¿Es malo ser rico?

     Hace muchos años, cuando aparecieron algunos juegos de concurso en el que el ganador podía hacerse millonario, me llamó la atención la historia de uno de los primeros ganadores de pronósticos, quien después de acertar a todos los partidos de futbol, de la noche a la mañana se descubrió convertido en un flamante millonario.
     Antes de eso, el hombre se mantenía trabajando en un pequeño taller de su propiedad;  el artículo mencionaba que, una vez que el hombre tuvo su dinero, cambió radicalmente su manera de vivir: compró una mansión, un automóvil de lujo con chofer a la puerta, ropa costosa y muchas cosas más. El detalle es que al poco tiempo comenzaron los problemas, primero con los parientes lejanos que comenzaron a aparecer para pedir dinero, y finalmente conflictos graves con su esposa, a la que terminó abandonando. Para el tiempo en el que el artículo se escribió, el hombre vivía como ermitaño, solo y encerrado en su casa por temor a que alguien le robara su dinero.
     Esto me viene a la mente, porque en la lectura del día de hoy, San Lucas refiere que Jesús endechó a los ricos diciendo “¡Ay de vosotros, los ricos! ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados! ¡Ay de los que ahora reís!”. La pregunta obligada, entonces, es ¿Es malo ser rico? ¿Por qué Jesús dijo esas palabras? ¿A quiénes se refería?
     Mi opinión es que ser rico no necesariamente es malo, pero puede ser peligroso. Hay peligros que van relacionados con la riqueza y de los cuales no tiene caso abundar, ya que se trata de situaciones cotidianas actuales cada vez más abundantes. Hay otro tipo de problemas que tiene el rico, que se relaciona con la envidia que puede despertar en otros, así como las críticas o cuestionamientos sobre su manera de vivir.
     Pero el peligro más grande tiene que ver con lo que la riqueza puede producir en el corazón: soberbia y falta de fe. Tristemente, es común encontrar en personas adineradas una actitud de menosprecio por los demás, abusando de la gente por el hecho de tener dinero, y viviendo impunemente por la protección que su dinero les da. La soberbia es un pecado que Dios detesta, porque no le permite a la persona reconocer a Dios y a otros como la fuente de su riqueza. Todo lo que nosotros somos y tenemos, es el resultado de la inversión de los demás, así como de la generosidad de Dios, pero un corazón soberbio nunca lo aceptará.
     Por otro lado, la persona rica difícilmente buscará la ayuda de Dios para enfrentar algo que puede solucionar con dinero. Pongamos el ejemplo de una persona  pobre cuyo hijo se enferma y necesita atención médica, pero no tiene dinero. ¿Qué puede hacer? Quizá intente conseguir dinero en alguna parte, pero muy probablemente también clamará a Dios pidiendo que sane a su hijo. Una persona rica, por otra parte, ¿qué es lo primero que hará? Tomar el teléfono y hacer una cita urgente con el mejor especialista, para que su hijo reciba la mejor atención posible; en esas condiciones,  ¿se acordará primero de pedir a Dios por su hijo? Difícilmente.
     De manera que ser rico no es pecado, ni es algo malo, pero tiene sus peligros de los cuales hay que cuidarse, ya que Dios quiere que le busquemos a Él como la fuente de toda provisión y para resolver toda necesidad. Como quiera que sea, independientemente de la situación económica que usted y yo tengamos, podemos acercarnos confiadamente a Dios, quien siempre estará dispuesto a hacer lo que es mejor para nosotros.


Angel Flores Rivero
iglefamiliar@hotmail.com