Viernes, 26 de Julio 2024
Suplementos | El reino de Pilatos era uno sostenido por la fuerza del hombre, impuesto a través del terror y la conquista y siempre expuesto a la reb

Diálogo entre autoridades

El encuentro no podía parecer más desigual: por un lado, el procurador romano de Judea, representando la más alta utoridad en esa región, por parte del imperio más poderoso del mundo en ese entonces

Por: EL INFORMADOR

     El encuentro no podía parecer más desigual: por un lado, el procurador romano de Judea, representando la más alta utoridad en esa región, por parte del imperio más poderoso del mundo en ese entonces; y por otro lado, un humilde carpintero de la aldea de Nazaret, a quien acusaban de autoproclamarse el rey de los judíos. Pilatos, envuelto con ropas reales, con miles de soldados listos para hacer inmediatamente cualquier acto que la voluntad del procurador determinara; y por el otro lado Jesús, con una sencilla túnica y totalmente abandonado por quienes decían ser sus seguidores.
     Con todo, el diálogo que se dio entre estos dos personajes, según nos relata el evangelista San Juan en su capítulo 18, 33b-37, nos plasma un cuadro claro y profundo de que aunque ambos poseían autoridad, el reino que cada uno representaba era completamente diferente del otro.
     El reino de Pilatos era uno sostenido por la fuerza del hombre, impuesto a través del terror y la conquista y siempre expuesto a la rebelión. Su tarea de imponer la paz romana siempre se veía desafiada por el descontento de la gente y los esfuerzos de los rebeldes por derrocar al odiado imperio romano. Todo era susceptible de sospechas y desconfianza, y la única manera de mantenerse en el poder era viviendo constantemente en alerta máxima, a través de la fuerza de los legionarios romanos.
     El fin de este reinado humano vino apenas unos cientos de años después, cuando prácticamente desapareció el imperio romanno y nuevos pueblos tomaron el control de las naciones. Ni la fuerza de los soldados, ni la claridad del pensamiento romano, ni sus avances políticos, económicos y sociales pudieron evitar el derrumbamiento de su reino, dejado la historia de sus césares para el recuerdo.Tal es el destino de los reinos de este mundo, los
cuales pasan de nación a nación y de soberano a soberano, hasta que su fuerza decae y entonces se levanta otro más poderoso que los vence, sólo para ocupar su temporal lugar como gobernante supremo del mundo.
     El reino de Cristo no es sostenido por la fuerza de los hombres, sino por la autoridad misma de Dios, quien ha querido entregar en mano de su Hijo todos los gobiernos de este mundo, para que Él los controle y gobierne con cetro de hierro y trono de justicia. Lo interesante es que este reino no se establece a través de la guerra, sino a través del amor, y sus súbditos no son reconocidos como estrategas militares, sino como pacificadores y amantes de la reconciliación.
     A través del amor, Jesucristo ha logrado lo que ningún gran conquistador del mundo ha podido trascender por los siglos y seguir expandiendo su reino, el cual se establece cada día más en el corazón de sus seguidores. Ni Alejandro Magno, o Napoleón, o cualquier otro estratega, ha podido ganar tan intensamente el corazón de sus adeptos, ya que ninguno de ellos ha podido tener tan alto número de seguidores dispuestos a dar su vida incondicionalmente para hacer la voluntad de su Señor.
     Millones de seguidores de Jesús han perdido la vida, sus posesiones, las comodidades de su posición y hasta el amor de sus familias, por causa de su lealtad al Señor, y a pesar de todo lo anterior, sigue aumentando cada día el número de aquellos que hemos decidido dejarlo todo para vivir por aquello que al Señor le importa. Usted también es bienvenido a este reino, que a pesar de estar en la tierra, no pertenece a este mundo.

Ángel Flores Rivero
iglefamiliar(arroba)hotmail.com

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