Suplementos | por: Juan Palomar Diario de un Espectador jpalomar@informador.com.mx Por: EL INFORMADOR 13 de noviembre de 2010 - 01:34 hs GUADALAJARA, JALISCO (13/NOV/2010).- Atmosféricas. El oleaje de los fríos amaina y las mañanas recobran su equilibrio. Unos cuantos grados en el termómetro y la vida cambia un poco, los hábitos se adaptan. Las puertas duran cerradas hasta media mañana, la terraza prolonga su espera. Recordatorios del lujo a veces inadvertido que significa vivir bajo estos cielos clementes. El jardín, como cada año, cambia de régimen y una lentitud distinta se advierte en sus disposiciones. Las flores rojas de las que se ha olvidado el nombre optan por la más honda quietud, a medio camino entre su inicial impulso clamoroso y su despedida. Podas: ciertas ramas del granado lucen ya sin hojas: habrá que esperar para ver qué deciden. La sombra de un pájaro, un poco más pálida, cruza el día. ** León Plascencia Ñol. El poeta, sin duda uno de los más importantes de su generación, acaba de ser distinguido con el Premio Jaime Sabines por su libro Satori. Felicidades al maestro, como las que con serenidad y contención entrega el libro mencionado. De éste, Ernesto Lumbreras ha escrito: “Si en la primera sección, ‘Pentimento’, el trazo elemental –como si de la caligrafía de un kanji se tratara– crea una visión emocionada o perpleja, las dos restantes, ‘La cordillera’ y ‘Satori’, se resuelven en un monólogo interior sugestivo, de múltiples y felices desdoblamientos y representaciones respecto de su trama central: la belleza del mundo y su terrible fugacidad.” De “Pentimento”: trazos del paisaje que se quiebra. algo de luz en lo negro. fisura accidental: un sesgo, un pliegue, una herida. todo está. esas casas son como los rostros que tuvo el dios de las cosas vacías. casas para siempre o un momento. la no- palabra. un estanque de lotos es fuego apacible. o casi quebradura, quiebre o casi velada profusión de susurros. O casi un estanque de lotos. De “La cordillera” (título de inevitable resonancia rulfiana), el principio: Hay en mis ojos una extenuación, una muralla de árboles, esta calle de árboles rojos que se queman por días y días en un lento incendio. Y luego, una estrofa de “Satori”: Fugacidades, elementos, que se funden en la sorpresiva estela de este nombre. Nosotros tuvimos una casa y un flamboyán. El río cruzaba abriéndonos en dos. El río, el nombre que provino del cañaveral. Como una esencial calma, un espacio dentro del que es posible instalar una mirada más quieta, un dispositivo para avistar las palabras que describen el mundo, Satori deja una estela de reververaciones tras su lectura. ** Cine: Comer rezar amar. Un largo, largo discurrir sobre asuntos que si se ven con ojos light terminan por ser felizológicos. Sin embargo, este espectador agradece la oportunidad de subir a uno de esos vehículos cinematográficos que transitan por la penumbra de la sala y divagan sin mucho orden por lugares interesantes. El cine de viajes tiene a veces la ventaja de permitir a quien lo ve de ir haciendo sus personales anotaciones del recorrido, sus particulares rememoraciones y descubrimientos. Un maestro hablaba hace tiempo del gusto posible en las narraciones –literarias o cinematográficas- que tenían la respiración necesaria para que el lector o espectador pudiera establecer dentro de ellas sus propios ritmos. Con buena voluntad, esto es lo que puede suceder en Comer rezar amar. La historia es débil, los propósitos de la protagonista trillados. No importa. De Nueva York a Roma, la India, Bali. La dirección, a cargo de Ryan Murphy, se las arregla para comunicar eficazmente un “sentido del lugar” en cada una de las locaciones. Así, el resplandor de Roma –peligro para caminantes, le dijo Alberti- logra hacerse presente no tanto a través de las grandes vedutas sino de los trazos menores; la textura hindú, el grano de la vida que allí sucede, fluyen con naturalidad y buen oficio; y en Bali pasa otro tanto, aunque con mayor vaguedad. Julia Roberts parece encontrarse muy agusto en la cinta, y en estos lugares: su extraña belleza es un vehículo más de divagación. El soundtrack es atinado, y en momentos brillante. Total, si hay el ánimo paciente para subirse al paseo, éste puede ser agradable. ** Postal. Arriba del horizonte, la imagen muestra tres cosas en movimiento: la naranja que lanzó el gitano, la caseta de concreto que pierde su equilibrio, el caballo que emprende la marcha. Dos líneas alteran la composición: el borde de la loma que va en declive, la diagonal de una vereda blanca junto a la que tres personajes descansan. Uno se recuesta y parece mirar lejos, otro duda, se inclina; el tercero resiste, continúa lanzando hacia arriba la naranja: y nunca cae. El vuelo de la naranja resume la durable traslación de los gitanos: planeta misterioso que, ahora, brilla al sol. Una fotografía de 1973 de Josef Koudelka: Exiliados. Temas Tapatío Diario de un espectador Lee También Samuel Kishi y su cine que cruza fronteras y generaciones Un museo vivo: Experiencias y arte en el Cabañas La gran estafa que nos hizo “americanos” El río Lerma: un pasado majestuoso, un presente letal Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones