GUADALAJARA, JALISCO (21/MAY/2017).- La democracia es el sistema político del ruido, el bullicio y el disenso. La democracia se construye sobre el habla y los gritos. La deliberación sin cortapisas. No hay pluralismo sin disputa y, por lo tanto, sin garantías de libre expresión. Al contrario, la dictadura es el sistema del silencio. O los silencios sistematizados. Consenso originario. Unanimidad y homogeneidad. Un régimen autoritario desaparece por decreto el ruido de una sociedad. No se puede criticar y hay que hablar con voz bajita. La dictadura es el régimen de la secrecía. Los regímenes liberticidas hacen del terror el arma más eficaz para perpetuar el silencio y la soledad. Así lo decía la filósofa Hannah Arendt: “la soledad, el terreno propio del terror”.El régimen autoritario mexicano se construyó sobre los silencios. La prensa libre fue silenciada y la prensa oficialista entronada. El priato entendía al gremio periodístico como una corporación más del Estado, sujeta a las mismas reglas de obediencia y lealtad al poder que cualquier otra. Las voces críticas recibían severos correctivos, en su integridad personal o en el terror permanente hacia sus familias y círculo cercano. En México, la libertad de expresión es “un bicho raro” en términos históricos. Las presiones políticas no se han ido; sin embargo, la dispersión de medios y las nuevas tecnologías han ensanchado el espacio de crítica y han limitado el control del Gobierno sobre los medios de comunicación.A partir de 2007, del inicio de la “guerra” contra las drogas del ex presidente Felipe Calderón, las cifras de violencia contra los periodistas se han disparado. En 2016, de acuerdo a la organización de la sociedad civil Artículo 19, se registraron 426 agresiones contra la prensa. Los más dañinos: 11 asesinatos, 76 amenazas, 80 ataques físicos y 58 privaciones de la libertad. Todavía, el mayor porcentaje de violencia contra los periodistas proviene de los gobiernos o de la política institucional. Y la tasa de impunidad supera el 99 por ciento. Cifras que dimensionan la vulnerabilidad del oficio periodístico.Otra de las amenazas, es la precariedad laboral. Al igual que el resto de los trabajadores en México, la desprotección laboral es monstruosa. Si analizamos caso por caso, de los periodistas asesinados en México en la última década, nos daremos cuenta que la mayoría trabajaba en condiciones sumamente desfavorables: salarios bajísimos, sin protección social, sin asistencia de sus medios de comunicación. La precariedad laboral se ha vuelto la regla en el mercado periodístico, lo que hace aún más vulnerable al reportero de a pie o al fotógrafo que todos los días tiene que enfrentarse al riesgo sin ninguna protección laboral o gubernamental.La respuesta de los gobiernos ha sido tibia. Enrique Peña Nieto, fiel a su estilo que apesta a obsoleto, presentó algunos puntos para fortalecer el Mecanismo de Protección a Periodistas-que no tiene un solo centavo de presupuesto asignado para 2017- y la inyección de recursos a la Fiscalía Especial para la Atención de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresión. Los gobiernos estatales tampoco han logrado presentar respuestas eficaces para proteger a los periodistas ante esta espiral de violencia que se ha llevado seis vidas desde inicio de 2017. El problema de la libertad de expresión es multidimensional y debe ser tratado desde los gobiernos, pero también desde los propios medios de comunicación y la solidaridad gremial. En un país que ve como 20 mil 900 vidas se apagan cada año por una estrategia fallida de combate al crimen organizado, el periodismo está expuesto a riesgos cotidianamente.Los asesinatos provocan miedo. El miedo provoca silencio. Y el silencio es el contexto natural del abuso del poder y la pérdida de libertades. Las peores tragedias políticas que recuerda la humanidad se erigieron sobre la base de la desaparición del periodismo y el imperio incontestable del silencio. Detener el embate contra el periodismo mexicano es ante todo un asunto de disminuir las alarmantes tasas de impunidad. Sin embargo, comprender socialmente lo que significa el periodismo libre para una democracia es también un escudo de protección para aquellos que se juegan la vida por garantizar el derecho a la información de los mexicanos. El periodismo necesita garantías institucionales, pero también aprecio social. Un México de silencios nunca será democrático.