Suplementos | Epifanía es el nombre de esta fiesta. Es un nombre en lengua griega y significa manifestación El misterio de Dios hecho hombre se manifiesta Hoy todavía es fiesta dentro del ambiente navideño, con la alegría de tener cercano a Dios --Emmanuel, Dios con nosotros-- Por: EL INFORMADOR 6 de enero de 2009 - 13:37 hs Hoy todavía es fiesta dentro del ambiente navideño, con la alegría de tener cercano a Dios --Emmanuel, Dios con nosotros--, de sentir a Dios partícipe de las limitaciones humanas, inmerso ya en la historia de la humanidad. Epifanía es el nombre de esta fiesta. Es un nombre en lengua griega y significa manifestación. Grande y suma trascendencia ha sido el acontecimiento de la llegada de Dios a la humanidad, y fue manifestada a todos, judíos y no judíos, israelitas y gentiles. En orden --como era debido, por ser el pueblo escogido--, los pastores fueron los primeros en tener noticia; en ellos estaba el pueblo de Abrahán, José, Jacob, Moisés y David. Y luego, también los no judíos fueron llamados al conocimiento de la luz. “Hemos visto la estrella y vinimos a adorarla” De Oriente, tal vez lejano Oriente, una caravana soportó días y noches las incomodidades de un largo viaje. animada por una esperanza, la más grande esperanza: encontrar a Dios. Una estrella los guiaba. Mutuamente, esos tres hombres se animaban en su largo camino. Valía la pena todo sacrificio, todas las penalidades y peligros. En su inquieto pensar dialogaban: “Dónde lo encontraremos? Ciertamente, no estará en el palacio de Herodes; no lo encontraremos tampoco en las casas de Anás y de Caifás, los poderosos adueñados con la ley y los profetas interpretada a su arbitrio. “Tampoco habitará en el templo --no es la hora todavía--, ni en el monte donde le daban culto los samaritanos”. ¿Dónde lo encontrarían? “Sigan la estrella...”. Mas, oh gran tristeza, la estrella dejó de brillar en su horizonte cuando ya estaban en las cercanías de Jerusalén. Angustiados, se vieron en el aprieto de acudir al rey Herodes con su pregunta: “¿Dónde ha nacido el rey de los judíos?” Tremendo susto se llevó Herodes. Él era el rey, y le hablaban de otro rey nacido allí mismo. Turbado, angustiado, temeroso, mandó reunir a los sabios, a los entendidos, a los intérpretes de las profecías. Y tuvieron la respuesta: “El rey de los judíos nació en Belén de Judá, porque así estaba escrito. ‘Y tú, ciudad de Belén, en ninguna manera serás la menor de las ciudades de Judá, porque de ti nacerá’”. Y así advertidos, los viajeros volvieron al camino y la estrella brilló de nuevo para ellos, conduciéndolos hasta el misterio de Dios hecho hombre. Se presentaron ante el Niño, lo adoraron --culto exclusivo a Dios-- y le ofrecieron oro, como rey, incienso por ser Dios y mirra por ser hombre mortal. Dios se manifiesta al hombre de este tiempo En medio y a pesar del barullo, la confusión y la prisa del hombre de hoy, Dios tiene muchos, innumerables recursos para hacer que brille la estrella y los hombres lleguen a conocer, amar y servir a su Señor, para quien fueron sacados de la nada a la existencia, de la vida a la fe. Un testigo de estos días cuenta que encontró a Cristo después de largos meses de alcoholismo, hasta el extremo de tocar fondo. A veces una enfermedad, una gran pena y una llamada desgracia desde el punto de vista, a los ojos de los hombres, es en realidad una gracia muy grande de Dios, porque la desgracia los llevó a la gracia. O una alegría, camino hacia la otra alegía: la de ver la luz y encontrar a Jesús. “Yo lo he encontrado porque lo busqué” Éste es el grito jubiloso de un testigo del siglo XXI. Como San Agustín, fue inquieto buscador. Como el de Hipona, pudo decir: “No hubo camino del mal que mis pies no recorrieron”. Mas su continua búsqueda sólo le daba insatisfacción, hasta que encontró a Cristo. El hombre, en su miseria, siente siempre el anhelo de lo infinito, la compensación de sus insatisfacciones; así la realización de sus deseos; así la libertad interna de todas las cadenas; así un rejuvenecimiento interior a pesar de años y achaques; y más humano en su trato con todos, al contemplar a Dios hermanado. “Que la luz de Cristo ilumine y acompañe siempre al hombre de hoy” Si al siglo XVIII se le llamó “el Siglo de las Luces” por el racionalismo de Descartes, por los enciclopedistas y por la Revolución Francesa, al siglo actual se le podría llamar “el siglo de las luces falsas”, porque brilla no una, sino encontables luces falsas, luces de Bengala que deslumbran, pero no alumbran. Los ingenuos se deslumbran con aspiraciones terrenas, pasajeras: ser ricos, ser fuertes, ser poderosos, ser autónomos, ser invulnerables, ser elegantes, conquistadores, majestuosos. Todo eso lo pregonan los medios masivos de comunicación, en modo especial la televisión. Mas todas esas son las luces fugaces. Es sobrevalorar las cosas útiles, agradables, terrenas, y no mirar más arriba de su propia nariz. Es contentarse con lo que es para un poco de eso llamado tiempo, y vivir en perpetuo olvido de lo eterno. El hombre es un proyecto inacabado y no se puede saciar con lo perecedero. No debe instalarse, quedarse en el camino, sino buscar y encontrar la estrella, y caminar... caminar... hasta encontrar a Dios. Pbro. José R. Ramírez Temas Religión Fe. Lee También Prisión preventiva a Antonio “N”, de los Legionarios de Cristo Detienen a sacerdote de los Legionarios de Cristo por presunto abuso sexual La Capilla de la Cruz Blanca: memoria y silencio en Tonalá Evangelio de hoy: El don del Espíritu Santo Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones