respuestas fueron saliendo: Que era Juan el Bautista, que era el profeta Elías, que era Jeremías o alguno de los profetas. “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” “Ustedes doce que traen polvo de muchos caminos, que conmigo han comido y bebido, que han escuchado de mis labios mi predicación en sinagogas, en la orilla del lago, en la montaña, en la llanura, en ciudades y aldeas, ¿quién soy yo para ustedes? “Por mí dejaron sus barcos, sus redes, su lago; por mí dejaron sus familias, su estilo de vida, tal vez tranquilo o atractivo, como juntar monedas en la recaudación de impuestos. ¿Por qué dejaron su casa y su familia? ¿Para qué van a iniciar sus estudios aquí, donde la vida es exigente, y se han de apartar del estilo más fácil y llevadero en el seno de su familia?”. La respuesta fue: “Escuchamos el llamado de Cristo, y para seguirlo, para estar cerca de Él, hemos venido. ¿Y qué esperamos? Un día ser elegidos, ser ungidos y ser enviados”. “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” Allá en Cesarea de Filipo fue Simón quien respondió con aplomo, con seguridad, con voz clara y fuerte. Los otros once ya estaban acostumbrados a esos impetuosos arranques de su compañero. Pero vino la sorpresa. Jesús le dijo entonces: “Bienaventurado Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos, y yo te digo a ti que “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” Le cambió el nombre a Simón, lo constituyó piedra fundamental en la edificación del Reino y cabeza del mismo, a quien se habrían de subordinar los otros once y toda la Iglesia. Sólo a él, y no a los doce, le dijo: “Yo te daré las llaves del Reino de los cielos”. “Cristo, al instituir a los Doce, formó una especie de colegio o grupo estable, y eligiendo entre ellos a Pedro, lo puso al frente de él. Así como por disposición del Señor, Pedro y los demás apóstoles forman un solo colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los apóstoles”. (Lumen Gentium 19, 22). Desde ese momento la Iglesia es jerárquica con fundamento en uno, la piedra angular, y con el Papa la colegialidad de los apóstoles, y después de ellos, sus sucesores. No perfectos, sino perfectibles, fueron los primeros, y así en ininterrumpida sucesión hasta la Iglesia de estos días. Se escuchan a veces las voces discordantes de los que dicen aceptar a Cristo, mas no a la Iglesia. Y al decir Iglesia, que es la congregación de los fieles bautizados que creen y esperan en Cristo, quieren decir jerarquía. Iglesia y jerarquía son dos realidades distintas, porque ésta es el conjunto de personas a quienes dentro de esta sociedad visible que es la Iglesia, se les ha dado el oficio de enseñar, conducir, curar, cuidar, corregir. Por eso se les da el nombre simbólico de pastores, con ese difícil y noble oficio. El Reino es la Iglesia, sacramento de salvación. La Iglesia es donde Cristo habita. Él es el centro, Él es la vida. “Él es la imagen del Dios invisible” (Col 1,15). Él vino y se ha quedado para “reconciliar por Él y para Él todas las cosas, haciendo la purificación de los pecados” (Hebreos 1, 3). “Padre, esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu enviado Jesucristo”. (Juan XVII 3). Así salieron estas palabras del corazón de Cristo en ferviente oración al Padre. Mas ha de ser empeño de todos los días crecer en el conocimiento de Cristo, para más amarlo y mejor servirlo”. Ante la pregunta ¿”Quién dice la gente del siglo XXI que soy yo?” ... hay que contestar: Jesús de Nazaret, nacido judío de una hija de Israel, en Belén, en el tiempo del rey Herodes el Grande y del emperador César Augusto; de oficio carpintero, murió crucificado en Jerusalén bajo el procurador Poncio Pilato, durante el reinado del emperador Tiberio; es el Hijo de Dios hecho hombre “que ha salido de Dios”. (Juan 13, 3). Para concluir el testimonio del apóstol Juan en su primera carta: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos acerca del Verbo de Vida, pues la Vida se manifestó y nosotros la hemos visto y damos testimonio, y les anunciamos la vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó, lo que hemos visto y oído lo anunciamos a ustedes, para que también ustedes estén en comunión con nosotros. Y nosotros estamos en comunión con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Les escribimos esto para que su gozo sea completo” (1a. Juan 1, 1)”. Del deseo ardiente de conocer a Cristo nacieron luego el amor y el seguimiento alegre y generoso de los apóstoles, hasta la sublime entrega en el martirio. En este siglo con tan crueles manifestaciones de odios, codicias y desenfreno de pasiones, quienes lleguen un día al conocimiento de Cristo habrán encontrado la verdadera felicidad. Y al conocerlo, podrán exclamar como Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pbro. José R. Ramírez Temas Religión Fe. Lee También Viacrucis Iztapalapa 2025: ¿Cuáles son las calles donde ocurren las tres caídas de Jesús? Así puedes llegar en transporte público al Viacrucis en Iztapalapa ¿Cuál es el significado ESPIRITUAL de los "días santos"? Papa Francisco visita cárcel romana este Jueves Santo tras convalecencia Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones