Suplementos | Dios no habla, pero todo habla de Dios... El hombre en busca de Dios Ya es tiempo ordinario. Ya pasó la Navidad y la Cuaresma empieza este año el 25 de febrero, Miércoles de Ceniza Por: EL INFORMADOR 17 de enero de 2009 - 13:24 hs Ya es tiempo ordinario. Ya pasó la Navidad y la Cuaresma empieza este año el 25 de febrero, Miércoles de Ceniza. En este tiempo ordinario se camina con Cristo en su vida pública, y se está siempre atentos a las enseñanzas en sus acciones y en sus palabras. Dios habló de muchas maneras en el pasado, mas al llegar la plenitud de los tiempos habló por su Hijo. La gloria de Dios, su magnificencia, está en todo lo que existe; todo habla del autor de todas las maravillasque el hombre alcance a contemplar, tanto en el cosmos como en las más pequeñas formas visibles sólo con el auxilio del microscopio. Los que se dicen ateos y pregonan que eso es liberarse de toda ley --como actualmente lo anuncian en Inglaterra, con letreros en los autobuses--, tarde o temprano se encontrarán con el Ser que los sacó de la nada a la existencia y a la vida y les dio cuanto son y cuanto tienen. Dios no habla, pero todo habla de Dios. O más bien, Dios habla no con palabras como las de los hombres, sino que se comunica de mil maneras con los que lo quieren oír. Y Dios quiere ser buscado, quiere ser encontrado, quiere ser amado. Por eso toma la iniciativa al despertar inquietud, búsqueda, vacío, insatisfacción en los corazones. ¡Qué felices son los creyentes! El poeta Paul Claudel, quizá el mayor de los poetas franceses del siglo XX, pasaba la noche de Navidad frente a la iglesia Notre Dame de París y oyó que cantaban el Magnificat. Con ese canto le habló Dios. ¡Qué felices son los creyentes! ¿Y si fuera cierto? ¡Pues sí lo es! Dios existe y está ahí, es Alguien tan personal como yo. Me llama y me ama. Siguieron cuatro años de lucha entre su incredulidad y la fuerza de la llamada. “Fue la gran crisis de mi existencia”. Y con su respuesta a la voz de Dios, se apagó su sed. Muchos han relatado su encuentro con Dios, y muchos han guardado en lo último de su ser ese momento, esa gracia cuando sus ojos se abrieron a la luz. Es la lucha interior, es el encuentro de la verdad, es la respuesta a su más alta aspiración. “El hombre, tenga ganas de ello o no, es un ser constitutivamente forzado a buscar una instancia superior”. Así escribió elfilósofo español José Ortega y Gasset. Es Dios quien late en esa aspiración, es la angustia del hombre ante sí mismo. La vida y el progreso del hombre sólo pueden tener un sentido, y es Dios. El hombre llega a su plenitud sólo en Dios. Un poeta escribió: “Tú lo sabes, Señor, nunca quieres echar en olvido que todo el drama de mi vida ha sido la lucha del amor contra el Amor”. “Este es el Cordero de Dios” Juan el Bautista va a conconcluir ya su misión de precursor. Ya ha de retirarse para que a la voz siga la Palabra, de que el siervo deje el lugar al Señor. Con Él están dos de sus discípulos. Juan levanta la mano y señala a Jesús que va pasando, y lo nombra: “Este es el Cordero de Dios”. Ésta es la última acción y éstas son las últimas palabras de Juan el Bautista. Le llama cordero, pues en la historia, en la cultura, en la religión de los judíos, un cordero sacrificado para ofrecerlo en el altar a Dios, era para cargar en él todos los pecados del pueblo. Un cordero blanco y sin mancha como lo ofrecía Abel; un cordero para cenarlo las familias de Israel la noche de su despedida en el país de la esclavitud, de Egipto, de donde saldrían a la libertad. Cordero macho, de un año y sin mancha, y debían sacrificarlo sin romperle un solo hueso. Así Cristo, el Cordero sin mancha, se ofrecería en la cruz cargando con los pecados de todos los hombres y sin romperle un solo hueso. La Iglesia, en la liturgia de la Misa, conserva esta expresión de San Juan en el momento en que presenta el celebrante la Hostia Consagrada ante la comunidad de los fieles: “Este es el Cordero de Dios, que quita los pecados del mundo”. “Los dos discípulos de Juan al oír estas palabras siguieron a Jesús” Dios ha hecho al hombre para que éste lo encuentre. Todo el cosmos habla de su presencia. “Si escalo al cielo, allí estás tú; si bajo hasta el abismo, allí te encuentro”, dice el salmista. Dios está revelado en las Escrituras, para que lo encuentren quienes lo buscan. La Palabra de Dios, la revelación bíblica, es la suprema expresión. “Es semilla que germina y crece dentro del que la escucha con fidelidad, hasta colocarlo por entero en el Reino” (Lumen Gentium 5). Dios habla también por la Iglesia jerárquica. Cuando el Papa habla en materia de fe y de doctrinas morales y disciplinarias, y cuando los obispos instruyen como pastores del pueblo de Dios a sus ovejas, se cumplen las palabras de Cristo: “El que a vosotros escucha, a mí me escucha, y el que a vosotros rechaza, a mí me rechaza” (Lucas 10, 16). Habla también en particular a cada uno. Son inspiraciones divinas, son mociones. “Si oyeren su voz, no endurezcáis vuestro corazón” (He 3, 7). Y su voz se escucha por los acontecimientos del mundo, a veces gratos, a veces dolorosos. Jesús vive, y su presencia es un llamamiento a seguirlo. Muchos han encontrado todo en Jesús. Uno, embotado por las drogas; otro, el marginado social; aquel que siente un gran vacío interior; los agresivos, los fugitivos, los sin hogar, cuando han encontrado a Cristo han encontrado “amor y paz”. Lourdes--Franz Werfel Judíos de raza fugitivos de los nazis, cruzó toda Francia entre mil angustias el matrimonio alemán-austriaco formado por el gran escritor Franz Werfel y su esposa, compositora musical. Las circunstancias los obligaron a refugiarse en Lourdes unas semanas, disimulando su identidad con nombres supuestos. En esos días la gracia tocó el corazón de Franz. Fue testigo de la fe de las multitudes, asistió a ceremonias religiosas para él, hasta ese día, nuevas. Por fin pudieron cruzar los Pirineos, hacer lo mismo con la Península Ibérica y embarcarse en Lisboa en un barco de guerra --eso, en plena Segunda Guerra Mundial-- y llegaron a Nueva York y de allí a Los Ángeles. Luego escribió su gran libro “La canción de Bernardette” sobre el milagro de Lourdes, mismo que se llevó a la pantalla con el mismo nombre. El escribió: “Si salgo con vida en este riesgo, me haré bautizar cristiano católico”. Murió con el bautismo que deseó. “¿Dónde vives, Rabí?”. --“Vengan a ver” Se dirigieron a Jesús llamándolo Rabí --que en hebreo significa “maestro, ser grande”--, y querían saber dónde vivía. No, por cierto, en el desierto como Juan. “Vieron donde vivía y se quedaron con Él”. ¿Dónde vive Cristo? ¿Dónde? “Donde dos o mas personas se reúnen en mi nombre, allí estoy en medio”. Así lo prometió y así lo ha cumplido. Vino a quedarse entre los hombres, en su historia, a participar de su vida, de las alegrías y las tristezas. Muy fácil es encontrarlo, saber dónde vive, para quedarse con Él. San Antonio Abad, en Egipto, se fue al desierto y vivió en oración, en alegre soledad y penitencia, muy larga vida. San Benito de Murcia, en Montecassino, empujando la nave con la oración y el trabajo --”ora et labora”--, marcó para sí y para muchos una senda para ir tras de Cristo, estar con Él, estar en Él. Y miles de formas igualmente llevan a donde habita Cristo. Una puerta abierta en un templo, en una populosa y ruidosa ciudad; y allí, en un oasis de silencio, Cristo está expuesto en el Sacramento, y ante su oculta presencia surge la oración con los labios, o mental, de quienes allí lo han encontrado, porque su fe les dice que allí mora, allí los escucha y allí les habla en ese diálogo con fe y amor. Cristo vive donde hay amor, donde hay paz. Vive entre los desamparados, los agobiados, los que cargan en silencio con sus desdichas, los que imploran ayuda. Y la encuentran allí donde hay amor y caridad. Allí está Él. El Evangelio de este domingo es una invitación dulce: “Ven, sígueme, ven acá donde yo vivo”. Pbro. José R. Ramírez Temas Religión Fe. 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