Faro de Bucerías: un tesoro de México

GUADALAJARA, JALISCO (06/DIC/2015).- Hablar y recordar el Faro de Bucerías, ubicado en el estado de Michoacán, me remonta a la época de mis inicios como buceadora. Era estudiante de biología en la Universidad Autónoma de Guadalajara, apenas recién llegada de mi tierra natal y con el cordón paterno-materno muy arraigado. No fue fácil convencer a mis padres para que me dejaran viajar y practicar el deporte que me encantaba.

Por fortuna tenía de mi lado a mi papá; siempre conseguía su permiso, argumentando que los viajes serían un gran complemento para mi formación como bióloga, y era cierto. Por supuesto no les daba detalles de los lugares, algunos remotos, a los que iba ni les explicaba que esos viajes eran con el propósito de bucear;  eso hubiera sido un martirio para ellos. Si supieran que  los tiempos  actuales son más peligrosos que antes…Desafortunadamente.

Entre el Faro de Bucerías y Guadalajara hay 330 km. Es un tesoro mexicano donde abunda la belleza y la tranquilidad. Está situado en el municipio de Aquila y conserva el mismo sabor que tenía cuando llegué ahí por primera vez. En Guadalajara no había escuelas de buceo, aunque en la facultad de Biología de la UAG había varios estudiantes  que lo practicaban; no sé exactamente cómo fue que se involucraron en esta actividad, lo importante es que  me integré con algunos de ellos y así, surgí como buza y después, como instructora. 

Recuerdo que en una reunión de biólogos me enteré que existía un lugar con playas vírgenes y alejadas del turismo; se referían a la costa de Michoacán. Una de las estudiantes tenía el proyecto de realizar su tesis acerca de Maruata, otra playa bellísima cercana al Faro de Bucerías. Hizo una invitación general para conocer el lugar y la probabilidad de participar en dicho proyecto; así que un grupo de amigos aceptamos ir.
El plan era pasar unos días de campamento, porque no existía ningún hotel, bungalow o lugar donde dormir; además, el reducido presupuesto de estudiante era factor determinante para acomodarnos en una casa de campaña. 

Salimos de Guadalajara rumbo a Tecomán, Colima y de ahí, después de 88 km y pasando por poblados como La Placita, La Ticla lugar para los surfistas y San juan de Alima entre otros, llegamos al Faro de Bucerías. Era el lugar más espectacular que había visto; una playa que parecía desierta, con muy pocas palapas, sin ningún servicio, pero con un encanto muy especial.

Ahí fue donde conocí a Angelita, que con el tiempo se convirtió en amiga. Angelita, al igual que los habitantes de su generación, proceden de las montañas; son parte de la etapa en la que los centros de población vivían de la agricultura y estaban alejados varios kms de la costa. Este legado se conserva hasta el presente, pues se habla náhuatl en varias poblaciones cercanas, incluyendo al Faro, como comúnmente le llamamos y Maruata.

Aquella tarde de aquel primer viaje, los pescadores ya habían regresado de su jornada de trabajo, trayendo a la playa pescados y kilos de langosta para la venta o consumo personal; lo primero que hicimos fue instalarnos y entablar conversación con la gente, lo que me dio la oportunidad de tener una de las experiencias más inolvidables en el transcurso de mi carrera: bucear con compresor y manguera.

El equipo scuba es independiente; es decir, que los tanques y el resto del equipo te permiten moverte a cualquier dirección, pero con el sistema de manguera dependes del compresor que está en la lancha y que manda el aire que le llega al buzo por ese medio; la boquilla se coloca en la boca para poder respirar; el aire llega a una presión menor de la que se necesita y esto hace difícil la inhalación. Pero todo era novedoso. Bucear con pescadores que iban tras la langosta y verlos actuar con aquella destreza y seguridad, me hizo olvidar la dificultad de jalar aire a los pulmones. Esa noche junto con ellos cenamos langosta asada, en las brasas que formaron juntando piedras y sobre ellas, un comal.

Después de aquel viaje que nunca olvidaré, mis visitas fueron muy frecuentes; después de que me convertí en instructora de buceo e inicie la escuela, el Faro, como comúnmente le llamamos, fue un destino común dentro de las actividades de la escuela, con la intención de que los alumnos conocieran este espectacular rincón de México. En las playas colindantes arriban tres tipos de tortugas marinas: La laúd, la golfina y la negra, las cuales en la actualidad, están en vías de extinción por la desmedida pesca de las mismas. Los restos del barco hundido lo hacen un lugar divertido y entretenido para aquellos que bucean. Actualmente, algunos de los hijos de Angelita y parte de la población  emigraron a otros lugares, ya que el futuro de esta generación no tiene un gran presente por los disturbios y problemas que existen en la región. Ojalá que pronto llegue la paz por el bien de todos y así  reanudar los viajes y disfrutar de este hermoso paraíso mexicano.

Historias de barcos

Durante la Colonia la población no se acercó al mar, pero en 1830, un párroco local —de las costas de Michoacán— capacitó a sus feligreses en la obtención del carey y la extracción de perla por buceo, lo que probablemente dio origen al nombre de Bucerías.

Al principio del siglo xx, un barco pesquero japonés chocó con las rocas que están enfrente del parador, por eso construyeron un faro para alertar a los barcos mercantes que llevaban maderas preciosas y otros bienes al sur de Michoacán; y quizá así se formó el nombre completo: el Faro de Bucerías. Hoy se bucea en lo que quedó de aquel barco, en el que se alojan miles de organismos y es hogar de bellos cardúmenes de peces.

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Por. Biol. Irma María Beltrán