Escuela del Rebozo Santa María del Río

GUADALAJARA, JALISCO (28/JUN/2015).- Frente al Jardín Hidalgo, en la esquina de las calles: Pascual Hernández Segura y María Dolores Jiménez y Muro, se encuentra una bella finca, la puerta sobre la primera calle, entre dos ventanas verticales con forja y dos puertas de dos hojas, en altos, dos balcones corridos con dos puertas cada uno, entre ellos un letrero reza: “Gobierno del Estado, Escuela del Rebozo Santa María del Río”. Y otro letrero dice: Situada en una antigua hacienda que data del siglo XVIII, esta escuela única en todo el país, enseña a los interesados las distintas técnicas de elaboración de este producto artesanal.

El visitante puede observar el proceso completo de fabricación de la prenda, que dura de 30 a 60 días en promedio y consta de 15 pasos. La historia no señala quién enseñó a los indios esta ocupación pero se cree que fue alrededor del año 1764. Las mujeres de Santa María aprendieron a hacer rebozos para con ellos cobijarse o para cargar y arrullar un niño.

Surgió también como respuesta a la necesidad de las mujeres mestizas de una prenda para cubrir sus cabezas al ingresar a los templos. Así, mientras que para algunas era una prenda que refleja solvencia económica, para otras era una prenda versátil que ayudaba en las labores cotidianas como abrigo, cuna, mortaja, etc. El rebozo puede ser un aditamento del vestuario, tan elegante o casual como se desee.

Es una prenda considerada símbolo nacional de la mujer mexicana, que en los últimos tiempos se ha convertido en un símbolo estilizado de distinción. Distinguidas y famosas damas, ya sea mexicanas o de otras latitudes, han utilizado y lucido estas prendas que son reconocidas por su calidad y por sólo fabricarse en este lugar.

El taller-escuela de rebozos surge alrededor del año 1950, con la finalidad de rescatar la añeja tradición de la elaboración de esta prenda, así como acrecentar la fama de esta tan significativa artesanía. Por eso Santa María del Río se considera la “cuna o capital del rebozo”. Desde entonces los estudiantes han aprendido cómo teñir hilos jaspeados (ikat), cómo tejer con el telar de cintura, casi de la misma manera que en la época prehispánica.

Nos adentramos a la fantástica Escuela y fuimos maravillados por sus rebozos de seda o artisela, de rica variedad de diseños, con vivos colores, unos lisos (chalinas) y, por los portales de su patio, cuatro, delimitados por columnas cuadradas, capiteles dóricos y arcos en medio punto, dos al frente y tres a los costados, formando un romántico rectángulo, un pozo con brocal en la esquina izquierda y macetas con variadas plantas por doquier. En sus corredores se asoman algunas ventanas de los salones y ligan unas puertas y la escalera que conduce a la planta alta, que presume de tres corredores cubiertos.

La Feria del Rebozo, se celebra la primera quincena de agosto de cada año, festejando a la Santa Patrona, la querida Virgen de la Asunción, feria en la que se muestran expresivos tejidos. El rebozo más hermoso del país es sin duda el de Santa María, es de un tejido suave y sumamente delgado, tan delgado, que pasa con facilidad a través de un anillo, prenda que se guarda en una bonita caja de madera taraceada. La Escuela taller, ganó en 2002 el Premio Nacional de Artes y Tradiciones Populares. 

Agustín Barrios Gómez, escribió: “Entre los apretados pliegues de aquel rebozo nace el niño indio, y bajo su amparo se acurruca contra el pecho maternal, buscando el dulce calor del seno moreno que lo amamanta… Crece la niña, y, con gracia ingenua, pronto sabe envolver su feminidad en el rebozo”. La prenda mestiza de fabulosa urdimbre, se manifiesta terciada en los cantos y bailes, prenda que medio cubre caras bellas, pechos firmes, hombros atractivos y brazos bonitos. “Tápame con tu rebozo, que me estoy muriendo de frio”.