Suplementos | Se ha abierto un debate global sobre la vigencia de los instrumentos ¿Han muerto las encuestas? Se ha abierto un debate global sobre la vigencia de los instrumentos Por: SUN 3 de julio de 2016 - 01:25 hs Las encuestas electorales se encuentran en una profunda crisis. EL INFORMADOR / S. Mora GUADALAJARA, JALISCO (03/JUL/2016).- Ocho de la noche del domingo 5 de junio, Manlio Fabio Beltrones, presidente nacional del PRI, infla el pecho en conferencia de prensa y afirma enfático: ganamos nueve de las 12 gubernaturas en juego. El PRI confirmaba con un auténtico zarpazo electoral, su hegemonía territorial en México. Domingo 26 de junio, se consumó “el sorpasso”, Podemos se convierte en la primera fuerza política de la izquierda española, supera al Partido Socialista y tiene posibilidades de formar Gobierno con Pablo Iglesias a la cabeza. Jueves 23 de junio, los mercados se tranquilizan: los británicos votan abrumadoramente a favor de quedarse en la Unión Europea, los malos augurios del “Brexit” se esfuman. Así hubiera terminado junio si las encuestas de salida hubieran perfilado adecuadamente el resultado final en México, España y Reino Unido. En un espacio de 18 días, las encuestas han demostrado su falibilidad. Y no cualquier encuesta, los llamados estudios “de salida”, aquellos que se hacen a pie de urna y que tienen un margen de error menor que las encuestas previas al día de los comicios. ¿Qué está pasando con las encuestas? ¿Falta de honestidad de los profesionales de la demoscopia? ¿No tenemos buenos encuestadores que logren reflejar el sentimiento popular con relación a un tema en específico? ¿Será que la sociedad, su complejidad, sobrepasó a las técnicas de los encuestadores y las muestras actuales son insuficientes? Parece haber un consenso: las encuestas electorales se encuentran en una profunda crisis. La crisis no es sólo de credibilidad -mucha gente le tiene más fe a Walter Mercado o a los horóscopos que a los ejercicios demoscópicos-, sino también de funcionalidad y hasta de métodos. En un extenso reportaje publicado por The Atlantic, la revista de debate político y cultural de Estados Unidos, llegan a la conclusión de que las encuestas no han sabido interpretar la forma en que la ciudadanía ha modificado sus identidades políticas y la maleabilidad de las opiniones. En un entorno de mucha información, de redes sociales que son imposibles de controlar, la información se vuelve cada vez más poderosa y tiene más posibilidad de influir en las decisiones políticas de los ciudadanos. Los encuestadores, muchos de ellos, siguen encuestando con las técnicas del pasado, con los viejos cuestionarios y pensando que poco o nada ha cambiado en el mundo. Resulta paradójico cuando vivimos un tiempo en donde la forma de recopilar información se ha transformado profundamente. Por ejemplo, cómo diseñan las empresas sus estrategias. Muchas de ellas están mudando a esquemas más eficaces de recopilación de información en internet. Nada nos describe más a nosotros mismos que las páginas web que visitamos, los amigos que tenemos en Facebook, a quién seguimos en Twitter y cuáles son nuestros hobbies. Los “clicks” son huellas que se convierten en información privilegiada que venden los grandes navegadores de internet y hasta los operadores de las redes sociales. Dicha transformación no existe ni por asomo en las encuestas electorales. Las encuestas telefónicas siguen primando en el mercado, cuando sabemos que tienen sesgos que realmente hacen inútil el estudio. Los sesgos no sólo se dirimen por la cantidad de mexicanos que no tiene teléfono fijo, por motivos económicos, sino también la inmensa mayoría de los jóvenes en las ciudades que ya ni de broma adquieren una línea fija en su casa. De la misma forma, muchas encuestadoras siguen extrayendo la información vital de sus encuestas de las páginas blancas, partiendo de un universo demasiado endeble. A estos sesgos hay que añadirle que vivimos en mundo celoso de los datos personales, celoso de la privacidad y de compartir voluntariamente información. Las tasas de no respuesta en las encuestas rozan máximos históricos y los encuestadores no están sabiendo traducir con eficacia y precisión la voluntad electoral de los ciudadanos. No basta con construir una buena muestra para ser un encuestador confiable, lo más importante es que cocinas y le otorgas valor a todas esas incógnitas que te plantea un estudio demoscópico. Mejor información y mejores métodos de procesamiento, los encuestadores se han quedado viejos. Otro elemento crucial para entender el desprestigio de las encuestas es su disposición a jugar el papel sucio en una elección. El mercado ofrece encuestas de todo tipo, desde las series con muestras representativas y un compromiso con la precisión, hasta las “patito” que te ofrecen ponerte sobre una hoja en blanco lo que requieran tus intereses. Esta propensión a buscar el dinero rápido y sin escrúpulos, ha provocado que los ciudadanos se la piensen antes de creer en una encuesta. “Las encuestas están ahí para mentirnos cada elección”, me decía un joven amigo politólogo. Las encuestas se convierten en instrumentos de propaganda, que articulan tanto a los encuestadores que necesitan dinero, como a los partidos políticos que quieren mandar un mensaje de que van ganando o están remontando, hasta los medios de comunicación que se prestan a fungir de altavoz propagandístico. Esta colusión desencanta al ciudadano y hace que las encuestas, muy importantes en democracia, se vuelvan propaganda barata. De la misma forma, las encuestadoras no han abonado a dotarse de mayor credibilidad, porque muchas de ellas operan en la más franca secrecía. En otros países han dado pasos importantes en materia de exigir a las encuestadoras cumplir con requisitos metodológicos, transparentar oportunamente quien paga la encuesta y abrir los datos ante instancias adecuadas. En México, en materia electoral, existen lineamientos que marca la autoridad, sin embargo o se presentan tarde los datos o no se cumplen con los requisitos. Es de lamentar que ante la crisis de credibilidad que viven, los encuestadores no estén dispuestos a ser más transparentes con los ciudadanos. Así, una combinación entre falta de creatividad para hacerse llegar de información de calidad y estudios hecho a modo, tienen a las encuestas en una profunda crisis de credibilidad y aceptación social. Y añadiría un tercer elemento: el uso editorial, muchas veces insoslayable, que hacemos los medios de comunicación cuando se presentan las encuestas. Las campañas son, por naturaleza, momentos políticos de abundante información. No digo que ésta sea de calidad, pero en un pequeño periodo de tiempo, el ciudadano recibe información del pasado, el presente y el futuro de una comunidad política. Si una campaña quiere mover hacia un lado o hacia otro la preferencia política de un individuo, debe introducir información sobre los asuntos que cree que fortalecerán a su opción política. Por ello, las encuestas son tan apetecibles. Con unos cuantos números, para la opinión pública, todo está dicho. Nadie puede contradecir una encuesta, ese sería el razonamiento, tiene una base científica que excede cualquier consideración de otra índole. Ese empoderamiento, que se está esfumando, de la demoscopia forma parte de la decepción que vivimos actualmente. A los encuestadores los elevamos a oráculos, capaces de analizar el presente y predecir el futuro. Es cierto, un encuestador siempre te dice lo mismo: nuestros estudios no son pronósticos. Hacemos diagnósticos, fotografías del momento, nos reiteran. Sin embargo, parecen todo menos fotografías. Cuando analizamos los resultados electorales, frente a la última publicada -una semana antes de votar-, resulta increíble que el promedio de error de las encuestadoras mexicanas es de nueve puntos porcentuales. Ulises Beltrán, director de BGC, lo aceptó: nuestro promedio de error es superior al de otros países como Estados Unidos. Una serie de fotografías, en un periodo de tiempo y más si no existe un gran acontecimiento de por medio, tendrían que tener algo de correspondencia, una cierta lógica. Recordemos que en 2012, el promedio de las encuestas le daba a Enrique Peña Nieto una diferencia de 17 puntos sobre López Obrador -fueron seis puntos al final-. Y qué decimos de la elección de Jalisco, hubo estudios que situaron a Enrique Alfaro como cuarto lugar, detrás de Fernando Guzmán y alguna desorientada hasta de Fernando Garza. Si no hay un elemento disruptivo de gran calado, bloqueos como los del primero de mayo o el “Brexit” en la última elección española, lo de la “fotografía del momento” es un salvoconducto para no asumir responsabilidades. La crisis no es de las encuestas, la crisis es de los encuestadores. La herramienta como tal es fundamental para entender nuestro mundo y saber cómo pensamos. Los errores de los últimos años han minado la credibilidad del instrumento y he escuchado voces que claman su prohibición. Nada sería más lamentable que prohibir un canal de acceso a información para los ciudadanos, mientras los políticos hacen estudios privados que los dotan de información. Un elemento sí se deben regular: transparencia en las encuestas públicas, quien paga y todos los datos necesarios para que el ciudadano se haga una imagen de qué tipo de información recibe. También, los medios de comunicación debemos ser más cuidadosos a la hora de fundamentar una determinada línea editorial simplemente en los datos que arroja una encuesta. La crisis es una oportunidad para revisar los métodos, entender que en el siglo XXI hay formas más innovadoras de hacerse de información y que los modelos que acompañan el diseño e interpretación de las encuestas deben cambiar. Las encuestas no han muerto, pero su mayor riesgo es caer en la irrelevancia y en la inutilidad. Temas Tapatío Enrique Toussaint Orendain Lee También Samuel Kishi y su cine que cruza fronteras y generaciones Un museo vivo: Experiencias y arte en el Cabañas La gran estafa que nos hizo “americanos” Sociales: André e Isabella reciben la Primera Comunión en familia Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones