Edificio Central de la Universidad

GUADALAJARA, JALISCO (06/DIC/2015).- Al Norte de la Plaza de los Fundadores, de San Luis Potosí, lo embellecen: La Capilla de Loreto, el Templo de la Compañía y el Edificio Central de la Universidad. Jan Bazant nos cuenta: Juan de Zavala, minero y comerciante, quien estableció en el pueblo recién fundado una tienda de mercaderías, posiblemente la primera.

Antes de morir en la Ciudad de México en 1620, Zavala se acordó del lugar donde había hecho su fortuna y legó cincuenta mil pesos para el establecimiento de un colegio de la Compañía de Jesús en San Luis.

Tan pronto como le fue posible, se trasladó allá el padre Luis de Molina en busca de los terrenos adecuados  para la construcción del colegio; la mayor parte de ellos los consiguió por donación. Asimismo, buscó una inversión cuyo producto pudiera sostener al colegio… le atrajo la más cercana de las fincas rústicas y así, Isabel Pérez, viuda del capitán Gabriel Ortiz de Fuenmayor… le vendió el 13 de noviembre de 1623 la estancia nombrada “La Parada Nueva”, “con la labor que hay en ella y un ejido de molino”… A partir de entonces, la hacienda se llamó San Francisco Javier de La Parada.

La construcción del Colegio de la Compañía comenzó en 1624, donde estaba la ermita de la Santa Veracruz, rodeada de frutales. Armando Martínez Moya anotó: Los jesuitas encontraron en el sistema hacendario un instrumento que les permitió, por una parte constituirse en un poder económico y, por otra, sostener un programa educativo extraordinariamente poderoso… los jesuitas establecieron un sistema económico autónomo más ambicioso… en base a la “eficiencia”.   

Luego de observar las fachadas del Edificio Ipiña y de recorrer su portal, nos dirigimos al Edificio Central de la Universidad, de admirable expresión, su fachada de dos pisos, el primero, con tres ventanas verticales con forja, rematados en arco de medio punto sobre capiteles toscanos, con marcos de cantera, le sigue una puerta arqueada, la forja de su remate dice: “INSTITUTO CIENTÍFICO”, continúan tres ventanas y otra puerta, que anuncia en su remate: “MUSEO PÚBLICO” y completan la fachada tres ventanas más. En el segundo nivel corresponden con los vanos inferiores, bonitos balcones sencillos, de compleja forja a base de volutas, con marcos ligeramente arqueados, con adornos en su friso y rematados con frontones triangulares, los que obedecen a las puertas, con una flor, hojas y un medallón. En el tercer nivel sobresalen, a cada extremo, una torre, de planta cuadrada, con una ventana enmarcada por medias columnas y una almena en cada esquina de su cornisamento.
 
Entre las torres, balaustradas con almenas, que abrazan un frontón triangular con reloj de caratula redonda, rodeado por hojas y volutas en relieve, sobre la cresta, un asta y atrás, tres campanas en vertical.

Entramos al fabuloso claustro, de cuatro corredores, el patio de planta rectangular, animado por una gran fuente circular de una copa y por frondosos árboles. Columnas rectangulares, robustas, con capiteles dóricos sostienen arcos de medio punto. El segundo piso nos mostró columnas redondas y esbeltas, con similares capiteles y arcos escarzanos. Sobre el cornisamento y en el eje de las columnas, posan almenas.

Subimos la escalera en zigzag, para apreciar el hermoso claustro desde los corredores del segundo piso. 

Luego de la expulsión de los jesuitas en 1767, el edificio quedó abandonado hasta 1792, año en que se abrió una escuela primaria. Durante la Independencia, el inmueble fue utilizado como cuartel. De 1826 a 1853 se instaló el Colegio Guadalupano Josefino, transformándose en sede del Seminario Conciliar Guadalupano Josefino. Para 1861 se inauguró el Instituto Científico y Literario, bajo el gobierno de Vicente Chico Sein. En 1874, se remodeló la fachada, dándole el aire neoclásico, del Colegio se conserva la arquería del claustro, cubierta por bóvedas semiesféricas y las aulas, techadas por bóvedas con arista. Para 1923, el gobernador Rafael Nieto elevó el Instituto a Universidad de San Luis Potosí.