Sábado, 18 de Octubre 2025
Suplementos | Un fin de semana para disfrutar de las delicias de la capital michoacana

Morelia, de un placer a otro

Un fin de semana para disfrutar de las delicias de la capital michoacana; hay mucho por hacer, comer y contemplar; para los oídos, música de órgano

Por: EL INFORMADOR

Biblioteca. Un deleite para los amantes de los libros, aquí hay 22 mil 976 volúmenes de goce con las letras. EL UNIVERSAL  /

Biblioteca. Un deleite para los amantes de los libros, aquí hay 22 mil 976 volúmenes de goce con las letras. EL UNIVERSAL /

MORELIA, MICHOACÁN (30/SEP/2012).- La comida, la vida de sus calles y edificios históricos te hacen un guiño ante el cual caerás rendido o rendida a los pies de Morelia. Por si esto fuera poco, los festivales internacionales Órgano y Cine se realizan en octubre y noviembre.

Viernes

En el patio solitario del Palacio Clavijero fluye una calma mística. Y la tengo para mí sola. El borboteo de la fuente en el centro casi me arrulla con su eco.

Aquí me quiero quedar, sentada en el suelo si se puede, que me caiga un rayo de Sol contemplando la cantera de un tono rosado que se diluye con la luz del mediodía y se reanima al atardecer, los arcos de medio punto que rodean esta explanada cuadrangular, demasiado sobria y limpia en sus líneas que no me parece tan barroca como dicen que es, aunque luego me entero que la arquitectura de Morelia es así, “barroca tablerada”.

Mi guía es Rodrigo. Me distrae de la intención prometiéndome que regresaremos mañana “a meditar”.

En las salas de exposición, se exhibe una muestra fotográfica integrada por 16 obras en gran formato, impresas sobre papel algodón y cuya temática versa en torno a la naturaleza muerta. Se trata de Nature morte, de la alemana Vera Mercer (Berlín, 1939).

El Colegio Jesuita de San Francisco Javier, que comenzó su construcción en 1660, ahora es un centro cultural que se ha dado el lujo de exponer a Rodin, a Francisco Toledo, a Feliciano Béjar y a otros, como Luft (Calle Nigromante 79. Tel. (443) 312 0412).

Junto al Clavijero, la antigua Iglesia de la Compañía de Jesús se transformó en la Biblioteca del Colegio de San Nicolás de la Universidad Michoacana. En la parte baja se recibe a la chamacada preparatoriana, pero la planta alta está reservada para pura cosa seria.

La nave de bóvedas altísimas alberga 22 mil 976 volúmenes en repisas de madera fina y olorosa que cubren paredes enteras. Así, sí dan ganas de estudiar.

Tengo el privilegio de subir al acervo antiguo y ver las hojas gruesas y olanudas del Vocabulario de Molina, de 1571, que Abigaíl González Ojeda, responsable de Fondo Antiguo, sostiene con guantes. Dentro de la colección de siete incunables (ediciones de 1450 a 1500), la biblioteca conserva t ambién una Crónica de Nuremberg, con mil 800 grabados. Existen otras cinco en todo el país y cada una es original e irrepetible.

Aprendo que son considerados fondo antiguo, los libros de 1800 a 1900; de calderones, apostillas, de puntizones y corondeles. Que aquí hay que salir temprano porque se oyen ruidos extraños; que te cambian las cosas de lugar y hasta te jalan el cabello; que se han aparecido en las fotos turísticas monjes y frailes impertinentes y que hay edificios a donde los veladores no vuelven cuando ven una procesión de frailes en los patios.

El acceso es exclusivo para investigadores, tesistas y viajeros que hagan cita con anticipación, para eso debes comunicarte al teléfono 443 312 5725.

Morelia está más soleada que como me contaron. La Catedral luce monumental con el cielo azul de fondo.

Enfrente está Lu, un restaurant que fusiona tradición e innovación, propiedad de la chef. De sus sugerencias me voy por la sopa tarasca –espesita, de frijol y jitomate– que merece todos los aplausos y, de plato fuerte, la atápakua, una receta de la región purépecha.

Después de probar el ate con queso a las tres texturas, cualquier otro será un mísero consuelo, pienso.

Lo último es una cata vertical de queso cotija de tres añadas, acompañada de un mezcal michoacano llamado Don Mateo. Lu está en el Hotel Casino (Portal Hidalgo 229). Teléfono (443) 313 1328.

En la Casa de las Artesanías de Michoacán (Fray Juan de San Miguel 129) lo más destacado es la alfarería fina, las piezas de cobre con diferentes acabados, los textiles y guitarras de Paracho. Los trabajos de calidad no son nada económicos, pero se trata de piezas únicas de grandes artesanos.

Me pregunta Rodrigo que a dónde quiero ir en la noche. No me quiero mover del centro, le respondo. Sus sugerencias se unen a las de la chef del Lu: los dos Zacarías: uno para cantar hasta desgañitarse y el otro con música rock en vivo; el Bar 7 del hotel Cantera 10, uno de los más sexies del mundo, según publicó una revista extranjera; el Ónix, restaurante bar con buenos martinis y sillones kitsch en rojo. El preferido de Rodrigo es La Llorona, un local pequeñito con música rock en vivo. La desventaja es que siempre está abarrotado (frente al Palacio Clavijero). El más formal, pero con mejor vista y diseño vanguardista, es el de la azotea del hotel Los Juaninos, con vista a la espalda de la catedral.

Sábado

Regresamos a la azotea de Los Juaninos por unos huevitos tarascos, bañados en una salsa muy picosita. Desde aquí vemos una de las caras de catedral, con sus cúpulas revistadas de azulejo (Morelos Sur 39).

En el Museo del Dulce, el personal viste a la usanza de principios del siglo XX. Los visitantes observan cómo se prepara el ate y el chocolate que importan de Bélgica por ser más puro.  Hay cientos de dulces de toda la República, sobre todo de Michoacán, que se exhiben muy coquetos en estantes para hacer más irresistible la compra (Madero Oriente 440).

Después del antiguo acueducto de 253 arcos y dos mil 700 metros de largo, sigue la fuente de Las Tarascas y después la Calzada Fray Antonio de San Miguel, un paseo peatonal muy arbolado, rodeado de antiguas casonas habitadas por almas en pena que han corrido, se dice, a infinidad de inquilinos en tiempos actuales. Es un sitio alejado del trajín del centro histórico, donde se antoja sentarse y abrir un libro. También vienen los novios a posar para la foto de boda.

Para aquellas escapadas en pareja, en el número 228 se localiza Casa San Diego, un hotel boutique de personalidad íntima y diseño contemporáneo. Su terraza, que abre al atardecer, se especializa en tapas, margaritas y mojitos (www.casasandiego.com.mx).

La calzada termina en la avenida Vasco de Quiroga, frente a la sencilla fachada del Santuario de Guadalupe al que, siendo honestos, no le hicimos tanto caso, hasta que Rodrigo nos mete casi a la fuerza para mirar la obra que realizó el artesano Joaquín Orta en 1915.

Bóvedas y muros están tapizados de rosetones y otras figuras arrococadas en colores dorados, azules y rosas, elaboradas según la tradición indígena del barro. Después de buscar los mejores ángulos, contener la respiración para que la cámara no se mueva y oprimir el obturador, hay que sentarse en una banca, un ratito aunque sea, sólo para levantar la vista.

Cada 12 de diciembre, la calle se vuelve una romería en la que nunca faltan los puestos de agua de caña de azúcar y los de las típicas carnitas de Quiroga.

Seguimos por el callejón del Romance, donde se esconden los novios en la noche para darse tremendos besos en la oscuridad. En esta zona abrieron algunas tienditas y bares como El Abrevadero, cerca de Las Tarascas.

De nuevo en pleno centro. Rodrigo me aclara que la Casa Natal de Morelos, ahora convertida en museo, en realidad no perteneció a la familia del héroe de la Independencia, más bien fue el lugar donde recibieron a la madre para que pudiera dar a luz.

Además de las salas de exhibición, el museo tiene una atracción para los niños: un robot animatronic, como los que se ven en Disney, al que sólo le hace falta caminar solito y guiñarme un ojo. Las manos, la barba, las cejas y la mirada son tan reales que hasta asusta un poco. El muñeco de José María Morelos se levanta de su silla, mueve los brazos y entabla un diálogo corto y sencillo con la audiencia. Si a los adultos les gustó, seguro a los niños también (Corregidora 113).

Después de un gazpacho para refrescarnos del calor, vamos a comer entre palmeras, en el patio del Hotel de la Soledad (Ignacio Zaragoza 90), un edificio del siglo XVII, con 49 habitaciones remodeladas. De su carta me quedo con las enchiladas potosinas y un tinto del Valle de Guadalupe.

En sábado, durante el encendido de catedral se mantienen cerradas varias avenidas y hay guías con trajes de época que ofrecen recorridos de leyendas.

Elegimos un balcón de uno de los antros frente a catedral. El espectáculo incluye cuenta regresiva, luces de colores que van iluminando la cantera del monumento y, para que se te enchine la piel, el Huapango de Moncayo es infalible.

La gente se dispersa. Nos espera un chamorro en adobo moreliano con pulque en el restaurante y winebar Los Mirasoles, en una casa del siglo XVII, con una cava a la vista de más de 250 etiquetas y un ambiente tan agradable que estamos por pedir una botella más.

Domingo

A la mañana siguiente seguimos comiendo. Rodrigo me da a elegir entre corundas y uchepos (tipo de tamales), las carnitas de un puesto ubicado en otra colonia o las de Don Raúl o de un lugar llamado Tabachines.

Entramos a catedral, sin la intención de redimir nuestros pecados. Dice Rodrigo que los organistas graduados del Conservatorio de Música tocan el órgano de catedral para pasar su examen profesional. El órgano monumental de principios del siglo XX cuenta con cuatro mil 600 voces o flautas. Su fachada de madera es de estilo neobarroco churrigueresco. Del 5 al 13 de octubre la catedral es una de las sedes del Festival Internacional de Órgano, este año con la participación de músicos de México, Uruguay, Alemania y República Checa.

Las torres barrocas miden casi 70 metros, y son consideradas unas de las más altas del país. El campanero, asegura Rodrigo, vive en una de las torres para no tener que subir y bajar los estrechísimos y múltiples escalones.

En el altar principal destaca el manifestador de plata labrada del siglo XVIII. Es desmontable y el siglo pasado fue robado. Se cree que uno de los actuales guías de turistas participó en el hurto.

Vamos a Las Rosas por un café. En un jardín, frente al Conservatorio de Música, los bares y restaurantes que hay colocan sus mesas al aire libre. Fluye un ambiente bohemio por las tardes y en la noche tocan grupos en vivo. Los domingos se convierte en un jardín de arte.

La mujer de al lado se levanta de su mesa, toma 13 monedas, las ofrece a la imagen de un San Antonio de cabeza de casi dos metros de altura y se dispone a dar 13 vueltas alrededor de ella mientras lee con fervor una oración. En el Rincón de las Solteronas se han llenado más de 25 libros con 27 mil peticiones de mujeres (y hombres) dirigidas al santo, para que les cumpla el milagro de encontrar por fin el amor.

Este rincón está en el restaurante San Miguelito, fuera del centro. Cynthia, su propietaria, cuenta que la colección de san Antonios ha alcanzado las 700 piezas, más o menos, y que le han llegado peticiones hasta de la cárcel.

Me invitan a hacer lo propio, pero yo prefiero concentrarme en el plato mezcalero que incluye una cecina de la casa. Cynthia me sugiere las puntas de filete borrachas con chile negro. San Miguelito es una locura en su decoración. Es restaurante, bar, bazar, galería y una referencia de la cocina michoacana (Avenida Camelinas, fraccionamiento Las Lomas, www.sanmiguelito.com.mx).

PARA SABER
Cómo llegar


Viaja en autobús por la línea ETN. El viaje redondo, de viernes a domingo, tiene un costo de $641.

Con credencial de estudiante, maestro o adulto mayor, obtienes un descuento de 50 por ciento.

TOMA NOTA
Hospedaje


Hotel de la Soledad / Tel. (443) 3121 888 / www.hoteldelasoledad.com

Casa Grande / Tel. (443) 340 6089 / www.casagrandemorelia.com.mx

Virrey de Mendoza / Tel. (443) 312 0045 / www.hotelvirrey.com

Suplemento Pasaporte

Temas

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