Domingo, 12 de Mayo 2024
Suplementos | Bolaños, al Norte del Estado y tierra que había sido olvidada por generaciones

Donde la tierra… allá abajo brilla

Bolaños, al Norte del Estado y tierra que había sido olvidada por generaciones, poco a poco vuelve a brillar con luz propia

Por: EL INFORMADOR

Inocencia. La mirada de esta bella niñita Cora, habla por sí misma de su corta historia. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera

Inocencia. La mirada de esta bella niñita Cora, habla por sí misma de su corta historia. EL INFORMADOR / P. Fernández Somellera

GUADALAJARA, JALISCO (27/MAR/2016).- Bolaños… minero, austero, colonial, tranquilo, romántico, pueblerino, moderno, industrioso, limpio, alegre y penoso, que se esconde entre las montañas y cañones para dejar respirar la bonhomía de su gente y el valor de los empresarios y mineros… ahora surge altivo con sus iglesias barrocas y casonas coloniales, entre las maquinarias que con ilusión y esperanza tratan de explotar sus riquezas escondidas.

Allá en el Norte de Jalisco… allá en donde en los mapas se vislumbra una manita que se mete entre Durango, Zacatecas y Aguascalientes… allá muy lejos, entre los áridos cañones y las montañas con la barriga repleta de metales… allá en aquellas lejanas serranías… allá muy lejos de todo… está ese viejo Mineral de Bolaños, tan rico como misterioso y olvidado.

Bolaños vino a llamarse así, desde que Toribio de Bolaños, uno de los tantos europeos que por los años del 1500 vinieron “a hacer las Américas” (como se decía entonces), tuvo a bien dedicarse a explotar —con bastante éxito por cierto— las vetas de plomo y de plata que había descubierto un nativo del lugar llamado Nicolás Gutiérrez quien, entre tantas “misiones evangelizadoras” ya había perdido hasta su nombre original y sus creencias.

Don Toribio, que —a lo que se dice— fue un buen hombre valiente, bravo, arriesgado, emprendedor y socio honorable de Nicolás con quien compartía sus negocios, fue —sin lugar a dudas— quien le dio vida a los sofocantes, calurosos e inhóspitos territorios recientemente conquistados.

¿Y la plata…? Bueno pues ¡eso está clarísimo! que la plata se la han llevao para la madre patria…

Altas y bajas sucedieron en los doscientos años que tuvieron que correr para que… otro señor… con características parecidas a las de don Toribio apareciera en el lugar. Este fue don Antonio Marqués de Vivanco y Vizconde de Bolaños —así le gustaba que le llamaran— de quien se dice que era un buen hombre, magnánimo, visionario y sin lugar a dudas muy empresario, cuyas actividades fueron definitivamente benéficas para la región.

Se dice que con él las cosas sucedieron bastante bonancibles por largo tiempo y de la mejor manera, tanto para los empresarios, como para los trabajadores de las minas.

Años más tarde, las guerras por la independencia vinieron a perturbar el orden de que gozaban. Casi cien años después, los sucesos violentos de la revolución —con robos, asaltos y vandalismos consecuentes— volvieron a hacer  estragos en la región, provocando la suspensión de las actividades de las minas. Más tarde, la Cristiada, con su fanatismo e intolerancia (cual talibanes), vino a aportar su granito de arena, causando los perjuicios inherentes.

En nuestra última visita, para mi azoro, me encontré con que las minas que habían estado abandonadas desde hacía ya muchos años, habían sido echadas a andar nuevamente y a todo vapor, con la esperanza de encontrar nuevas vetas bajo tierra. 

Un enorme montón de arenisca naranja y gris, y unos tejabanes muy grandes y añosos que trataban de proteger unos fierros viejos y herrumbrosos, nos llamaron la atención. Un puñado de hombres que se afanaba en volver a la vida las máquinas, tierras, cerros, túneles… y ¡hasta al pueblo mismo! empeñando en ello el trabajo, dinero, visión, valor y sudor de los mineros, nos hizo comprender que todo iba pa’delante; y esos fierros se convertirían en poderosas y eficientes maquinarias...

La población entera parecía estar volviendo a la vida, al trabajo y a la actividad creativa. Se sentía en la gente. Se sentía en el aire. Se sentía en el ambiente del pueblo mismo.

Las minas el Alacrán y la Huichola estaban volviendo a la vida al procesar con aquellos fierros viejos (ahora renovados) el montón de arenisca (jales) en otros tiempos desechada, ¡y metiéndose nuevamente a los túneles bajo los cerros hasta hacer que sus tripas volvieran a brillar...!
¡“Bien aiga” por Bolaños y por los mineros de allá del Norte de Jalisco...!

vya@informador.com.mx

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