Suplementos | El nombre de este lugar se desprende de sus enigmáticas noches El Charco del Diablo El nombre de este lugar se desprende de sus enigmáticas noches Por: EL INFORMADOR 21 de junio de 2014 - 23:56 hs Como un espejo. A través de las veredas se encuentra este encantador paisaje. / GUADALAJARA, JALISCO (22/JUN/2014).- Al Suroeste del cerro El Mirador, el río Verde, luego de haber serpenteado la mesa Plan de Potrerillos, hace un encantador charco en un sitio ceremonial tecuexe, acompañado por piedras enigmáticas, entre ellas caracoles, por los cuales emergen en algunas noches, luces blancas y azules, por ende ha sido llamado del Diablo. De la presa Calderón, atravesé Acatic para seguir rumbo a El Rincón. Me detuve a ver el casco de La Leonera, un robusto zalate daba sombra a las gruesas tapias, que antaño presumían de un portal que se asomaba a la pradera colindante. En 1825, Victoriano Roa, registró en Acatic, la hacienda San Antonio de la Leonera. En 1904 era de Gregorio Ruiz. Continué por el camino empedrado, a poca distancia se bifurcó con una terracería, que lleva a El Rincón, yo seguí el empedrado, que se dirigió al fabuloso cañón del río Verde. Vi una cortina de sauces y al fondo el cañón, me paré en un insólito mirador, enriquecido por un Cristo Rey, blanco, con los brazos extendidos en escuadra, las manos abiertas y una cruz ancha en el pecho, en recuerdo a los cristeros que se refugiaron en el cañón, en sus cuevas. El mirador se pavonea de los acantilados y del río, con su coqueto zigzagueo, en primer plano se dejó ver la arboleda y techos de La Sosa, luego el balneario Las Huertas, con sus mangos al fondo, donde el río giraba y ocultaba su descenso. El camino fue un bajar constante hasta La Sosa, donde miré una preciosa finca de adobe en ruina, rodeada por mangos, después aprecié la capilla guadalupana, la puerta con capiteles toscanos y en arco de medio punto, arriba una espadaña de un vano con campana. Enseguida se encuentra la morada de Elías Robledo, animada por diversas plantas, quien cuenta con una buena terraza y un surtido tocadiscos. El fantástico sendero siguió descendiendo entre bellos parajes de vegetación y riscos, huertas de ciruelos por doquier. Una garganta me detuvo para que admirara sus paredes verticales. Unas huertas me indicaron mi proximidad al balneario y al río. Caminé por una vereda para contemplar el hermoso río, que corría por un lecho rocoso, las piedras marcaban su antiguo nivel, unos veinte centímetros arriba, pues la presa El Zapotillo ha mermado. Al Norte, el río espejeaba al cañón y a los sauces aledaños. Después saludé al Chato, quien se encarga del balneario y me invitó a conocer el Charco del Diablo. Seguimos una encantadora vereda que se fue adentrando entre las sombrías huertas de mango, los centenarios palos rodeaban la bizarra casita del huertero. Nuestro andar era animado por el canto de aves de paraíso. Llegamos a una gran piedra plana, un hilo de agua la atravesaba y hacia una pequeña fosa a un costado, a unos pasos fui sorprendido por una cabeza que miraba al cielo, definida por cuatro triángulos, frente a la cabeza, contemplamos un caracol, una perfecta perforación circular, de dos diámetros, más adelante admiramos el charco, donde el cañón se miraba con detalles. Luego observamos la cara de hormiga, una piedra con dos óvalos y una rajada, parecía más un extraterrestre, al lado había dos increíbles hoyos cilíndricos, mostrando un diámetro preciso. En una pared rocosa, un medio círculo adentrado se hacía notar. Sitio que reunía a los tecuexes. El Chato me comentó que el lugar fue elegido, para una toma, del filme “Siete ciudades de oro”, con Anthony Quinn. Posteriormente caminamos para mirar un bonito peñón, conocido como el Pico del Águila. A nuestro regreso vimos el precioso arroyo Agua Fría, piedras lisas retenían el agua zarca. Al llegar al espectacular balneario, chapoteé en la alberca grande y luego disfruté de un gran chorro tibio, un excelente masaje, frecuentado por un cardiólogo de Tepa, elogiador de los beneficios del taray. Después una cerveza tapatía, unos cacahuates y un mirar al hechizante cañón, enseguida paladeé unas mojarras, criadas allí. Temas Pasaporte Veredas Lee También Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Abrazo otoñal en la Riviera Nayarit Pasaporte: la vocación de contar el mundo Cuatro imperdibles para tu primera visita a Madrid Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones