Suplementos | Por: Pedro Fernández Somellera De viajes y aventuras A Santa Clara sí que le salió el cobre Por: EL INFORMADOR 13 de marzo de 2011 - 02:11 hs “El Guache” dice que con su tejuino fresco se oyen mejor las canciones que Pito tocaba allá trepado en la torre del campanario. P.FERNA / GUADALAJARA, JALISCO (13/MAR/2011).- Aunque doña Clara haya nacido en Asís y haya sido seguidora de las doctrinas del ilustre santo del lugar, no creo que haya tenido la menor idea de los martillazos que resuenan en el pueblo que -desde la conquista y evangelización- fue bautizado con su nombre. Pero en fin; Santa Clara se llama, y aunque le han tratado de cambiar el nombre a Villa Escalante, en honor a un aguerrido revolucionario nativo del lugar, “Santa Clara del Cobre” se le llamará; salvo que alguien más costumbrista y menos religioso le quisiera llamar “El Cobre de Pito Pérez”, en honor al famoso personaje de José Rubén Romero, quien se subía pito en mano al campanario de la iglesia, para dar a toda hora con su pitito de carrizo, dulces serenatas que eran escuchadas -a querer y sin ganas- por toda la población. El pito de Pito, a quien todos en el pueblo actualmente veneran (los libros de Romero se encuentran hasta en el estanquillo más humilde) es el verdadero héroe de la población; y las fotos del campanario a donde supuestamente se subía a tocar el pito, son las más vendidas en las tiendas de recuerdos. Así es que -sin duda alguna- el pito de Pito es la figura que rifa en el lugar. Taca, taca, taca es el sonido martillante y metálico que sale de cada casa. El taca, taca, taca de los obreros que golpean las placas metálicas rojizas todavía calientes, y los bufidos de los fuelles de las fraguas iluminados con los colores naranjas y amarillos que emergen del crisol ardiente, son una constante en cada casa convertida en un taller. Las señoras llevan tortillas, frijoles y un poco de carnitas enchilosas a los trabajadores sudorosos y tiznados para calmar el hambre, mientras detrás de los fogones van surgiendo las humeantes piezas, que con infinitos golpes de martillo y mucho arte son exhibidos como joyas artesanales en los portales de las casas. Arte en unos, y arte en las otras: “Tanto mata la vaca el que la mata, como el que le estira la pata”, dice un dicho ranchero; y tanto mérito tienen los artesanos como las mujeres que los apoyan. Mérito de ambos son las artesanías de cobre que se producen en este tranquilo pueblo, casi en las orillas del Lago de Pátzcuaro. En aquellos tiempos, mucho cobre salía de las minas de la región, pero ahora -así es la vida- se usan los desperdicios de chatarra desechados de las producciones de alta tecnología. Pedacera de alambre y láminas de recortes son metidas con cariño y dedicación a los primitivos crisoles para convertirlos, fuego de por medio y martillazo tras martillazo, en la figura primigenia que al pasar a manos de los artistas-artesanos se van convirtiendo golpe a golpe en obras de arte. Taca, taca, taca, suena con esmero el golpeteo. Unos golpean en lo parejo cada lámina para darle textura, y otros la aporrean sobre la cabeza de un fierro liso y romo para darle forma. Taca, taca, taca es el ruido ensordecedor y constante en los talleres. Una grandísima lámina redonda es sacada del fuego vivo entre varios hombres; y un verdadero ejército armado con extraños martillos de madera suave en forma de bastón, con prisa se afanan en darle la figura deseada. Uno de ellos gira la lámina sobre el molde ardiente mientras los otros, con su continuo golpetear, hacen que aquel sol ardiente tome la forma caprichosa programada. ¡Un enorme cazo está naciendo! golpe a golpe, paso a paso, verso a verso (como la canción), una enorme obra de arte emerge de aquel infierno de fuego y golpes ¡Maravilla de ingeniería, talento, astucia, y arte-artesanal! Más tarde, el maestro, titulado en el oficio, dará los toques finales que serán coronados por un par de brillantes orejas como si fueran el premio merecido. ¿Podemos pedir mas para una artesanía tan singular? Si los enormes cazos que vemos a la orilla de una banqueta, o la elegante olla rebosante de paella no nos motivan al azoro, debemos de ver los jarrones y tibores de magnífico diseño que se exhiben en las puertas de cada casa en Santa Clara del Cobre -que no de Pito Pérez- del hermoso Michoacán. Habrá que conocer este bello pueblo, para que a nosotros no “nos salga el cobre” cuando platiquemos de nuestro bello México. Temas Pasaporte De viajes y aventuras Lee También Agencias de viaje en Jalisco ofrecen descuentos para adultos mayores con Inapam Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Abrazo otoñal en la Riviera Nayarit Pasaporte: la vocación de contar el mundo Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones