Nostalgia en The Pancake House

GUADALAJARA, JALISCO (17/ENE/2016).- Puerto Vallarta tiene una oferta gastronómica que puede avasallar. Cuando te preguntas qué puedes comer en este puerto jalisciense, la respuesta “todo” no está lejos de la realidad. Las principales cadenas de comida mexicana, italiana, americana, francesa, chica, japonesa y un largo etcétera tienen sucursales aquí, por lo que no es fácil encontrar un sabor que se acerque a lo “casero”. No es fácil, pero existe.

The Pancake House (calle Basilio Badillo 289) es uno de los restaurantes más tradicionales de Puerto Vallarta, y también de los más populares, con todo y que que no forma parte de un enorme corporativo internacional. Aquí el único compromiso es que el comensal se sienta como en casa, y creelo, una vez que pruebas su carta, les crees.

Por lo regular, los fines de semana hay que hacer fila para que te asignen mesa, pero ¡sorpresa! El domingo que visité The Pancake House, alcancé lugar sin “hacer cola”. Esta fue la primera de una serie de agradables sorpresas. El espacio es ámplio, con los muros pintados en colores suaves y adornados de forma muy mexicana y mobiliario de madera. A esto se suma que la atención es rápida, pues de inmediato te ofrecerán un café o un jugo de naranja en lo que eliges lo que te guste del menú.

La carta tiene como punto fuerte —obviamente— los pancakes, pero también hay waffles y varios platillos propios del típico desayuno mexicano (chilaquiles, huevos, molletes, etcétera). De beber, jugos y refrescos. Para no fallarle a la tradición —y que no puedan decir que siempre pido hamburguesas o chilaquiles—, esta vez me fui por unos supremos Pancakes High Tech Choco Chip ($59 pesos).

Tras una espera de menos de 10 minutos, el pedido que puedes ver en la pequeña fotografía que acompaña a estas letras llegó a mi mesa. Lo sé, a primera vista no lucen “tan” espectaculares y adornados como en otros lugares, pero creo que aquí vale la pena hacer una precisión. Mientras que en muchos restaurantes de la actualidad le dan más valor al “cómo se ve” que al “cómo sabe”, creo que en The Pancake House prefieren que el recuerdo te lo lleves en el paladar y no en las pupilas. Importa poco que el plato parezca sacado de una película de J.J. Abrams si al final su sabor es una versión mutante del hielo seco. Dicho esto, ¡A comer!

¿Sabes las dos palabras que me vienen a la mente tras el primer bocado? “Suaves” y “esponjados”. Pese a ser de chocolate, no son empalagosos, aunque el sabor gana mucho cuando les agregas miel de maple, mantequilla o mermelada —pero también depende de qué tan afecto seas a las sensaciones dulces—. Aquí va una confesión: cuando me trajeron el plato pensaba viable pedir un postre...pero al final me sentí tan lleno y listo para salir rodando, que opté por ir directo a la cuenta (ojo, que nada más aceptan efectivo).

¿Y qué puedo decir? Aunque parece una porción discreta, los tres pancakes resultan ser delicioso y sobre todo, dejan satisfecho al comensal más hambriento. La guarnición de fruta fresca (sandía y plátano) es discreta, no muy memorable, pero tampoco estorba. El café, de máquina, es preparado al momento y resultó ser un buen acompañante para mi platillo. Ya será para la próxima vuelta que experimente con los waffles.

The Pancake House se ha ganado un lugar entre los amantes de la buena cocina por su sabor. Pero además de esto, tiene un mérito muy especial, al haber sobrevivido en una ciudad donde la competencia gastronómica tiende a ser tan dinámica como despiadada. Sin lugar a dudas, un lugar que vas a recordar, y al que por fuerza de la nostalgia, querrás volver.