Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | Por: Pedro Fernández Somellera

De viajes y aventuras

La Peña de Bernal

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (15/MAY/2011).- La Peña de Bernal es una piedra; una sola piedra del tamaño de una montaña; una  sola roca saliendo de la tierra; monolítica, fuerte, intensa, sólida, altiva, altanera, agresiva, orgullosa, imponente, tosca, dulce, bella, tierna, apasionante, intrigante, obsesiva, intimidante y cautivadora; dura como piedra por afuera y… hueco su interior (las leyendas así lo dicen), hueco y repleto de misterios.

En aquellos tiempos (aseguran que es muy cierto), los alrededores de la peña estaban habitados por enanos. Unos enanitos industriosos que trabajaban noche y día con hornos y calderos, modelando los metales que ahí encontraban. Un buen día, al cavar por una grieta, descubrieron que el interior era todo de oro ¡De puro oro macizo del mero bueno! Después de hacer un gran festín para celebrar el gran hallazgo, poniendo manos a la obra, comenzaron a socavar toda la montaña por adentro. Tan grande era su delirio que en los huecos que quedaban instalaban los peroles y también hasta sus casas y talleres. Tal era su codicia que perdieron totalmente el interés por salir al exterior. Así pasaron los años y cuando se acabaron todas las tripas de la roca y ver el daño que habían causado a la peña, llevados por su insaciable ambición, decidieron, como castigo propio, quedarse ahí dentro para siempre, cuidando y protegiendo la hermosa peña tan sagrada. ¡Gracias enanitos! ¡Sin querer queriendo han hecho un buen trabajo! Pese a los siglos que han pasado, la cuarta piedra más grande del mundo, después de la Ayers Rock en Australia; del Peñón de Gibraltar en el Mediterráneo; y del Pan de Azúcar en Brasil, sigue imponente, bella y bien cuidada.

Bernal mismo, es un pueblo muy chiquito y muy bonito no muy lejos de Querétaro, lleno de tradiciones, leyendas y gente longeva y “vividora”, porque ¡ah, qué bien viven esas ‘gentes’! Muy de mañana salen las señoras a barrer la calle –un poco por barrer y otro poco por acontecer–. La plática de los que van pasando tiene el sabor de ayer y la gloria de mañana; unos pasan adrede y otros porque tienen que pasar, pero… entre lo que vieron y lo que dicen que oyeron, tienen plática para todo el día, porque habrá que cuidar de no quemar la lengua con el chocolate ardiente del Portal de Doña Tere. Bonito lugar con sus pisos de piedra muy pisada; los arcos muy bajitos en ocre con ribetes azul añil; viguería muy alta de madera con mil historias; sentimientos perdidos entre los adoquines frescos de la calle; zaguanes aflojerados que dan los buenos días –con rechinidos de bisagra y gruñidos de escoba– al peñón omnipresente y al señor de enfrente.

Las casas son chiquitas. La iglesia es chiquita. El palacio municipal es chiquito. El torreón es chiquito. Los portones son chiquitos. Como si todo estuviera reducido a una escala del 20 por ciento. Todo esta muy pintado pintado, cuidado cuidado y barrido barrido. Las tiendas son también chiquitas; y venden cajetas, tejidos deshilados y piedras que son tesoros, y también cuarzos, trilobitas, caracoles fosilizados, amatistas y turquesas.

Arriba de la peña hay una cruz. Es bien pesada. Como 60 kilos. El 1 de Mayo –que son las fiestas– hay que bajarla. Y como “todo lo que baja tiene que subir”, hay que regresarla a su lugar el día cuatro, pasando la fiesta.

Los Escaloneros son los encargados de subir y bajar el dulce peso, escalando la pared casi vertical en donde han sido labrados unos rudimentarios escalones (de ahí el nombre de escaloneros). El riesgo es impresionante pero... así es “el costumbre”, y los encargados ganan indulgencias (¡Si los viera Lutero…!).

En fin, así es Bernal: galante, señorial, repleto de tradiciones y de leyendas, de piedras tesoros y de cosas deliciosas.
Péquenle a la dieta con los dulces de cajeta.

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