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La Plaza de Armas de San Luis Potosí

Un tesoro para sus habitantes y un deleite para el viajero que llega a la ciudad

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (20/DIC/2015).- El corazón de San Luis Potosí es definitivamente la vibrante Plaza de Armas, donde palpita el buen ánimo de sus moradores y visitantes, sitio rodeado de pintorescas fachadas, que invitan a ser apreciadas, desde un ambiente sosegado, sin tráfico vehicular alguno.

Donde, “conviven armónicamente la arquitectura civil y la religiosa, la arquitectura del virreinato y del porfiriato con la contemporánea”. Jaime Ortiz Lajous nos comenta: “La plaza es el centro de la vida urbana; hacia 1813 se construyó un monumento a la Constitución, que fue demolido trece años después; posteriormente se construyó otro para conmemorar la rendición de San Juan de Ulúa bajo el Ejército del general potosino Miguel Barragán… también esta obra fue demolida en 1874, para levantar uno en honor de Hidalgo… fue a parar a la Alameda en 1889. Ya en plena época porfiriana se construyó un kiosco, que fue sustituido, el 25 de noviembre de 1948, por el kiosco actual”.

Nos despedimos de la bella mujer que sostiene con donaire la saliente cornisa de la Biblioteca y nos dirigimos a la Plaza de Armas. La preciosa escultura de Mercurio nos dio la bienvenida, pieza que posa en la cresta de la esquina ochavada, de un edificio mercantil porfiriano, de dos pisos, “dios romano que corresponde a la deidad griega de Hermes, protector de las actividades mercantiles”. Finca que ocupa una empresa tapatía.

Luego miramos el Palacio de Gobierno, de estilo neoclásico, de cantera gris y de dos pisos. Obra proyectada por Miguel Costanzó y concluida en 1827. Rafael Montejano Y Aguiñaga refirió: “En el segundo piso, como material para las bóvedas y aún en algunos muros se usaron, jarros en los primeros y cántaros en los segundos”.

La fachada principal, asimétrica debido a la ampliación al Sur en 1847, donde estaban dos casas de beneficencia. Cuatro pilastras jónicas abrazan la puerta del zaguán y dos puertas aledañas, arriba, balcones sencillos, el central con una réplica de la campana de Dolores, que fue adosada en 1960, al igual que el reloj, colocado sobre el cornisamento, para conmemorar el centenario de la Independencia, de caratula redonda, abajo, laureles y arriba los años, 1810-1910, rematado en semicírculo y a los costados, volutas, abajo se lee: PAX. JUS. LEX., a los lados, balaustradas con almenas. Recinto donde Juárez firmó la sentencia de muerte de Maximiliano. En su interior vimos, altos corredores, delimitados por columnas dóricas y arcos en medio punto, otros arcos se adentran a los corredores.

Después, recorrimos un andador de la plaza, animado por bonitos jardines, apreciamos el vistoso kiosco neoclásico de cantera rosa, con zócalo octagonal, con dos columnas en cada ángulo, cuatro escaleras, recibidas por columnas salientes rematadas con frontones triangulares, barandales con balaustres se unen a las balaustradas.

El recinto para los músicos, hace honor en su friso evocándolos: Manuel M. Ponce, Miguel Lerdo de Tejada, Alfonso Esparza Oteo, Genaro Codina, Ignacio Fernández Esperón, Guty Cárdenas, Mario Talavera y Julián Carrillo. Sobre el cornisamento, una barbicana con laureles y arriba, almenas. La cúpula, de ocho gajos y linterna, obra de Antonio Prieto Lorenz. Apreciamos la escultura de un señor de pie con traje y sombrero, que alimentaba alegremente a las palomas de la plaza, con las manos extendidas, una paloma en cada brazo y otra en su hombro izquierdo.

Ocupamos una banca, de donde contemplamos una señorial edificación, de distinguido y alto portal, su arcada en medio punto, en su segundo piso, corresponden con cada arco, una puerta, que ligan con un balcón corrido, las orilleras con balcón sencillo. Espacio que ocuparon las Casas Reales, posteriormente sirvió como cuartel hasta 1835, año en que el ayuntamiento vendió a Antonio Rodríguez, quien empezó a construir la actual finca, una parte la ocuparon comercios, por ende llamaron parián. Para 1892 lo adquirió para su residencia el obispo Montes de Oca, quien terminó la obra, con suntuosa biblioteca y peculiar salón de música. En 1915 fue expropiada y destinada para Palacio Municipal.

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