Suplementos | Por: Pedro Fernández Somellera De viajes y aventuras Hemingway, un gringo muy querido en Cuba Por: EL INFORMADOR 28 de noviembre de 2010 - 01:29 hs El aclamado Premio Nobel, Hemingway, hizo de La Habana su espacio personal. P.FERNÁNDEZ / GUADALAJARA, JALISCO (28/NOV/2010).- Durante más de 20 años, el escritor galardonado con el premio Nobel de Literatura, vivió en la La Habana y en sus alrededores, bebió en sus bares, pescó en sus costas, y puso a Cuba como escenario de algunas de sus obras más famosas, entre ellas el célebre cuento de El viejo y el mar. Y aunque uno de sus biógrafos, haciendo una descripción de su persona quizás muy real, aunque tajante y cruel, lo describía como “un fanfarrón, mentiroso, obsceno, aburrido, altivo, malcarado, susceptible, rencoroso y farisaico personaje” muy pocos, incluyendo a famosos y reconocidos artistas de aquellos tiempos, como Errol Flyn, Frank Sinatra, Ava Gardner, Garry Cooper y Marlene Dietrich, se podían negar a aceptar una invitación suya para compartir, aunque fuera por algunas horas, su finca “El Vigía” con hermosa vista de toda La Habana, o a salir de pesca en su yate “Pilar” en busca de los grandes velas o los marling´s picudos de las costas de Cuba. Para los cubanos -incluyendo a Fidel- la figura de “Papá” Hemingway era una, llamémosle… reliquia viviente, que vivía, convivía, se emborrachaba, discutía y peleaba -casi siempre ganando- lo mismo con alguien del pueblo cubano, que con algún turista que se acercara a platicar con el, o tan solo a pedirle un autógrafo. Hemingway era una figura grande y barbuda, que se paseaba oronda y querida, con su camisa blanca de manta, pantaloncillo corto de kaki maltrecho y sus mocasines de siempre, siendo más que bienvenido con amistosos saludos mientras paseaba por las calles de la Habana Vieja camino a sus bares preferidos. De hecho, al fondo de la barra de “El Floridita” y en la última esquina (el lugar favorito de su bar favorito) su clásica figura se encuentra inmortalizada en una escultura de bronce en tamaño natural, en donde parece estar pidiendo la antepenúltima copa de su “daikirí” bien servido. La estupenda imagen metálica relata sin hablar, algunos de los momentosmás vivaces en la vida de este ilustre gringo que se bebió no tan solo el licor, sino hasta el espíritu y la sangre misma del pueblo cubano. Varios de sus cuentos nacieron ahí en el Hotel “Ambos Mundos”, en las hojas que salían de la máquina Underwood de rodillo deslizable que tenía en su cuarto, donde sus dedos inquietos golpeaban las teclas redondas que pintaban de negro las páginas enteras, donde describía con realismo sorprendente olas, soles, balas y angustias mezcladas con el abandono y la desolación de las vidas que se escapaban entre las manos, ya fuera en la Guerra Civil española (“Por quien doblan las campanas”) o en el cuento del pez… del gran pez que habiendo sido pescado con grandes esfuerzos, se pone en tela de juicio hasta su misma existencia (El viejo y el mar). José Martí es el único en la isla que recibe más elogios literarios que él; incluso Castro (que ya es mucho decir) le ha llenado de alabanzas. Se sabe que en la Sierra Maestra, Fidel llevaba consigo un ejemplar de la primera, para aprender, aunque fuera un poco, de la guerra de guerrillas. La postura de Hemingway respecto a la revolución de Castro, sigue siendo motivo de acaloradas discusiones; y tanto los partidarios de Fidel como los que opinan lo contrario, revindican a cada vez su vehemente apoyo a cada una de las teorías. Pero bien sabido es que mientras estuvo en Cuba mostró una cierta distancia, tanto en la actividad artística como en las corrientes políticas de aquellos tiempos; y aunque su postura con la guerra civil española fue muy ruidosa, mantuvo su silencio respecto a su patria adoptiva; sin embargo se dice que algún día mencionó, que esperaba que Estados Unidos no empujara a Castro hacia el comunismo. El pequeño pueblito pesquero de Cojímar al norte de la isla, en donde tenía anclado su barco, le sirvió de inspiración para escribir El viejo y el mar; y su finca “El Vigía”, rodeada de grandes jardines al final de un largo y frondoso camino cerca de La Habana, se conserva como tal como él la dejó aquel día cuando -siguiendo la broma con la que asustaba a sus amistades respecto a la manera como algún día se suicidaría- poniendo el cañón de la escopeta en su boca se despidió para siempre -y de manera tremenda como sucede en la mayoría de sus cuentos- de este mundo en donde había sido tan admirado y querido. Temas Pasaporte De viajes y aventuras Lee También Zacatecas y La Antigua: Viaje a dos joyas históricas de México El arte de saborear Nayarit Agencias de viaje en Jalisco ofrecen descuentos para adultos mayores con Inapam Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones