Lunes, 13 de Octubre 2025
Suplementos | Vicente García Remus

Hacienda don Nicolás

En la orilla Sur de la Laguna Sayula, cerca de la acequia “El Pirul”, se localiza la agradable Hacienda don Nicolás

Por: EL INFORMADOR

De la Casa del Lago, regresamos por el camino de Usmajac a Sayula, y pasando El Zopilote, viramos a la derecha por el bonito camino a la Hacienda don Nicolás. Alfonso López Enriquez, me platicó del lugar, yo supuse que se trataba de la Hacienda San Nicolás, que fue de Juan Manzano y está por este rumbo. Alfonso me aclaro: “No es santo, es don, y es finca nueva”.

Finca que se levantó en tierras de la hacienda Tamaliagua, de la familia Bovadilla, comprendía 1,875 hectáreas y eran también dueños de Los Puentes (3,487 h.), Isolo (1,133), granja J. Bobadilla (422) y El Reparo. La hacienda vecina fue Amatitlán, de Nicolás de la Peña y tenía 7,715 h.

Otras estancias sayulenses del porfiriato fueron: Santa Cruz el Alto (253), de Paublino Preciado; Santa Cruz el Bajo y El Melchor, de Juan Preciado; La Pila, de Jesús Pérez Romero; El Capulín, de Felipe Villalvazo y Agua Zarca, de José Villalvazo. Ranchos: La Morett, Los Olivos, Los Izotes, La Quinta, Teltiltic, De Montaño, Las Palmas, Santa Inés y el de Mariano Agraz.

Luego de unos potreros de oro verde, Diego atisbó emocionado unos altos toboganes y los señaló gritando: “papá, mira” y Andrés agregó: “casi llegamos tío”. En breve entramos a la “Hacienda don Nicolás”. Los niños corrieron a cambiarse y para pronto estaban conociendo las albercas, primero fueron a la alberca infantil, aunque ya no están tan infantiles, pero creo que lo niño siempre está latente.

 De un castillo y de una torre, serpentean  varios toboganes, unos abiertos y otros cerrados, hasta tocar el espejo de la enorme alberca. Una barcaza, subida a unas piedras, sirve de resbaladero, otro resbaladero es la lengua de una gigante rana. Varios niños gozaban de la fantasiosa alberca, hasta se olvidaban de la comida… Después los acompañe a la increíble alberca con olas, donde jugamos con las olas por largo tiempo.  

Posteriormente, miramos un estanque, delimitado por grandes piedra, y con lirios floridos, después lo cruzamos por un puente de madera, que zigzaguea en su trayecto. A un costado del estanque, un brincolin invitó a los niños a echar unos brincos y unas maromas. Después subimos a un kiosco, de donde vimos diversas canchas deportivas. En seguida nos echamos un clavado en la alberca cercana al hotel y nadamos un buen rato, el agua estaba deliciosamente fresca.

Posteriormente fuimos a la alberca circular, ubicada a un costado de una atractiva palapa. Por último gozamos de los fabulosos toboganes que serpenteaban y bajan drásticamente, provocando una fabulosa sensación, son dos: el azul, que serpentea dos veces y el amarillo, más alto y rápido, serpentea una vez y levemente para llegar a un hongo y luego caer a una alberca circular.

Los niños no se cansaron en tirarse y yo disfrutaba ver como salían de los toboganes. Más tarde, subimos al segundo nivel de un octágono, a degustar unas ricas hamburguesas, contentos del regocijo que nos brindaron las albercas.

En los albores del siglo pasado, Sayula contaba con dos hoteles: “El Progreso” de Jesús G. de Valencia y “El Pacífico” de Leocadia Carreón.              

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