Jueves, 28 de Marzo 2024
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La corte de los Lores

¿Y si uno les llega a decir algo, aunque sea un tímido 'Oye, mira la calle', cómo reaccionan? En la mayoría, como micos rabiosos

Por: EL INFORMADOR

Hay, pues, un #LordDisculpas atrapado en el cuerpo de casi cada sujeto que maneje un auto en esta ciudad. ESPECIAL /

Hay, pues, un #LordDisculpas atrapado en el cuerpo de casi cada sujeto que maneje un auto en esta ciudad. ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (26/FEB/2017).-  Circula en las redes, desde hace unos días, un video en el que el conductor de una camioneta (al que se identifica, además, como funcionario de un juzgado local) se lanza a dar de empellones, a increpar y hasta amenazar a un hombre al que, aparentemente, acaba de llevarse entre las llantas. “¡Ya te pedí disculpas!”, le espeta, magnánimo, como toda concesión. Por eso lo etiquetaron como #LordDisculpas. “Bienvenido a redes sociales, amigo”, le dice la víctima al final de la grabación, mientras el ofuscado conductor se marcha.  

Lo último que se me ocurriría en el mundo es ponerme del lado de #LordDisculpas (aunque la proliferación cansina de “Lores” y “Ladys” en las redes hace pensar en si de verdad ganamos algo con su continua exhibición). Nada de eso: entiendo muy bien la ira del atropellado (que, por fortuna, parece no haber sido gravemente herido). “Deja de ir en el teléfono”, es lo que le reclama a ese agresor, que, como tantos otros miles de tapatíos, considera que sus comunicaciones son tan urgentes que le exigen ir chateando, tuiteando o mirando memes en vez de concentrarse en el volante.  

¿No vemos mil de esos cada vez que salimos a la calle? Mil o más. Abundan. ¿Y si uno les llega a decir algo, aunque sea un tímido “Oye, mira la calle”, cómo reaccionan? En la mayoría de los casos, como micos rabiosos. Hay, pues, un #LordDisculpas atrapado en el cuerpo de casi cada sujeto, hombre, mujer o quimera, que maneje un auto en esta ciudad.  

Hace una semana se corrió un medio maratón bastante vistoso. Yo, que camino pero no corro, me enteré solamente porque un tipo vestido con playerita brillante, y con un número en el pecho y otro en la espalda, tuvo a bien intentar dar un acelerón y colarse entre el auto en el que yo iba de copiloto y la cochera en la cual iba a ser estacionado. Esto, en una calle pequeña, de una sola cuadra, en domingo, a mediodía, sin nadie más circulando.

El tipo tuvo que dar un frenón cuando vio que no alcanzaba a meter el cofre de su auto pero no se cejó en su empeño de pasar por ese metro de asfalto antes que el vehículo que estaba delante de él. Como si su intento de rebasar estuviera justificado, manoteaba con desesperación porque no se le cedía el paso. Menos mal que el conductor iba acompañado por una mujer y unos niños aterrados, que lo miraban con azoro, porque sus gritos y manotazos dejaban claro que no había mucha diferencia entre #LordDisculpas y él. Tuvo que esperar su turno, pues, y luego se fue quemando llanta.

Queda claro que los conductores están estresados (tanto, que no sueltan el celular porque se acuerdan de inmediato de lo mal que está el mundo). Que las obras eternas en puntos clave de la ciudad, el exceso de automóviles, la defectuosa sincronía de los semáforos o las tristezas de la vida diaria los ponen de nervios. Que algunos de ellos, debajo de esa enorme presión, dejan salir el lado psicópata de sus personalidades y no dudan en insultar, agredir o maldecir a quien se les atraviese.

El problema es que los responsables de ello no somos, mayoritariamente, los peatones (claro que algunos peatones somos torpes o lentos al cruzar las calles pero nunca hemos provocado un embotellamiento). Ni, nos caigan como nos caigan, lo son tampoco los ciclistas, que al menos tienen una propuesta de cómo cambiar la movilidad local (que algunos se expresen como talibanes es otra cosa: las bicicletas no provocan el alud de accidentes diarios).

Mientras tantos tapatíos piensen que comportarse como orates al volante es un derecho fundamental, nada se resolverá.

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