Suplementos | Juan Palomar Diario de un espectador Para seguir con Dylan. Visión de I’m not there, la película-homenaje de Todd Haynes al genio de Minesotta Por: EL INFORMADOR 4 de septiembre de 2009 - 21:16 hs Atmosféricas. Una cierta luz. Por alguna razón transparente e indescifrable, el muro azul fosforece con un resplandor que parece emanar de su mismo centro. La oscuridad gana terreno, pero el muro sigue brillando. Las guayabas ruedan lentamente, dejando un rastro amarillo y fugaz. La lluvia visita al jardín en la madrugada. Nadie oyó su paso sigiloso. ** México. A cada vez, una comprobación aleccionadora, reconfortante, inquietante: y sin embargo, se mueve. ** David Lachapelle en el Museo de la U de G. Inusitado gentío invade las salas. Imágenes apenas sorprendentes, referencias de referencias, citas, galerías de famosos y de ignotos, despliegue de técnicas brillosas, impecables, distantes. Viene a la memoria el título de uno de los mejores álbumes de Crosby, Stills, Nash & Young: Déjà vu. Lo interesante es la fascinación que esta obra parece despertar en amplios públicos. El carácter de lo mostrado apenas resulta ya novedoso, o sorprendente, provocador, irreverente. Displays post-post tardomodernos, secuencias como de algún Vogue de los tempranos noventas. Algunos retratos notables: Uma Thurman, por ejemplo. ** My back pages. Esta es una de las canciones más oscuras de Dylan, y a la vez emite una extraña luminosidad. Los Byrds hicieron una versión que llegó lejos. La letra es muy difícilmente traducible, salvo el estribillo: "Ah, pero era tanto más viejo entonces,/ soy más joven ahora." Bajo esta bandera, muy apropiada, se reunió en el Madison Square Garden, a fines de los noventas, una alineación de fantasía: Bob Dylan, George Harrison, Eric Clapton, Tom Petty, Neil Young y Roger Mc Guinn, para acometer, por todo lo alto, My back pages. Vale la pena buscarla en youtube. Excelente recomendación, por cierto, de Héctor Carrillo. Como para ponderar, otra vez, esos señalamientos generosos que nos ayudan a descubrir, agradecidos, ciertos instantes incandescentes que circulan por el infinito espacio cibernético. ** Para seguir con Dylan. Visión de I’m not there, la película-homenaje de Todd Haynes al genio de Minesotta. Alusiones y elusiones: ciertamente, Dylan ha hecho un refinado oficio, una persistente defensa, de la práctica de no estar ahí. Inasible, siempre piensa en otra cosa, va a otro lado. Basta recordar esas sesiones alucinantes en donde los periodistas tratan con insistencia de arrancar del poeta alguna confirmación de sus juicios y suposiciones. Ilusionista consumado, Dylan evade siempre el lugar común, la cita citable, la fácil salida tranquilizante. Este carácter movedizo, impredecible, ajeno a las concesiones, es una de las claves de su estatura como artista. Así parece querer decirlo esta cinta apropiadamente desconcertante. Los títulos finales desfilan. Se oye a Sonic Youth interpretar, precisamente, I’m not there. I don’t belong to anybody, cantan en alguna parte. ** Ortega y Gasset, en sus Notas del vago estío: "Conviene arrancar el arte de las manos del buen burgués, donde ha caído prisionero, y hacerlo inconfortable; esto es, auténtico. En vez de adaptarlo a las almas inertes, importa ensayar lo inverso: hostigar a las gentes para que sean capaces de él. A primera vista, puede parecer excesiva esta actitud. Sin embargo, permítaseme insistir un poco en ella. La cuestión es más grave y menos caprichosa de lo que parece a primera vista. Como con el arte, aunque en menor medida, acaece con la ciencia, y tal vez resulte más claro referirse a ésta. ¿No es más discreto sostener que el arte y, en otra medida, la ciencia son dos cosas sobremanera problemáticas, de existencia muy dudosa, más bien puras aspiraciones de unas cuantas personas que las cultivan por sencillo gusto, sin pretensión patética alguna, como podrían jugar al ajedrez o cazar mariposas? Arte y ciencia son regalos imprevisibles que caen sobre el hombre no se sabe cómo ni cuándo ni de qué mágicas regiones. Por lo mismo, el hombre no debe contar con ellos ni asentar su vida cotidiana en islas tan improbables. En cambio, debe exigirse a las gentes el sacrificio de la libación. El hombre antiguo derramaba un poco de su vino mejor en homenaje a los dioses ausentes, sin esperar gran cosa de ellos. Arte y ciencia no necesitan favor ni entusiasmo excesivo y popular. Sólo de cuando en cuando, un poco de fina atención, despierta y crítica, para ver si ha acontecido el milagro." ** Toda casa es una clepsidra, un sextante, un reloj de sol. Cierta ventana, en una latitud determinada, sabe marcar las horas con precisión sobre los mosaicos brillantes. El saliente del balcón determina, puntual, la sombra del solsticio. En la oscuridad del aljibe un delgado chorro mide el flujo inmenso del caudal que llega a la ciudad sedienta, y fija entonces el ritmo de la noche, el advenimiento del día. Un umbral determinado encuadra, con justa mesura, el paso de las estrellas en las noches claras. Y, a veces, el cielo encapotado es una vasta lámpara que devuelve sobre el jardín la claridad difusa que el resplandor citadino emite hacia la insondable oscuridad en la que el planeta vaga. jpalomar@informador.com.mx Temas Tapatío Diario de un espectador Lee También Samuel Kishi y su cine que cruza fronteras y generaciones Un museo vivo: Experiencias y arte en el Cabañas La gran estafa que nos hizo “americanos” El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones