El Salto de Acatic

GUADALAJARA, JALISCO (29/JUN/2014).- A unos cinco kilómetros al noroeste de Acatic, el arroyo  Tepatitlán hace una hermosa cascada de considerable altura. Por La Cofradía se une al arroyo Tepatitlán el Saltillo, y en La Nopalera, lo engruesa el arroyo Las Víboras, cuesta abajo, le canturrea al rancho de igual nombre a la caída de agua, que realiza pasando el rancho.

En 1904, el Directorio del Estado reveló: La Hacienda la Estancia de Ramón N. Arana; Teposan, Tlalcoyote y Támara de Cándido González; Leonera de Gregorio Ruiz; Zapote de Liborio Barba; Capadero de Silvano González; Piedra Amarilla del Lic. Bernabé Vallejo; Tlalcoyote de Máximo Rivera; Salto de Acatic de Lino de la Torre; Coyotera y San José de Vicente de P. González; El Venado de Teófilo Jiménez y Pozo del Llano de Guadalupe Gutiérrez.

Una nublada mañana, Nicolás y yo partimos rumbo a Acatic, cruzamos el poblado con dirección al camposanto, por el camino a Los Ranchitos, a corta distancia viramos a la izquierda por el sendero al rancho El Venado, pasando el último letrero que anuncia El Venado (de tres), encontramos una bifurcación, seguimos el de la izquierda, la brecha cruzó unos potreros y llegamos al rancho “El Salto de Acatic”. Gruesos eucaliptos refrescaban el casco, dejamos el coche en la sombra de una higuera y seguimos una vereda que se dirigía a una cañada, vimos unos camichines con fruto, un peculiar eucalipto con siete troncos y dos escarabajos rodando una pelota. La vereda bajo al arroyo, donde miramos un sabino y lirio en el lecho, el cual atravesamos a través de una cortina carente de compuertas. Nos acercamos al Salto y nos maravillamos de su belleza, el agua caía con garbo y a plomo, abajo, la recibía una fosa circular, las paredes nos mostraron varios anillos de fosas que vibraron en épocas de antaño, radiografía de la cascada. Después de la fosa el arroyo se angostaba por un lecho rocoso y se perdía entre el abundante follaje, la garganta zigzagueaba para encontrarse con el cañón del río Verde. Caminamos por la ladera para poder apreciar el chorro blanco de un costado, agua que cantaba dicha. Dimos otros pasos para admirar la cascada de frente, el cordón blanco contrastaba hechizantemente con el paredón rocoso, oscuro y humedecido, a los costados el paredón se tornaba ocre, la fosa se ocultaba tras unos árboles, arriba, se dejaba ver la cortina y más arriba el rancho, nos sentamos en aquel mirador a contemplar el sensacional Salto, un gavilán surcó el cielo.

En 1865, Albino Lomelí puso en tinta: “Ríos. El que hace su travesía a orillas de ese lugar (Acatic) se conoce con el nombre de S. Francisco de Tepatitlán, corre de Oriente a Poniente; y haciendo una vuelta hacia el Norte desemboca en la barranca del río Verde, allí se deja ver un hermoso salto de un descenso de 15 varas, siendo que en el temporal de aguas procura éste una vista admirable, formándose nubes con las aguas que naturalmente se descompone; y cuando el espectador, alguna vez interpone la neblina con los rayos de sol se ven Iris con los colores más patéticos  que los del Iris ordinario y cuya belleza está reservada a óptimas y elevadas capacidades. Ese río tiene un puente de vigas que facilita el paso por el temporal de aguas que es cuando se suele encrespar los pasos comunes del transeúnte”.

A nuestro regreso apreciamos un hato lechero, luego tomamos el camino a El Venado, que nos enseñó bizarras fincas de adobe. El remate de la barda del rancho es una gran cadena. Posteriormente fuimos a un lugar que atesora tumbas de tiro, El Zapote, caminamos al Potrero de Barrancas, saliente que se asoma al espectacular cañón del río Verde. Después conocimos las cabañas El Acantilado, de donde miramos las paredes verticales del cañón y al fondo su río. Saboreamos unos mariscos en el 7 Mares.