Suplementos | Un adolescente que vive a la vuelta de la casa de ustedes se dislocó un hombro Empleados finos Un adolescente que vive a la vuelta de la casa de ustedes se dislocó un hombro Por: EL INFORMADOR 12 de junio de 2016 - 00:23 hs GUADALAJARA, JALISCO (12/JUN/2016).- La semana pasada, un adolescente que vive a la vuelta de la casa de ustedes (qué bonita y confusa expresión esa de “la casa de usted”) se dislocó un hombro al intentar pegar un brinco en patineta por encima de un pequeño seto banquetero. El salto no fue lo suficientemente alto, la tabla chocó con el ramaje y el muchacho se fue de cuernos al suelo, lastimándose. Esto, que no es particularmente notable, se agigantó por dos motivos: el primero fue que al afectado le dio un ataque de risa espectacular, pese al dolor, y con sus carcajadas llamó la atención de los guardias de una empresa cuya puerta principal se levanta justo donde tuvo a bien derrumbarse. El segundo motivo fue que los guardias se apresuraron a salir a la calle y cargarlo… hasta un área de banqueta vecina, en donde la empresa ya no tiene nada que ver. Luego se fueron. Por suerte el accidentado tuvo el temple de pararse, aguantarse el malestar (y la risa nerviosa) y caminar al consultorio más cercano. Allí me lo topé, mientras esperaba que me recetaran un medicamento contra la gripa, y supe su historia. “Nomás me movieron fuera del límite de su negocio y me dejaron ahí tumbado”, dijo el chamaco. Y volvió a reírse. Alguien dirá algo como “en Estados Unidos hubieran demandado a esa empresa y le hubieran sacado un millón de dólares”, lo cual es probable. Pero mi intención no es denunciar a nadie sino remarcar el hecho de que la mentalidad corporativa puede llevarnos a tomar decisiones francamente extrañas y que atentan contra cualquier clase de saludable instinto de empatía con el prójimo. Hace unos meses, trascendió que los gerentes de cierta tienda departamental de muchos humos en la Ciudad de México se comportaron como encubridores del estrangulamiento de una de sus empleadas con tal de que su empresa no apareciera en los titulares de los medios informativos. El crimen fue perpetrado por otro empleado de la tienda y en sus mismísimas instalaciones, cabe señalar. Para llevar a cabo su delirante plan de ocultamiento, los gerentes obligaron a que otros empleados levantaran el cuerpo, lo trasladaran y limpiaran de paso la escena del crimen. Luego consiguieron un médico que extendiera un certificado apócrifo, mandaron que una funeraria lavara, maquillara y preparara para incineración el cadáver y le dijeron a la familia que la mujer había muerto por un paro respiratorio “natural”. La familia, por supuesto, no creyó el embuste, y ante la resistencia inicial de las autoridades para actuar, organizó una serie de protestas frente a la tienda. Al final, el asesino fue atrapado y los responsables del truco, el apoderado legal y el médico antiético fueron aprehendidos como encubridores. Lo curioso es que a estos gerentes no les unía, al parecer, ninguna clase de lazo con el culpable del crimen: solamente los poseyó una especie de engreimiento de “empleados finos” que se sienten por encima de las leyes humanas con tal de complacer lo que cree que será la voluntad del patrón. ¿Cómo es que el “esprit de corps” demente de algunos aniquila su sentido común? ¿Cómo es que dos porteros prefieren el riesgo de que un lastimado empeore antes que el riesgo de llamar una ambulancia y que alguien los regañe? ¿Cómo es que dos gerentes deciden actuar como conspiradores para encubrir un crimen que no cometieron y que debieron denunciar inmediatamente? Las dudas van más allá: ¿Se trata de casos aislados, de simples locos que se exceden en su deber o, gulp, de la aplicación de un código que no pocas empresas se afanan por inocularles a sus empleados? Temas Tapatío Antonio Ortuño Lee También Samuel Kishi y su cine que cruza fronteras y generaciones Un museo vivo: Experiencias y arte en el Cabañas La gran estafa que nos hizo “americanos” Chivas Femenil, a una victoria de asegurar su lugar en Liguilla Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones