Lunes, 13 de Octubre 2025
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El bronco y el discurso anti-partidos

Jaime Rodríguez, gobernador electo de Nuevo León, es ya un presidenciable, sin haber gobernado un solo día

Por: EL INFORMADOR

El “Bronco” es, para muchos, la nueva política que sin dinero y sin estructura partidista logra vencer a la “oligarquía de hierro”. EL INFORMADOR / ARCHIVO

El “Bronco” es, para muchos, la nueva política que sin dinero y sin estructura partidista logra vencer a la “oligarquía de hierro”. EL INFORMADOR / ARCHIVO

GUADALAJARA, JALISCO (06/SEP/2015).- Javier Cercas escribió el 30 de agosto en El País Semanal: “Es idiota estar con la llamada nueva política sólo porque es nueva: hay que estarlo, si se está, porque es buena o mejor que la vieja”. Cercas, con su habitual talento, nos alertaba de evitar caer en la tentación de relacionar lo nuevo con lo bueno; y lo viejo con lo malo. En México, bien podríamos atender la petición del escritor barcelonés. Y es que escuchamos que ya se van los viejos partidos tradicionales, y que llegan otros (no sabemos bien si son nuevos o los oportunistas de siempre); escuchamos que ahora con los independientes, las cúpulas de los partidos políticos no van a definir la política, aunque tampoco nos preocupamos por saber a quiénes obedecerán estos representantes sin partidos. Nos dicen que se acabó el tiempo del tripartidismo, pero no nos dicen quién se quedará en su lugar, en qué fincar la esperanza de cambio. Nos dicen que la ideología se acabó, está muerta; pero tampoco nos alertan del riesgo del pragmatismo. Lo nuevo y lo viejo, aquí, en España o en Francia, coexisten como dos narrativas que lucen antagónicas, pero que no necesariamente lo son.

El “Bronco” es, para muchos, la nueva política. El “independiente” que sin dinero y sin estructura partidista logra vencer a la “oligarquía de hierro”. Un hombre que tiene en su franqueza y en su léxico políticamente incorrecto, sus mejores armas. Poco conocemos de sus ideas, no sabemos si es de izquierda o de derecha, si es conservador o liberal. Es independiente, venció a los partidos, y por ello es bueno, innovador, atractivo. No tiene problema en dar su teléfono a quien se lo pide, denuncia a los políticos por privatizar una labor pública y se asume como guía moral del combate contra la corrupción. Ese es el “Bronco”, un personaje nacido en el “corazón” industrial y económico del país. Es producto de la crisis de los partidos políticos y de la profunda corrupción que acecha al Gobierno de Rodrigo Medina. España produjo a Pablo Iglesias o a Albert Rivera ante la crisis del bipartidismo; Italia nos regaló a Beppe Grillo ante la mafia del poder en Roma, y Estados Unidos alentó a Trump ante el descrédito de la élite. El “Bronco” es un personaje mexicano, pero inentendible en un contexto de descrédito de los partidos políticos y de la percepción de que la corrupción se encuentra generalizada en la clase gobernante.

El anti-partidismo

Los partidos políticos son odiosos desde su nacimiento. La derecha los acusaba de dividir interesadamente a la nación. La izquierda los identificaba como los espurios colaboracionistas del régimen o incluso los culpables de atentar contra el interés supremo de la clase trabajadora. No es cierto que la  crisis de los partidos sea nueva, dicha inconformidad con los partidos existe desde la génesis misma de estos institutos. Siempre han sido un “mal necesario”.

Sin embargo, si bien los mexicanos están realmente decepcionados de los partidos (sólo 19% confían en ellos, por encima únicamente de los diputados), eso no significa que quieran prescindir de ellos. De acuerdo a la Encuesta Nacional de Cultura Política y Prácticas Democráticas (ENCUP), a la pregunta: qué tan necesarios son los partidos políticos para que el país mejore, 65% de los mexicanos considera que son necesarios o muy necesarios contra 33% que cree que lo son poco o nada. Tampoco parece que los mexicanos crean que los candidatos independientes son la solución. Los apoyan, pero siempre pensando que su rol fundamental es refrescar el sistema de partidos. Según Parametría, sólo 28% de los mexicanos considera que un candidato independiente es más confiable que un partido, mientras que tampoco una mayoría, el 30%, considera que un candidato sin partido haría un mejor trabajo. Sin embargo, lo que es innegable, y de acuerdo a los datos de Buendía y Laredo, es que el porcentaje de mexicanos que se definen como no partidista alcanzó en agosto de este año al 64% de la población. El voto duro de los partidos mengua y la opción de los independientes se fortalece.

En este contexto nace el discurso del “Bronco”. Un militante priista de cepa, de décadas, que ahora se presenta desde el anti-partidismo. Fue alcalde electo bajo las siglas del tricolor. Y a pesar de todo esto, construyó su campaña para ser gobernador a través del discurso anti-partidos. Encontró la coyuntura adecuada y la aprovechó. El riesgo del “Bronco” es que represente el gatopardismo de un sistema político que parecería reformarse, pero que en la práctica sólo reproduce a través de la estampa de “independiente” todos los vicios que tanto criticamos del sistema de partidos.

