Lunes, 13 de Octubre 2025
Suplementos | Un emocionante encuentro con Los Hermanos Lelos

Los exquisitos

Un emocionante encuentro con Los Hermanos Lelos, personajes que suelen asomarse en eventos que convocan a multitudes y que suelen ser mucho más molestos que agradables

Por: EL INFORMADOR

Nada queda. El Roxy, foro de conciertos, no ha podido recuperarse; pero queda en la memoria de miles de jóvenes que quizá ya no lo son.  /

Nada queda. El Roxy, foro de conciertos, no ha podido recuperarse; pero queda en la memoria de miles de jóvenes que quizá ya no lo son. /

GUADALAJARA, JALISCO (18/MAY/2014).- La primera aparición de los Hermanos Lelos se registró hace ya unos 20 años, en las afueras del Roxy (aquel llorado cine que fue reconvertido en salón de conciertos y en el que mi generación se asomó por vez primera al seductor abismo del rocanrol), lugar en el cual, cierta noche de primavera, se presentaría el grupo de pop juvenil Café Tacuba.

Los Lelos eran dos muchachitos lechosos, muelones y lentudos. Sus principales gracias eran un acentito arrastrado, que no sabría uno si atribuir al frenillo o al excesivo chiqueo materno, y un gesto de tedio que sólo le sentaría bien a un lord inglés del siglo XIX.

Eran las nueve de la noche y el evento (anunciado para comenzar a las ocho) no tenía ni para cuándo. La puntualidad nunca fue uno de los méritos del lugar pero, francamente, a quienes asistíamos tampoco es que nos importara tanto. La fila le daba ya dos vueltas a la manzana y en ella convivíamos punketos, metaleros, chicos reggae, fresas con suéter sobre los hombros y esos muchachos con gafas y barbas que siempre han existido pero a quienes nadie por estos lares denominaba como hipsters aún.

Los Lelos llegaron caminando por la calle de Mezquitán y, apenas ocupados los puestos que les correspondían, al final de la hilera, observaron a la multitud con desprecio.
―Míralos, a los pobres. Si hasta parece que fueran a ponerles a Jean Michel Jarré,―dijo el más alto de los dos, lanzando a los aires su voz malcriada y salivosa. Al otro Lelo se le escapó una risita cómplice por entre la grieta que se le abría entre sus frenos y dientes frontales.

Ambos rieron y decidieron que aquel primer desdén sería apenas un aperitivo, una botana, un mínimo ejercicio para entrar en calor. Los siguientes 15 minutos de los Hermanos Lelos fueron dedicados enteramente a insultarnos a todos los presentes: comenzaron por quejarse de sus conciudadanos, por “crédulos y conformistas”, y terminaron por lamentarse del excesivo precio de los boletos (que habían costado algo así como el equivalente actual de 100 pesos y daban el derecho, además, de pedir una cerveza en la barra).

Las recriminaciones del par de exquisitos chamacos, realizadas a menos de 30 centímetros de quienes formábamos la fila, eran expelidas en voz tan alta y belicosa que, al medio minuto de iniciada, ya había gente gruñéndoles. A los tres minutos sus vecinos de espera los increparon por primera vez y milagro que después de 10 o 12 no los lincharan, porque el Hermano Lelo más chaparro les gritó “ignorantes” a unos tipos con playeras negras que se animaron a reponerle que, ya no le gustaba el concierto que había pagado para ver, mejor se fuera a su casa.
Por suerte para ellos las puertas se abrieron, la fila avanzó y nos olvidamos del par de espontáneos críticos de vanguardia. Entramos al galerón, ocupamos nuestro medio metro de piso y luego hicimos otra fila para canjear, a empujones, la cerveza que prometía el boleto.

No volví a ver a los hermanitos ni en el concierto ni a lo largo de los siguientes dos decenios, pero cada vez que asisto a un espectáculo temo topármelos, cruzados de brazos, con su mohín de superioridad y dispuestos a arruinarnos la velada a los cándidos que andemos por allí.

A veces, cuando escucho a la distancia alguna plática pedante sobre cine o futbol, doy por pensar que, en el año 2020, los Hermanos Lelos volverán a ser avistados. Los imagino afuera del Estadio Jalisco, mientras una turbamulta los amarra a una estaca y los quema, porque ellos se afanan en berrear: “¡Para equipos el Manchester City, patanes!”.

Tapatío

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