Domingo, 12 de Octubre 2025
Suplementos | Denuncia de la corrupción, los cimientos de un proyecto de ciudad y una nueva política

El laberinto de las expectativas

Denuncia de la corrupción, los cimientos de un proyecto de ciudad y una 'nueva política' de relación con los ciudadanos, lo que sí podemos evaluar de los gobiernos municipales entrantes

Por: EL INFORMADOR

Una nueva política implica participación, transparencia y deliberación. EL INFORMADOR / S. Mora

Una nueva política implica participación, transparencia y deliberación. EL INFORMADOR / S. Mora

GUADALAJARA, JALISCO (11/OCT/2015).- Vicente Fox es el monumento del derrumbe de las expectativas. Al hablar de ilusiones perdidas, de promesas rotas y sueños incumplidos, el “Presidente de la Transición” aparece en la mente como por arte de magia. Cuando en México pensamos en el fracaso político, paradójicamente no nos transportamos ni a José López Portillo, ni a Echeverría y menos a Díaz Ordaz, sino aquel que levantó expectativas descomunales. El “Presidente de la Transición” es también el símbolo de la oportunidad perdida.

Tras el sexenio de Fox, el carácter mexicano parece vacunado ante el desborde de las expectativas. La desconfianza y el escepticismo tomaron por asalto el temperamento político nacional, la moderación de las expectativas como mecanismo de defensa ante las decepciones del pasado. Una protección emocional, un escudo que nos alerta de siempre dudar de los cambios que puede propiciar la política. No hay fuegos artificiales en el relevo de los gobiernos, las “lunas de miel” se agotan aceleradamente y las excusas se desechan sin menor recato. Las expectativas son tan bajas, que tanto Felipe Calderón como Enrique Peña Nieto arrancaron sus gestiones presidenciales con tasas de confianza que oscilaban entre los 46 y los 51 puntos. Parecería que los “beneficios de la duda” sólo son un buen argumento para los ingenuos. 

Podríamos decir que el derrumbe de las expectativas es inherente a la democracia. El sistema democrático dota de legitimidad a las decisiones, pero no necesariamente de eficiencia. No hay nada más eficiente que un dictador. La democracia modera las expectativas del cambio, entiende que la pluralidad implica largas negociaciones, y por lo tanto, la toma de decisiones exige tiempo y paciencia. El ciudadano no es tonto. Como señala José Woldenberg, nuestra depresión democrática, que nos lleva a ser el país más insatisfecho con el sistema que nació en 1997, está íntimamente relacionada con las expectativas. Colocamos tantas aspiraciones en la democracia, que ese mismo sueño tarde o temprano nos traicionó. Es innegable, el recuerdo de Fox sigue conteniendo la ilusión, nos exige poner los pies sobre la tierra.

En Jalisco, experimentamos un retorno a las expectativas. Hace mucho tiempo no teníamos tal atención a fenómenos políticos como la presentación de los gabinetes de los municipios metropolitanos o los discursos de las tomas de protesta. De acuerdo a Mural, 68% de los tapatíos confían en que Enrique Alfaro dará resultados desde la silla municipal. No hay expectativas ilusas, el ciudadano conoce lo complejo del cambio político, pero las encuestas nos indican que hay un cierto ánimo de cambio. Algunas voces ya predicen un futuro desilusionante. Otras voces, por el contrario, agitan las emociones con promesas de una “nueva historia”. Pero, ¿Qué podemos esperar de las administraciones municipales? ¿Es realista confiar en cambios profundos en los siguientes tres años?

Corrupción y rendición de cuentas


Las alternancias son, por definición, oportunidades de encontrar respuestas en el pasado. Explicaciones sobre el mal rumbo de las cosas. Asumimos, teóricamente al menos, que la llegada de otro partido al poder es un incentivo para destapar las “cloacas” de la administración pública. Es el derecho a saber de los ciudadanos. Es innegable que Movimiento Ciudadano (MC) tomó el poder metropolitano con ese mandato. La corrupción. No denunciar la corrupción anterior, sería para los nuevos alcaldes de MC, dejar la sombra de sospecha sobre la probidad de las administraciones entrantes.

Hurgar en la corrupción del pasado no significa, bajo ningún argumento, dar vía libre al uso político de la justicia ni tampoco a emprender una “cacería de brujas”. Una de las patas de las que más cojea el país es precisamente el uso selectivo y convenenciero de la justicia. Tanto para Enrique Alfaro, como para Pablo Lemus, María Elena Limón, Sergio Chávez y Alberto Uribe, un desafío ineludible es romper esa tan mexicana tendencia de denunciar los desfalcos y la corrupción de los antecesores, solamente con objetivos políticos y electorales. El “posturismo”, salir en la fotografía y punto final, daña a la democracia y pervierte el auténtico proceso de rendición de cuentas. Hacer rodar cabezas pensando en 2018, en pavimentar el camino a la Gubernatura para MC, ni nos permite decir que se hace justicia, ni tampoco abona a la credibilidad de las instituciones. Entre hacer justicia como se debe y la “cacería de brujas”, muchas veces hay sólo un paso.

Los cimientos de un proyecto de ciudad

Roma no se construyó en un día. La Zona Metropolitana de Guadalajara (ZMG) se encuentra en fase de extravío. No hay planeación metropolitana, los alcaldes administran su territorio como si fueran compartimientos estancos y cada día la ciudad se hace más insufrible. Llevamos décadas sin un proyecto de ciudad que ilusione a los tapatíos. Ayuntamientos endeudados, obesos, ineficientes, con servicios de tercer mundo, concesionados hasta la médula y sin proyecto de futuro, marcan el panorama de lo que se encuentra MC en la ciudad.

Un proyecto implica la articulación de los tres tiempos de la política: los errores del pasado, las potencialidades del presente y los retos de futuro. Sin proyecto, la tentación del gatopardismo se siembra en el horizonte: cambiar todo para que todo quede igual. El gatopardismo es una explicación del desencanto con la democracia; para muchos, la democracia fue la entronización de las sombras del autoritarismo mexicano, pero ahora representado en tres partidos políticos, como lo escribió en Nexos Jesús Silva Herzog-Márquez. Antes que repartirse el Instituto Metropolitano de Planeación (Imeplan), de pelear la silla del Consejo de Administración del SIAPA, o de pensar en atraer las facultades en materia de Movilidad que explicita el 115 constitucional, los alcaldes metropolitanos tendrán que explicarnos qué tipo de ciudad quieren construir y qué se puede lograr los próximos tres años.

Nadie es tan iluso como para pensar que todo cambiará en estos meses. El ciudadano sabe que los cambios toman tiempo, indispensable para que las transformaciones sean estructurales. De la noche a la mañana no desparecerán los baches de las calles, ni tampoco viviremos en una metrópoli que reboza de áreas verdes. La policía dejará de ser corrupta y la planeación de la metrópoli será racional y humana a la vez. Un buen criterio para medir el desempeño de los alcaldes de MC en el presente trienio es evaluar si en este plazo fueron capaces de colocar los cimientos institucionales, políticos, administrativos y de coordinación para un proyecto integrado de metrópoli. Las columnas del proyecto son el trabajo de cañería, muchas veces minusvalorado por los ciudadanos, pero que ningún cambio es posible sin las columnas vertebrales que lo sostienen.

Nueva política

Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, sedujo al electorado con una frase muy sugerente: “primero cambiemos la política, luego cambiemos la ciudad”. La ciudad es el corazón de la política. “Polis”, ciudad, el concepto griego de política nació como la atención a los menesteres de la ciudad, a la definición sobre lo público, lo común a todos. Sin embargo, en México, y particularmente en nuestra ciudad, ha habido una tendencia a limitar la participación de los ciudadanos en la vida pública de los municipios. La estrechez de miras sólo ha dado para que los ayuntamientos tengan un día de atención a los ciudadanos, y no ha habido ni un esbozo por incluir a los habitantes de la metrópoli en las decisiones públicas.

La renuncia de los ayuntamientos a la gestión participativa de lo común ha sido tal, que en la actualidad los municipios han concesionado o privatizado todo lo que han podido. Las alcaldías, como la tapatía, han llegado al ridículo de concesionar la irrenunciable función de multar  a los autos. El atentado contra lo público es una deriva de las autoridades municipales desde inicios de siglo.

Una nueva política implica participación, transparencia y deliberación. La ciudad es un ente vivo, dinámico, lo demuestran las innumerables organizaciones de la sociedad civil que día a día pelean por los derechos urbanos en materia de movilidad, espacios públicos o derechos humanos. Una política distinta tendría que articular mecanismos como el presupuesto participativo, con obras de calado y no proyectos pequeños, la ratificación o revocación del mandato, que Alfaro se comprometió a someterse a medio mandato, pero también auténtica participación de los tapatíos en temas espinosos como son los planes parciales de desarrollo, en donde está la definición del futuro de la ciudad. Sin nueva política, no habrá nueva ciudad; parafraseando a Colau.

Esperar lo irrealizable siempre conduce a la depresión. Los alcaldes metropolitanos de MC, y en particular Enrique Alfaro, han decidido no matizar las expectativas, sino alimentarlas en estos primeros días de gestión. El discurso de toma de posesión de Alfaro es un buen retrato de esa apuesta por elevar las expectativas. En su intervención, hizo referencia a Mariano Otero y hasta a Sófocles. La expectativa debe servir para tomar decisiones difíciles, emprender luchas contra las inercias políticas que tienen detenida a la ciudad.  La expectativa si no es usada como capital político para emprender reformas difíciles, rápidamente se agota, como nos enseñó Fox. No esperemos de los alcaldes que acaben con los baches, las inundaciones, los ambulantes y hasta el desempleo en tres años. Lo que sí les podemos exigir es mano dura contra la corrupción propia y de antaño; los primeros cimientos de un proyecto coherente de metrópoli, y por supuesto, una forma distinta de entender la relación entre el Ayuntamiento y los ciudadanos. Con eso, es más que suficiente.

Tapatío

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