Domingo, 12 de Octubre 2025
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Francisco, lo que sí dijo

El Papa pasó por tierras mexicanas con un discurso crítico al alto clero, una reivindicación de la disidencia al interior del catolicismo y una condena enérgica a la exclusión y la devastación medioambiental, ¿Debió de haber dicho más?

Por: EL INFORMADOR

La revisión de los discursos de Francisco nos arroja una realidad: no hubo homilía que no contemplara alguna mención sobre corrupción. EL INFORMADOR / Santiago Mora

La revisión de los discursos de Francisco nos arroja una realidad: no hubo homilía que no contemplara alguna mención sobre corrupción. EL INFORMADOR / Santiago Mora

GUADALAJARA, JALISCO (21/FEB/2016).- La visita del Papa no dejó indiferente a nadie. El conservadurismo católico sigue desencajado por la apertura papal, al menos discursiva, a asuntos tan espinosos como el homosexualismo o el aborto. Perciben al Papa como un Pontífice no doctrinario, más absorbido por la “agenda social” que por las cuestiones de la fe. La izquierda juzga de tímidos los gestos del Papa, le piden más compromiso con la denuncia a los pederastas de la Iglesia, condena a los gobiernos corruptos y pasos más rápidos en la reforma de la Iglesia. Francisco, emociona a muchos, pero al final no dijo lo que los comentócratas querían. La narrativa del Papa conjugó alto simbolismo con una dosis de cercanía popular. Un Papa que quiso enfatizar en su discurso ya no el México de siempre, mestizo, homogéneo y fielmente católico, sino un México diferente. Un país que se mueve entre múltiples contradicciones y en donde los más vulnerables son el indígena chiapaneco, que vive con menos de treinta pesos al día; el proletario de Ecatepec, base del desarrollo de la capital nacional, pero marginado bajo cualquier óptica; el migrante mexicano, discriminado en Estados Unidos y olvidado en México; los jóvenes en Michoacán, con empleos precarios y sin acceso a la educación pública, con un horizonte en donde el crimen parece la única salida.

El Papa no habló de lo que muchos queríamos que hablara. Que condenara, con franqueza y sin ambigüedades, el hecho de que México es un país en donde desaparecen miles de personas al año ante un Estado incapaz, y muchas veces directamente involucrado. Que la corrupción no es un asunto de algunas “manzanas podridas”, sino un problema sistémico y estructural en nuestro país. Que les diera visibilidad a las víctimas de sacerdotes que han extraviado su camino, y que si bien no comprometen la fe de muchas personas, si ponen en tela de juicio la credibilidad de aquellos que han elegido el sacerdocio como su forma de vida. No, el Papa decidió no pisar esos fangosos terrenos. Es cierto, el Papa privilegió la diplomacia en asuntos que comprometían a la Presidencia de la República y no creo que haya sido por timorato o por falta de sensibilidad, sino porque privilegió otra vía: la conciliación, el gradualismo y el simbolismo. El Papa no citó ni nombres ni apellidos, no cedió ante la exigencia de convertirse en el juez que deslinda responsabilidades. Sin embargo, su lejanía de dicha narrativa no significa que no haya dicho nada: el Papa habló y los discursos quedarán ahí para la historia.

Pobreza, migración e indigenismo

Francisco colocó a la pobreza y la injusticia económica como ejes vertebradores de su narrativa. En Ciudad Juárez, en Morelia y en San Cristóbal de las Casas, es indiscutible que el Papa trazó una ruta entre inclusión y exclusión, con una condena enérgica a un sistema económico que genera pobreza y desigualdad como regla general. La migración es un ejemplo de este despojo territorial que rasga en lo más profundo a millones de mexicanos y que, a juicio de Francisco, es una crisis humanitaria.

“Esta tragedia humana que representa la migración forzada hoy en día es un fenómeno global. Esta crisis, que se puede medir en cifras, nosotros queremos medirla por nombres, por historias, por familias. Son hermanos y hermanas que salen expulsados por la pobreza y la violencia, por el narcotráfico y el crimen organizado. Frente a tantos vacíos legales, se tiende una red que atrapa y destruye siempre a los más pobres. No sólo sufren la pobreza sino que además tienen que sufrir todas estas formas de violencia. Injusticia que se radicaliza en los jóvenes, ellos, “carne de cañón”, son perseguidos y amenazados cuando tratan de salir de la espiral de violencia y del infierno de las drogas. ¡Y qué decir de tantas mujeres a quienes les han arrebatado injustamente la vida!”. El migrante como el símbolo de la exclusión, el despojo y la marginación, como un errante que se enfrenta a un mundo que lo desarraiga y lo condena a la pobreza estructural. Nos hubiera gustado que denunciara a Trump o al Gobierno Mexicano por convertir al país en una máquina que expulsa migrantes a granel, sin embargo detrás de frases como la anterior está delineado el problema estructural: la injusticia, los feminicidios, la pobreza, la violencia.