Así, la independencia es una cualidad positiva de un político, aunque no siempre está ligada a pertenecer o no a un partido político. Existen candidatos de partidos que expresan sus opiniones y toman decisiones con notable independencia y con apego al interés de los ciudadanos. La independencia de un político es deseable, sí y sólo sí, le permite tomar decisiones con autonomía vigilando el interés público. Eso es lo que no vemos del todo en El “Bronco”. A pesar de las suspicacias sobre la financiación de su campaña, y el apoyo por parte de la élite empresarial neoleonesa, Jaime Rodríguez ni siquiera se ha despeinado en tratar de desmentir la relación. La independencia la demostrará el “Bronco” al momento de gobernar, al momento de asumir su papel de defensa del interés público, por encima de la agenda de los empresarios y de la élite económica.  La independencia no es un atributo, es una condición que se construye desde el Gobierno, limitando a los poderes fácticos que buscan gobernar sin haber sido electos.

El personalismo y las instituciones

La transición a la democracia en México estuvo plagada de desafíos, algunos no terminan por resolverse. Y uno de los más apremiantes es el sometimiento real y tangible que ejercen las instituciones informales sobre las formales. En la práctica democrática, el clientelismo, el corporativismo, la compra de lealtades políticas y el reparto de cargos públicos con fines electorales están más arraigados en nuestra cultura política y terminan sometiendo a las instituciones formales que buscan prevenir y castigar dichos comportamientos. En México, no sólo en materia electoral, lo institucional queda a merced de lo informal, de las prácticas que constituyen al México real. Por ello, un objetivo pendiente es precisamente la institucionalización.

El “Bronco” es más bien producto del fenómeno contrario: la reacción ante la institucionalización fallida. En su narrativa, el “Bronco” abraza el personalismo como forma de entender la política. La política como voluntad del gobernante, los resultados llegarán porque yo sí soy honesto, limpio y valiente. No importa que el Gobierno no funcione, que su diseño esté condenado al fracaso, la pura ambición personal corregirá el desaguisado. No digo que en la política no exista un ingrediente de voluntarismo, grandes acuerdos políticos nacen de voluntades personales, pero el voluntarismo tiene sus límites. En México, el problema es precisamente que las personas son capaces de domar a las instituciones, que no existe una preeminencia del arreglo jurídico e institucional que subordine el comportamiento de los actores. Las instituciones hacen precisamente eso: institucionalizar las voluntades. He ahí el reto.

El personalismo también lleva a la errónea creencia de que las ideologías y los proyectos son cosas del pasado. Ahora es tiempo de los honestos, sin importar qué piensan. Los personalismos obvian que detrás de nuestros problemas como nación también hay genuinos enfrentamientos ideológicos: más mercado o más estado; qué tipo de programas sociales; educación pública o privada; sanidad universal o sanidad privada. Silvio Berlusconi es un caso paradigmático en Italia. Nace como “salvador” ante la corrupción de los demócratas cristianos y constituye un sistema de prebendas, corrupción y favores que se tejen en torno a su persona. El personalismo en la política, sino es acotado por un partido o una estructura ideológica, tiende a desviarse hacia la construcción de la persona como el único objetivo político, dejando de lado cualquier esbozo de proyecto.

El personalismo es también antipolítica en esencia. La antipolítica es la oposición a la política entendida como algo sucio y a los partidos por ser inherentemente corruptos y corruptores. La antipolítica juzga que los parlamentos no son necesarios y que los partidos políticos son estorbos democráticos que hay que enviar al basurero de la historia. La antipolítica si no es controlada adecuadamente conduce a un descrédito institucional que mina la democracia y dificulta acuerdos políticos estructurales. No digo que sea el caso del “Bronco”, no ha mostrado que sea la antipolítica todo su discurso, pero el personalismo sin contrapesos institucionales puede desembocar en rasgos antipolíticos y de desprecio a las instituciones.

El “Bronco” es ya un presidenciable sin haber gobernado Nuevo León un solo día. Parece que sin darnos cuenta, hemos caído en la trampa de la que nos alerta Javier Cercas: lo bueno es bueno porque sí. Acríticamente, medios de comunicación y analistas políticos colocamos al Bronco en la carrera presidencial cuando no sabemos ni qué significa, no ha tenido un solo resultado de Gobierno y no nos queda claro qué piensa. Bien valdría la pena sentarnos un segundo y reflexionar si opciones políticas como la del Bronco son realmente la respuesta a los problemas que tenemos o si son simplemente producto de una rabia desenfrenada por la decepción que han generado los partidos políticos. El reto del “Bronco” es pasar del “anti” a ser realmente representativo de un proyecto distinto, de un verdadero proyecto de cambio.

P.D. El “Bronco” estará en Guadalajara este jueves 10 de septiembre a las 16:00 horas dando una conferencia en la Cámara de Comercio de Guadalajara, organizada por la Asociación de Comunicación Política. Muchos de los temas planteados en este artículo seguramente se discutirán a fondo durante su intervención.

Tapatío

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