Suplementos | Común hoy en día, el chicle tiene una larga historia El chicle: un asunto muy masticable Común hoy en día, el chicle tiene una larga historia, conectada a las raíces prehispánicas de méxico Por: EL INFORMADOR 14 de diciembre de 2014 - 00:26 hs Talento. Fulvio Eccardi nos muestra una Manlikara zapota recien —chileada— con precisos machetazos. EL INFORMADOR / P. Fernández GUADALAJARA, JALISCO (14/DIC/2014).- La expresión “chicle y pegas”, es usada actualmente para expresar que si le pones un chicle a las cosas que estás pretendiendo, quizás las lograrás. O bien: “si le pegas un chicle” a lo que deseas, probablemente se te concederá. El caso es que actualmente el chicle, muy maya, y muy mexicano, ha logrado estar “en boca de todos” en el mundo entero. Las bondades que dicen se logran masticando chicle, son tan abundantes como los problemas que aseguran que acarrea. Algunos afirman que elimina bacterias de la boca, el mal aliento y mejora la digestión; mientras que otros argumentan que fomenta las caries, lastima las mandíbulas y es de mala educación hacerlo en público (estoy de acuerdo en que corrientito si se ve). Igualmente es infame el daño que causa a pisos, banquetas y plazas de lugares públicos; de hecho, en Singapur, a quien sorprendan tirando un chicle, además de imponerle una severa multa —y posiblemente cárcel— quizás sea merecedor a un castigo extra haciendo trabajos de limpieza en el lugar. Sin embargo; el famoso chicle tiene una historia muy masticable que puede ser interesante conocer: les platicaré. Parece ser que desde tiempos inmemoriales, los mayas ya tenían la costumbre de masticar la savia del Chicozapote (Manilkara zapota) a la que le llamaban “tzictli”o “xictli”. Códices mayas y relatos de los conquistadores, atestiguan que ese hábito ya existía entre los habitantes de las selvas del Petén, en el centro y sur de la península de Yucatán, donde son muy abundantes esos frondosos árboles que pueden medir hasta 40 metros de altura. La extracción del chicle —que actualmente se sigue llevando a cabo— no es nada fácil; y muy interesante es convivir con los “chicleros” en tiempos de cosecha —que coincide con el copiosísimo tiempo de lluvias— cuando, acercándose respetuosamente al chicozapote, casi con veneración, se dedican a ver su edad -nunca menor a 25 años- su textura y su salud, revisan que no haya sido “chicleado” en los tres últimos años; y así —permanentemente empapados por la constante lluvia— ayudados por rudimentarios garfios atados en los pies y una cuerda en la cintura, trepan por el tronco para, asestando profundos y precisos machetazos, “sangrar” el árbol para recoger en sendas bolsas atadas al pié del árbol, la elástica savia que escurre por las heridas. Los dos o tres kilos del suave látex que cosecharon, deberán de ser filtrados y cocidos delicadamente hasta formar una densa masa que, moldeada en forma de ladrillo, se enviará a procesarse en pastillas de exóticos sabores, que serán empacadas en elegantes y vistosas presentaciones. Debemos aclarar que la mayor parte de los chicles que vemos en las tiendas, no están elaborados con el “tziclti” original; si no que se están usando plásticos neutros como el “acetato de polivinilo”. Sin embargo algunas sofisticadas compañías italianas y japonesas, siguen usando el original chicle del petén de Guatemala, Belice y México, asegurando que los sabores agregados son mucho más finos y duraderos. La historia de su comercialización, parece ser que comenzó allá por 1843 cuando “Su Alteza Serenísima” Don Antonio López de Santa Anna, presidente de México, se auto exilió a los Estados Unidos tratando de borrar de la memoria del pueblo su nefasta decisión de segregar el territorio mexicano. Fue en ese entonces cuando conoció a un tal Mr. Adams, a quien convenció de comercializar el látex del chicle como sustituto del caucho, intentando fabricar llantas, juguetes y botas, habiendo perdido grandes capitales en el intento; sin embargo, la afición de Santa Anna por mascar el chicle, finalmente los llevó a proponerlo como sustituto de la parafina que los jóvenes masticaban en ese entonces. Así fue que salió el “Adams Chewing Gum” que más tarde, saborizado con miel de maple y regaliz, logró gran éxito comercial. En 1880 William White, agregándole menta, produjo su marca “Yucatán”. Más tarde, Beeman añadió pepsina a su fórmula, para supuestamente mejorar la digestión. En 1888 fue que aparecieron los famosos “Chiclets” de Mr. Adams; y un año después, el dentista F.V.Canning sacó la actual marca “Dentyne”. En 1915 William Wrigley, habiendo mandado tres tabletas de chicle por correo a cada persona incluida en la lista telefónica de todas las ciudades de la unión americana, se posesionó del mercado con sus conocidos “Wrigleys”. Habrá pues que masticar todos esos datos, para saber lo que traemos en la boca. Ver más en: De viajes y aventuras facebook Temas Pasaporte De viajes y aventuras Lee También Zacatecas y La Antigua: Viaje a dos joyas históricas de México El arte de saborear Nayarit Agencias de viaje en Jalisco ofrecen descuentos para adultos mayores con Inapam Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones