Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | 'No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo es propio de gente necia' (Ec 7, 9)

La raíz del pecado: ira

Este vicio capital se entiende como la pasión del alma que causa indignación, enojo, deseo de venganza

Por: EL INFORMADOR

     “No te dejes llevar por el enojo, porque el enojo es propio de gente necia” (Ec 7, 9) es uno de los pronunciamientos bíblicos sobre la ira. Este vicio capital se entiende  como la pasión del alma que causa indignación, enojo, deseo de venganza,  y lleva a actos de violencia contra los demás o contra uno mismo. De tales acciones la carta de Santiago (1, 19-21) hace la siguiente exhortación: “Todos ustedes deben estar listos para escuchar; en cambio, deben ser lentos para hablar y para enojarse. Porque el hombre enojado no hace lo que le agrada a Dios”. Y sin embargo, dirán algunos detractores de la Iglesia o de la religión, Jesús mismo tuvo su arrebato de ira (Jn 2, 13-17) como lo relata san Juan, cuando expulsa a los vendedores y cambistas del templo. Éste y otros pasajes bíblicos muestran que conviene entender, primero, que existe una diferencia entre lo que se denomina ira divina o ira santa, e ira humana; y segundo, que no es lo mismo ira que enojo.
     En cuanto a la diferencia entre ira humana e  ira divina, la primera se ha puesto de manifiesto en las citas anteriores del Eclesiastés y de la carta de Santiago. A éstas le podemos añadir una más: “Aléjate de las peleas y evitarás pecados, porque el colérico enciende peleas” (Eclo 28, 8). De esto se desprende que la ira humana puede tener consecuencias fatales, ya que, como todos los vicios capitales, el problema está en lo que llevan a hacer.
    Y como la envidia, la ira muchas veces ocasiona que más sufra quien la padece. Por ejemplo, ¿por qué irrita tanto hacer cola en un banco una mañana de sábado? Podría ser porque hay otras cosas que hacer, o porque sería preferible descansar apaciblemente en casa. Además, mientras se está de pie, mirando con enojo al cajero que parece que tarda demasiado en realizar cada movimiento, la molestia va en aumento, y la frustración es peor porque nada puede hacerse para desahogarse. Pero si se mira la escena pensando que el empleado tarda porque está haciendo su trabajo cuidadosamente y siendo amable con el cliente, cuando nos llegue el turno, ¿no es agradable pensar que recibimos la misma atención y cuidado?
     Por su parte, la ira divina tiene otra connotación que se entiende del Evangelio según san Juan (3, 36): “…el que no quiere creer en el Hijo no tendrá vida eterna, sino que recibirá el terrible castigo de Dios”. Lo que confirma san Pablo: “Como eres terco y no has querido volverte a Dios, estás amontonando castigo sobre ti mismo para el día del castigo, cuando Dios se manifestará para dictar su justa sentencia” (Rom 2, 5), y “Pues es justo que Dios haga sufrir a quienes los hacen sufrir a ustedes” (2 Tes, 1, 6).
     La ira divina se enciende solamente contra quienes se ponen voluntariamente contra Dios y contra quienes cometen injusticias e iniquidades, como lo afirma Isaías en los primeros versículos del capítulo 10. Por consiguiente, habría que tener clara la relación entre justicia divina e ira divina, y sumo cuidado conn las expresiones que empleemos. Los pasajes bíblicos enseñan que, a imitación de N. S. Jesucristo, es bueno el enojo inspirado por la sed de justicia y mantenido en un justo límite. El problema del ejemplo anterior muestra un acto en el que el enojo contra el empleado bancario no puede calificarse de bueno, pues no ha sido inspirado por un acto de injusticia, sino que podría haber un simple acto de egoísmo puro que desemboca en la intolerancia. Hay que recordar que en el mismo pasaje de san Juan, el relato termina con la frase que recuerdan los discípulos: “Me consume el celo por tu casa” (Sal 69, 9).
     El principal problema con la ira es que con frecuencia no aceptamos que somos nosotros mismos los causantes de ella. Una manera de enfrentarla es cuestionarnos para tratar de descubrir por qué una persona o una situación nos molestan tanto. Después de cada respuesta, añadir otro ¿por qué?, y así sucesivamente hasta llegar a la raíz. Para ser realmente libres, manifestemos el enojo con caridad contra causas injustas y trabajemos para controlar y modificar nuestras actitudes de ira injustificada, pues ello nos evitará úlceras y desvelos, y nos hará mejores personas capaces de amar y ser felices. Que el señor nos bendiga y nos guarde.

Antonio Lara Barragán Gómez OFS
Escuela de Ingeniería Industrial
Universidad Panamericana
Campus Guadalajara
alara(arroba)up.edu.mx

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