Martes, 21 de Octubre 2025
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Yucatán; el siempre sorprendente Yucatán

Por: EL INFORMADOR

El recuadro marca  el lugar donde cayó hace 60 millones de años el meteorito Chicxulub.ESPECIAL  /

El recuadro marca el lugar donde cayó hace 60 millones de años el meteorito Chicxulub.ESPECIAL /

GUADALAJARA, JALISCO (30/ENE/2011).-  Para empezar, tenemos que decir que la península entera es casi toda ella de nueva adquisición, ya que emergió lentamente de los mares -sobre todo la parte Norte- en épocas geológicas relativamente recientes. Su suelo calizo y prácticamente plano, si bien impide la formación de ríos superficiales, propicia el surgimiento de cavernas y conductos acuíferos bajo su suelo, cuyos techos en ocasiones llegan a colapsar al correr del tiempo y sus aguas maravillosamente afloran a profundidades diferentes dando lugar a los llamados cenotes, que han sido fuente vital de agua para las comunidades que a su alrededor se han establecido. O sea que en Yucatán no hay ríos, pero hay grandes pozos con agua clara y limpia. Los cerros o montañas brillan por su ausencia.

Cosa curiosa es que no hace muchos años -en la década de los setenta-, la gente de Pemex haciendo sus exploraciones en busca de petróleo, descubrió un gran cráter -de unos 200 kilómetros de diámetro- que iba desde Celestún hasta Dzilám de Bravo en aguas del Golfo de México. La comunidad científica mundial no tardó en poner sus ojos en el descubrimiento, aduciendo que esto traía luz al enigma de la misteriosa desaparición de la mayor parte de los seres vivos del planeta, incluyendo a los dinosaurios. Suponen los científicos que hace unos 65 millones de años, un meteoríto que medía unos 10 kilómetros de diámetro se estrelló contra la tierra en la parte norte de la península, lanzando tal cantidad de polvo y vapor de agua a la atmósfera, que la mayor parte de las plantas y vegetales se secaron ante la falta de luz solar, con funestas consecuencia para los animales que se alimentaban de ellas. Chicxulub es el nombre maya que fue dado al aerolito, supuesto causante de la desaparición de infinidad de especies animales y vegetales del planeta.

Años después (muchos) el hombre apareció tratando de habitar el suelo rico, aunque plano y caluroso. Itzaes, Cocomes, Xius y varias otras tribus, se establecieron en las mejores partes de la península,  y se llamaron mayas como nombre genérico. Los Olmecas también metieron su cuchara aportando algunos de sus  conocimientos, cultura y modos de vivir. Así crecieron los asentamientos en el basto territorio plano, logrando grandes bonanzas que permitieron darse tiempo para las  ciencias, la cultura, la arquitectura y los conocimientos que solo pueden sucede cuando el diario vivir está relativamente resuelto. Dioses aparecieron a la par que los templos necesarios para adorarlos. Regímenes políticos imperaron (lo de siempre) en contra de otros que también se sentían poderosos y tenedores la verdad absoluta y del poder heredado de las divinidades. Así reinaron, gobernaron, impusieron, sacrificaron, pelearon, malbarataron y misteriosamente desaparecieron -cual dinosaurios víctimas del Chixculub- dejando tras de sí misteriosas y grandiosas edificaciones, aún incomprensibles para la mayoría de los científicos que se devanan los sesos por comprender sus enigmas. El común de los vivientes nos contentamos con admirar los inquietantes edificios, los glifos minuciosamente detallados y las imágenes de sus múltiples dioses, sin comprender del todo el porqué y el para qué de tanto esfuerzo y tanto ingenio empeñado en ello.

Más tarde, y según esto habiéndolo predicho sus dioses, llegaron a la costa -tras haber naufragado- los hombres blancos y barbados: Gonzalo Guerrero, que se hizo uno con sus captores, casándose con Zazil Há, que era hija de uno de los principales, dando comienzo al mestizaje y siendo el defensor a toda ley de su nueva gente contra las posteriores iniquidades de sus coterráneos conquistadores. En cambio, Jerónimo de Aguilar, conservando su origen y religión, sirvió de guía y traductor a quienes declaraban a sangre y fuego que vidas y haciendas les pertenecían a pesar de quienes desde siempre las hubieron habitado.

Encomiendas y dádivas vinieron desde España provocando la esclavitud de los indígenas como cosa natural en las haciendas. El descubrimiento del henequén como la fibra prodigiosa -“el oro verde”- que servía tanto para hacer costales como sogas y textiles diversos, si bien dio gran riqueza a unos cuantos avivó el tormento de la esclavitud.

La Guerra de Castas, con gran derramamiento de sangre y dudosos resultados, fue la reacción natural ante esta situación. Y todavía en épocas recientes (1923), fue asesinado Felipe Carrillo Puerto, titánico defensor de la mujer, de la igualdad y de los derechos de los pueblos, cuyas últimas palabras “no se olviden de mis indios”, hablaron con vehemencia de su enorme lucha por los mayas.
Yucatán; el siempre sorprendente Yucatán.

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