La gran importancia del Cuarto Mandamiento

    Es indudable que el Cuarto Mandamiento es uno de los más relevantes en el orden humano, porque es el germen de donde se va a desprender todo el amor que el Señor Jesús quiere que se viva en este mundo, donde sólo así será posible que germine el Reino de Dios.

¿Qué significa honrar al padre y la madre?

     Lo que primeramente tenemos qué comprender a fondo, es el significado de ese “honrar a padre y madre”, que viene desde tiempo inmemorial porque está inscrito en los mandatos de Dios.

     Honrar al padre y la madre se desprende de la nobleza que tiene en sí misma la vida, y en la cual nos toca, a cada uno, enaltecer, darles la dignidad y el respeto que merecen.

     Porque la vida procede de Dios y la ha dado a los seres humanos para que la multipliquen, la cuiden y la hagan más hermosa, más grande y más santa.

     Significa honrar la paternidad y la maternidad de Dios, que se expresa en mil formas en la naturaleza y en la creación de todo lo que existe.

     No sería lo mismo si nuestro mundo fuera un planeta de polvo, de piedras inertes, sin posibilidad alguna de vida.

Se honra a Dios en la familia

     Si comprendiéramos la grandeza que Dios ha querido dar a los seres humanos, de colaborar con Él en el misterio grande y sagrado de la vida, comprenderíamos también la importancia que tiene la familia en nuestro mundo y nuestra sociedad.

     La familia es producto de la semilla que siembra en su campo. Padre y madre escogen las mejores semillas, para que germinen sanas y lozanas y para que en un futuro den buenos frutos.

      Pero si nuestras familias están podridas desde adentro, ¿qué podemos esperar para nuestro mundo?

El mandamiento del amor es para todos

     Es cierto que el cuarto mandamiento parece dirigirse tan sólo a los hijos, pero son los padres quienes deben darles elementos que sustenten en forma efectiva el respeto y la estima que pretenden.   

Ninguno puede decir: a mí no me toca

     Todos y cada uno llevamos en nuestra humanidad el sedimento de una filiación humana y divina, y el germen de una paternidad y maternidad que nos obliga.

     Por tal motivo estamos obligados a recordar que la vida se nos ha dado como don, como privilegio y compromiso.

     Don gratuito que Dios nos regaló a través de nuestros progenitores, padre y madre, que nos dieron la vida y nos enseñaron a vivirla.

     Privilegio al recibirla, de tener la oportunidad de hacer algo en nuestro mundo, a favor de los demás y como realización propia.

     Compromiso de transmitirla a otros dándoles lo mejor, y sobre todo proporcionando elementos para que al ennoblecer su ser, sirvan para dar honor y elogio a quienes les dieron la existencia humana, y un dar un “gracias” grande y sentido a Dios, dueño de todo lo que vive y se mueve en el universo.

Para el futuro

     Es deseable que la familia sea el núcleo donde se construyan valores que sean viveros propicios de valores.

     Que tus hijos te recuerden como padre del cual recibieron vida, pero también apoyo y dirección para crecer y llegar a ser personas valiosas.

     Que tus nietos y bisnietos recuerden tu presencia maternal como lo más hermoso y dulce que recibieron al pasar por este mundo.

Otros padres y madres

Hombres y mujeres que no procrearon vida por sí mismos, pero que ayudaron a los otros a que encuentren el camino que les conduce a una existencia feliz, donde todos juntos caminamos por el mismo sendero hacia el futuro en donde Dios nos espera, y que desde siempre ha prometido a todos aquellos que le aman y viven conforme a su grande y único mandamiento de amor: Amarás a Dios y a tu prójimo como a ti mismo.

María Belén Sánchez   fsp