Como jesuita, el Papa Francisco tiene especial sensibilidad hacia la exclusión étnica que afecta a tantas comunidades indígenas. Otra vez, la exclusión indígena tiene nombres y apellidos, hay responsables que no dan la cara por la permanente violencia hacia las primeras naciones mexicanas, y la Iglesia tampoco había hecho ningún acto de contrición. El Papa visibilizó al México profundo. Un país de países, una nación de naciones. Y no sólo reivindicó a las comunidades indígenas como el folclor digno de un llaverito zapatista o como síntesis de un mensaje políticamente correcto. El Papa fue más allá, habló del papel “corrector” de la sabiduría indígena en el mundo de hoy. “Muchas veces, de modo sistemático y estructural, vuestros pueblos han sido incomprendidos y excluidos de la sociedad. Algunos han considerado inferiores sus valores, sus culturas y sus tradiciones. Otros, mareados por el poder, el dinero y las leyes del mercado, los han despojado de sus tierras o han realizado acciones que las contaminaban. ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón!, perdón hermanos. El mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes”. Reivindicar el indigenismo mexicano es en esencia el reconocimiento del México plural y diverso, de ese país que de acuerdo a todas las encuestas, es el que comienza un lento, pero sostenido, distanciamiento del credo católico. Por algo será que Chiapas es hoy en día el Estado con menos catolicismo del país. El perdón apareció, la disculpa pública que aparece como signo de reconciliación con comunidades afectadas por cinco siglos de marginación sistemática. 

Corrupción y el alto clero

Y sí, el Papa habló de corrupción. La revisión de los discursos de Francisco nos arroja una realidad: no hubo homilía que no contemplara alguna mención sobre la corrupción. E hizo una crítica, inédita, a los atavismos del alto clero mexicano, a su propensión endémica a privilegiar a los poderosos y a distanciarse de los más necesitados. Un regaño en toda la extensión de la palabra, un correctivo en el que el Papa decidió empeñar el discurso más longevo de su visita. “Sean por lo tanto obispos de mirada limpia, de alma transparente, de rostro luminoso. No le tengan miedo a la transparencia. La Iglesia no necesita de la oscuridad para trabajar. Vigilen para que sus miradas no se cubran de las penumbras de la niebla de la mundanidad; no se dejen corromper por el materialismo trivial ni por las ilusiones seductoras de los acuerdos debajo de la mesa; no pongan su confianza en los “carros y caballos” de los faraones actuales, porque nuestra fuerza es la “columna de fuego” que rompe dividiendo en dos las marejadas del mar, sin hacer grande rumor”.

¿Cómo interpretar que el Papa haya dedicado su discurso más largo y punzante a la realidad interna de la iglesia y la actitud de los obispos mexicanos? Una señal clara de que Francisco percibe que el problema se encuentra en casa, de que eran momento de revolver las aguas a su interior y dar un correctivo de magnitud. Su mala relación con el Cardenal Norberto Rivera y con buena parte de la cúpula eclesiástica en México, quedó de manifiesto durante prácticamente toda la visita.

El medio ambiente, por último, fue también una prioridad para Francisco. Desde la encíclica “Laudato Sí”, el Papa ha buscado que la naturaleza se convierta en una referencia de su papado. La naturaleza como sujeto, alejándose de las visiones positivistas que reinaron en la Iglesia Católica y que le negaban sustancia de derecho a la naturaleza. Se veía la condena del capitalismo global, y su ulterior impacto en el medio ambiente, como algo de marxistas renegados, izquierdistas sin remedio. Así lo dijo el Papa en México: “Frente a estas formas, la creación también sabe levantar su voz; esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla. La violencia que hay en el corazón humano, herido por el pecado, también se manifiesta en los síntomas de enfermedad que advertimos en el suelo, en el agua, en el aire y en los seres vivientes. Por eso, entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que “gime y sufre dolores de parto”. A muchos grupos conservadores les gustaría que el Papa hubiera dedicado horas a hablar del aborto, de las amenazas del homosexualismo y de la relatividad moral, pero el medio ambiente es un tema que une, no que separa, y que abona a la ruta de conciliación que plantea el Papa.

El Papa no dejó conforme a los extremos. Las inconformidades por lo que no dijo el Papa son manifiestas, sin embargo es difícil pensar en algún tema, estructural de nuestro país, que Francisco haya esquivado. Incluso, la visita del Papa a la tumba de Samuel Ruiz fue también un gesto de reconciliación con esas miradas alternativas al interior del catolicismo, muchas veces vilipendiadas y juzgadas severamente por el alto clero nacional y por el Papa Juan Pablo II. Corrupción, pobreza, desigualdad, marginación, explotación y despojo, todo estuvo en el discurso de Francisco. El Papa no cedió ante una exigencia de politización de su visita y apostó por un mensaje que mezcló correctivos y esperanza, relevancia sobre coyunturalidad. Nos hubiera gustado verlo con las víctimas de pederastia o con los familiares de los desaparecidos, lo cual no nos debe llevar a pensar que el Papa no se puso del lado de las víctimas y los débiles, en San Cristóbal de las Casas o en Ciudad Juárez. Decir que el Papa vino a decir nada, es un reduccionismo que no se ajusta a la realidad.

Tapatío

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