Suplementos | La majestuosa ave es una maravilla para los visitantes y un símbolo para los andinos El cañón del Colca (donde habita el Cóndor) La majestuosa ave es una maravilla para los visitantes y un símbolo para las naciones andinas de Sudamérica Por: EL INFORMADOR 19 de julio de 2015 - 05:01 hs Como un sueño. Los impresionantes Cóndor sobrevolando los riscos del Cañón del Colca. EL INFORMADOR / P. Fernández GUADALAJARA, JALISCO (19/JUL/2015).- Los vastos desfiladeros formados desde tiempos inmemoriales por el estrepitoso río Colca de Perú, siguen siendo los territorios predilectos del Cóndor (Vultur gryphus) que, con sus 3.40 metros de extensión de sus alas y 15 kilos de peso, es el ave no marina más grande que existe. El Albatros marino (Diomedea exulans) siendo mucho más ligero, le supera con unos 20 centímetros en lo largo de sus alas. Durante siglos, el Cóndor ha sido venerado por las civilizaciones andinas; lo podemos ver en cuanta representación cerámica o lítica existe en los museos. De hecho aparece también representado en las misteriosas líneas de Nazca del desierto peruano. Además, aparece en los escudos de Colombia, Ecuador, Bolivia y Chile, y en el emblema de las fuerzas aéreas de algunos de ellos. O sea que el la enorme ave es tan imponente que ha sido admirada y reverenciada desde el principio de los siglos. Siendo capaz (según registros) de remontar sobre los picos de los Andes hasta las inconcebibles alturas de los 7 mil metros, igualmente le gusta descender hasta las los casi 4 mil metros entre los intríngulis rocosos de las simas del cañón del Río Colca, que corre desde los elevados volcanes, hasta las pampas del Perú en el Océano Pacífico. Cosa interesante es que en las cercanías del lugar de su nacimiento , también comienzan a correr —ahora hacia el Atlántico— desde el pié del bellísimo volcán Mismi las primeras aguas del imponente Río Amazonas. Para llegar al punto sobre el cañón del Colca en donde —con suerte— es posible ver volar al Cóndor entre los interminables precipicios, habrá que llegar primero a la ciudad de Arequipa —blanca, elegante y colonial— al Sur de Perú; y de ahí emprender el viaje rumbo a los típicos pueblos de Chivay, Yanque, Achoma y Maca, de viejas costumbres y bellas artesanías incas, quechuas y aymaras, salpicados por los sólidos templos construidos durante la colonia, a base de la admirable tenacidad y poder de convencimiento de los misioneros, y el trabajo de los regionales amenazados por las culpas y los infiernos. Vale la pena echarles un vistazo en camino al “Divisadero” para ahora si, dar gracias a los dioses por tanta belleza. La salida del Sol en el Colca es un momento casi mágico. Los primeros rayos parecen explorar el aire cristalino penetrando poco a poco por el cañón. Allá abajo puede ser que aparezca una pequeña motita negra, al principio imprecisa, que girando en círculos va creciendo hasta aparecer fugaz a escasos metros de nosotros, luciendo sus enormes alas negras terminadas en suaves plumas abiertas y precisas que parecieran ser los dedos de una mano. Su cabeza calva, a veces roja y a veces negra, rodeada por un collar de plumas blancas acentúa lo filoso y lo ganchudo de su pico. En otra vuelta y otro giro que hace para volver a descender, la parte blanca sobre sus alas nos indica que es un macho adulto. Inesperada y fantasmagóricamente aparece sobre nosotros otro, y otro y otro ejemplar del ave más grande que existe. La cámara hace esfuerzos inútiles para enfocarlos y lograr alguna toma que sea digna de verse. La boca abierta de admiración parece querer sustituir al lente. Un espléndido macho adulto, vuelve a inclinarse y regresa; impresionantemente vira para pasar aún más cerca de nosotros ¡a casi cinco metros! Sus enormes ojos rojizos clavados en su carnosa cabeza gris, acentuada por el collar de pequeñas plumas blancas, parecen mirarnos con la misma curiosidad que nosotros a ellos. Un leve zumbido de sus alas al pasar, nos hace adivinar las enormes proporciones de su corpachón de casi 15 kilos. Con el calor de la mañana más cóndores ascienden suaves y veloces desde las profundidades del cañón, sin tan siquiera aletear. Impávidos se elevan en círculos captando las corrientes ascendentes hasta desaparecer ante nuestros ojos como manchas invisibles en el cielo. Otros más aparecen a pocos metros de nosotros en un ballet aéreo que jamás habíamos esperado para ese espectacular y suertudo día. No cabe duda que el cóndor, esa formidable ave carroñera, sepulturero natural, cuya función es la de limpiar los despojos donde quiera que haya algo muerto, al impedir que las enfermedades se puedan transmitir entre hombres y animales es algo digno de alabarse. Cosa curiosa es también que cada año, entre diciembre y marzo, atraídos por un especial instinto, los cóndor viajan enormes distancias para llegar hasta el festín que sucede en las islas del Pacífico para comer las placentas de los “Lobos de Mar” (Otaria byronia) que acaban de nacer entre las pedregosas playas de la costa. No se sabe desde donde vienen, cual es su ruta, como navegan, o que es lo que les anuncia cuando van a nacer (o morir) esos pequeños y tiernos lobeznos. Una maravilla de la naturaleza que comparto con ustedes. Ojala les haya sido interesante. pfs@telmexmail.com Temas Pasaporte De viajes y aventuras Lee También Agencias de viaje en Jalisco ofrecen descuentos para adultos mayores con Inapam Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Abrazo otoñal en la Riviera Nayarit Pasaporte: la vocación de contar el mundo Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones