Suplementos | Por: Juan Palomar Diario de un espectador jpalomar@informador.com.mx Por: EL INFORMADOR 24 de julio de 2010 - 01:45 hs GUADALAJARA, JALISCO (24/JUL/2010).- Una construcción cercana llena el aire de rumores y ruidos. Después de lustros de decadencia y abyecto abandono, una vieja casa comienza su transformación. Cerros de escombro y basura son desalojados con inopinado denuedo. Los letreros que pintarrajean casi todos los muros ven su largo discurrir cortado de golpe: la tensa atmósfera que los trabajos traen contrasta vivamente con el moroso relato de los ocios que los dibujaron, casi siempre de noche. La demolición de los anexos adosados a la casa al correr de las décadas va dejando espacio para nuevos usos. Irremediablemente, el aire de serena lejanía que la casa mantuvo a lo largo de generaciones desaparece de golpe. Se irá también lo que quedaba del jardín umbrío, la pérgola afrancesada, el vestigio de la jaula que alguna vez guardó pájaros brillantes, el tanque de natación reminiscente de anchas mañanas de hace medio siglo en una ciudad apacible. Perdida será una intrigante edificación adjunta -posiblemente de los tempranos años 30- dispuesta con sabia y reticente mano; un balcón volado, unas ventanas bien administradas, casi nada: y todo. Precios y saldos que la ciudad va pagando y recibiendo a cambio de la permanencia y la mudanza. Por lo pronto, el sordo ronquido de las máquinas pregona como sin quererlo una estrofa insistente que habla de la terca mano del tiempo, del ciego vuelco de los días que vienen, del hilo delgado e invisible que va tejiendo la ciudad, que va juntando los años. ** Alcanzando la edad. Uno a uno se van sumando en el edificio de sus años. El muchacho que así llega a los 18 bien que lo ha construido. Puertas de asombro, estancias de serenidad, algunos pasajes de incertidumbre, agridulces escaleras de aire, amplias ventanas de ventura. Recala ahora, estos precisos días, bajo el techo que ha visto pasar generaciones y decenios. Afanado en construir entonces un balcón del que mirarse partir, va y viene con la reconcentrada distracción, con la atenta displicencia de quien se sabe dueño de su tiempo, de quien viaja sostenido por una voz más alta. El jardín, por largo tiempo, lo esperaba. La vida está para él. ** Bajo el volcán, revisitado. Un año después del día de muertos de 1938, en Quauhnahuac, M. Laruelle, asomado a la barranca, recapitula los últimos días del Cónsul. La descripción que Malcolm Lowry hace de Cuernavaca es a la vez exacta y delirante. La novela es una despiadada relatoría del progreso de una fatalidad: el martirio y caída de un hombre bueno que eligió con toda deliberación el abrazo de la soledad y el yugo del potro del alcohol. El México de los años 30, el mismo que Graham Greene y Evelyn Waugh conocieran, da sustancia y fondo a una historia que va destacando rasgos y caracteres idiosincráticos, a veces coloridos, a veces siniestros. La mujer del Cónsul lo había abandonado, la mujer había vuelto: el Cónsul, sin embargo, ya había tomado el hondo desfiladero del mescal. Queda una huella honda e inquietante, una ominosa atmósfera de extravío, de un bien perdido. Queda, como en las grandes obras de arte, un misterioso regusto de felicidad alcanzada al paso de una prosa llena de filos y sorpresas. Los pasajes que describen la estadía de uno de los personajes en alta mar no desmerecen del mismo Conrad. Dice Lowry, muy al principio: “Aunque la tragedia estaba en el proceso de volverse irreal y sin sentido, parecía que aún estaba permitido recordar los días cuando una vida individual tenía algún valor y no era una mera errata en un comunicado.” ** Flores de la noche. Anuncian brevemente su reinado. Su silueta inminente es un blanquísimo dardo que apunta al centro de la estación. En la hora en que el latido del imán del verano titubea, empieza el vuelo. Orientadas hacia lo más claro del cielo, la parvada de livianas embarcaciones suscita a su vera prodigios y maravillas. Su esplendor no terminará más que a la primera luz, y el día las halla enjutas y derrotadas, orgullosas sin embargo de su efímero, indeleble traslado. ** Otra vez Orozco. Nueva vuelta por la poderosa exposición que aún dura en el Hospicio Cabañas. Es un privilegio asomarse, como nunca antes había sido posible, al minucioso trabajo con el que Clemente Orozco preparaba sus murales. Esto, gracias a la exposición paralela de los dibujos y esbozos preparatorios confrontados a las fotografías de la obra muralística completa del artista. El refinamiento de sus trazos, la armoniosa justeza de proporciones, el cuidado extremo en la composición, son otras tantas prendas que el arte del de Zapotlán desvela en este montaje. La inmersión en el sombrío, despiadado y desesperanzado mundo de Orozco resulta a ratos asfixiante. Solamente los niños, captados en su radical inocencia, se salvan. Pero redime siempre, a una expresión tan densa, el soberbio trabajo con que cada obra es resuelta. O los simples fragmentos que son, en ellos mismos, una lección de elegancia y oficio. Tal es el caso de las arquitecturas pintadas por Orozco: magistrales síntesis de las raíces que las alientan. Y el fuego, siempre el fuego. ** P.D. James: “Es posible combatir la intolerancia, la estupidez y el fanatismo cuando vienen por separado. Es cuando vienen los tres juntos cuando probablemente sea más prudente escapar, tan sólo sea para preservar la cordura.” ** 120 veces la anunciación. Es un pequeño libro, editado por Phaidon. Recopila un centenar largo de una de las escenas que por siempre marcaron la imaginación de Occidente. Una muchacha a quien el ángel visita, poco más. La aparición llega siempre desde la izquierda, lo demás cambia. Bien puede ser un jardín tranquilo o una galería de ojivas blancas, una habitación oscura o un simple dintel que también cobija a una paloma. Siempre fue el vuelo del ángel lo que el pintor quiso dejar dicho, el azoro de la doncella lo que al final brilla en la tela, el misterio del tránsito de un Dios lo que ciento veinte veces deslumbra. Gerard Richter, casi al último, deja constancia de un simple, magnífico, terrible aleteo. Temas Tapatío Diario de un espectador Lee También Samuel Kishi y su cine que cruza fronteras y generaciones Un museo vivo: Experiencias y arte en el Cabañas La gran estafa que nos hizo “americanos” El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones