Sábado, 11 de Octubre 2025
Suplementos | La ciudad muestra en sus calles a grandes artistas, talentos agotados tras cada jornada

Los rumores de la calle

Esta ciudad, como otras del mundo, muestra en sus calles a grandes artistas, talentos que se agotan en cada jornada

Por: EL INFORMADOR

Andador Colón. Un transitado paso de peatones se inunda cada día, de Sol a Sol, con el ruido de la vida. EL INFORMADOR / A. Muñiz

Andador Colón. Un transitado paso de peatones se inunda cada día, de Sol a Sol, con el ruido de la vida. EL INFORMADOR / A. Muñiz

GUADALAJARA, JALISCO (10/MAY/2015).- "Veinticuatro borrachitos por cinco pesos” dice todos los días un hombre en el Andador Colón del Centro Histórico tapatío, al tiempo que la calle se inunda con el barullo de las personas, el ruido de los autos y camiones que pasan por ahí, el zumbido que sale de las pequeñas bocinas que venden los ambulantes de la zona y estalla en los oídos de los transeúntes; y el infomercial de una escuela que da cuenta de las habilidades que obtendrá una persona al inscribirse al curso de redacción, diseño o computación.

Algunos peatones transitan por el corredor con su propio ruido a cuestas, con audífonos de todos los tamaños y colores, en un afán por abstraerse de los sonidos que inundan la vía y a los que se suman ellos mismos, cautivados por los ritmos que —sin saberlo, quizá— comparten a quienes caminan junto a ellos.

Así es prácticamente todo el día, pero hasta para los sonidos hay horarios; por la tarde —por lo general—, cuando el Sol es menos intenso, se integra al barullo la música de distintos personajes que hacen de esa vía —entre Juárez y Madero— su sala de conciertos.

No falta —casi nunca— el dúo de guitarra y violín, integrado por Juan Manuel Zamora y Manuel Gómez, respectivamente, aunque éste último ya no acude a la cita diaria que se fija por la tarde-noche afuera de una zapatería que se encuentra sobre Colón, casi esquina con López Cotilla: “Si Dios le regala salud”, dice el guitarrista, “Manuel volverá”.

El músico es afortunado, tiene ya un público cautivo que se sienta en las bancas cercanas para ver caer la tarde mientras él toca valses, polkas o lo que se antoje en ese momento.

Hace varios años hicieron una promesa: tocar “hasta que nos llegue la hora”. José Manuel sigue haciéndolo. La gente sigue llegando a escucharlo. La canasta sigue ahí para recibir unas monedas. La ganancia sigue siendo escasa.

Junto a él —o cerca— se sitúan otros músicos de vez en vez;ellos —mucho más jóvenes que los dos “Manueles”— prefieren cambiar de rumbo, siguiendo a las multitudes, con la esperanza de que la ganancia sea mayor o simplemente para no competir con los sonidos de las patinetas, las bocinas de los ambulantes y la guitarra de José Manuel, quien asegura que a eso de las ocho de la noche todavía hay demasiado ruido como para que su música se escuche fuerte.

Erick es de esos músicos que —como Vicente— va a dónde va la gente. Aunque si pudiera iría más lejos, a otra ciudad fuera de este país. Piensa en Europa: “Italia, Alemania, Francia… Creo que allá puedo tener un poco más de posibilidades, a lo mejor no hacerme rico, pero...”.

Apenas lleva un año tocando en las calles de la ciudad: del Andador Colón —entre Juárez y López Cotilla— se pasa a la calle de Morelos, a un costado del Palacio de Gobierno, o se “estaciona” con su banco plegable, su amplificador y su guitarra eléctrica en Chapultepec: “El lugar es super variable, procuro ponerme donde hay gente”.

Lo que trajo a Erick a la calle fue un experimento, aunque obtiene un poco de dinero dando clases de guitarra, pretendía hacer una comparación entre los músicos callejeros de una ciudad como ésta, Guadalajara, y los de otras ciudades; aquellos que se ven a través de Youtube.

El resultado no ha sido bueno. “A veces toco ‘Escalera al cielo’ de Led Zeppelin, y la misma canción, con el mismo amplificador y casi los mismos arreglos que yo toco en la guitarra, los toca un chavo en Roma y allá tiene un grupo de 50 personas que lo rodean y yo aquí no tengo a nadie”.

“Me produce indignación —añade el joven músico—, porque pienso: ‘tengo desde los 15 años (ahora tiene 29) tocando la guitarra, tratando de hacer lo mejor que hago para que nadie me haga caso’”.

Por eso, para buscar la aceptación del difícil público que se pasea por las calles del Centro Histórico tapatío, Erick ha tenido que integrar a su repertorio música un poco más comercial... o conocida. Así, le han funcionado algunas “rolas” de Santana, aunque eso signifique que tenga que dejar de lado algunas piezas de jazz o blues —sus géneros favoritos—, que no motivan a la gente a acercarse y depositar una moneda.

Y si bien esta Guadalajara presume un festival de jazz que se realiza cada año y atrae a músicos de talla internacional, además de la concentración de los grupos locales y la generación de públicos y nuevos intérpretes, lo cierto es que al género no le va del todo bien en la calle.

Aunque Erick supone que ello también tiene que ver con el instrumento que se interprete, y quizá su guitarra no sea la mejor opción: “No sé si dependa del instrumento o de la interpretación; yo creo que más bien del instrumento, porque a veces veo a chavos tocando jazz con metales, trombón y saxofón, y ellos tienen mucha respuesta”.

Es cierto. Por ahí, en los mismos sitios donde normalmente se pone el guitarrista, ha llegado un saxofonista; el “Tema de la Pantera Rosa”, de Henry Mancini, es uno de sus éxitos. A su alrededor la gente se detiene por un momento. Lo miran. Lo escuchan. Y al terminar la interpretación, se alejan y alguno de esos espectadores transitorios se anima a colocar una moneda.

Ser músico en las calles de la ciudad no es tarea fácil. Tampoco funciona tan bien el teatro —a menos que seas uno de los payasos que se reúnen en la Plaza Universidad—.

Ni siquiera Dante y su gato con botas en la Plaza de Armas, o el bailarín árabe de la Plaza Liberación pueden jactarse de tener un excelente día con las ganancias que obtienen en sus espectáculos callejeros. Sólo atraen las miradas de vez en cuando y con su música, acrecentan lor rumores de la calle.

Tapatío

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