Suplementos | Pedro Fernández Somellera De viajes y aventuras Los misterios y sorpresas de Kohunlich Por: EL INFORMADOR 11 de julio de 2010 - 01:40 hs Los enormes mascarones parecieran querer hablar de los apasionantes misterios mayas. ESPECIAL / GUADALAJARA,JALISCO (11/JUL/2010).- Mientras se revelaban las placas de Rayos X que a mi mano le habían tomado en el súper sofisticado laboratorio High Tec de mi amigo Genaro; el, enfundado en su impecable blanca y almidonada bata, y a sabiendas de mi afición por asuntos de aventura, afanosamente se devanaba los sesos para enseñarme en su exquisita computadora, las fotos de una excursión que acababa de hacer con su familia, en donde aparecía zampurrado en una laguna, entre los mangles y las arenas de la jungla de algún lugar ignoto de la Península de Yucatán. Las fotos aparecían en la pantalla al mismo tiempo que le entregaban la imagen de mi mano en un oscuro plástico. Entre huesos rotos y geroglifos mayas, de vez en cuando aparecía y desaparecía la bellísima laguna que Genaro me quería enseñar. Mangles, selvas, hamacas, kayaks, mesas y cuanta cosa puedan imaginar, pasaban raudas bajo el mando del nervioso dedo de mi amigo, queriéndome enseñar todo a la vez. El diagnóstico de la mano se entretejía con los nombres mayas, que para el eran difíciles de recordar. Aclaro, que aún que nunca pudo recordar el nombre del lugar a donde había ido, el resumen de los desperfectos de la extremidad fueron anotados con gran celo en el reporte; momento que aproveché, al para anotar el nombre de “Cohunlich” que brevemente apareció en alguna de las fotos. Aquellas fugaces imágenes bastaron para motivar un inmediato viaje hacia el sureste. Un par de días después, mientras manejábamos por la impecable carretera que llega a Chetumal, un pequeño letrero que decía… ¡Cohunlich! hizo dar un brinco a mi corazón al asociarlo con la fugaz imagen que en volandas había captado. Freno, palanca y volantazo y en un poco más de 30 minutos, por una pequeña carreterita pozuda llegamos a una hermosa, elegante y arquitectónica palapa (completamente inesperada), que era la recepción de un bello conjunto de villitas, discreta y elegantemente decoradas, que se perdían unas de las otras entre la selva tropical. Teresa, como anfitriona impecable, nos recibió con una sonrisa de oreja a oreja, ofreciéndonos una toallita perfumada, y la bebida que escogiéramos en el pequeño y bien surtido bar. Explicándonos que esto era un conjunto “Explorean” del grupo “Posadas” (cosa que ni por la mente nos pasaba), nos dijo entusiasmada… -Como queremos que aquí se sientan en su casa, además de estar el bar abierto, las comidas les serán servidas a la hora que ustedes quieran y en el lugar que ustedes elijan; puede ser en el comedor; en los jardines; o en su casita… donde ustedes quieran-. -Diariamente hacemos excursiones a los sitios arqueológicos, a la selva o a las maravillosas lagunas que tenemos en los alrededores pero… es opción de ustedes; acuérdense que están en SU casa- enfatizó. -No, pos si… nos late que acabamos de llegar “al lugar”- dijimos. Carito si está, pensamos; pero… pero, pero… estuvimos tan de acuerdo en que la vida se va colgada al hombro y las monedas son redondas, que… apretándonos las narices, volaron las tarjetas del “american estress” y pasamos unos días inolvidables en el lugar. La excursión al día siguiente al sito arqueológico, con las explicaciones de un excelente y paciente guía, fue espectacular. Aunque el sitio está apenas descubriéndose, los enormes mascarones de las deidades principales, con sus gruesos labios de recuerdo olmeca, a los que esa enorme ciudad (habitada por los mayas desde 500 años a.C. hasta los albores del 1100 de nuestra era) les rendía tributo, bastarán para imaginar el poderío y la cultura con que se desenvolvían estas sociedades. Los edificios, y los sofisticados sistemas hidráulicos de los que se servían, son realmente admirables. Otro bocado arqueológico fue el visitar al día siguiente Dzibanché, igualmente en las cercanías. Dzibanché fue otro sitio igual, o quizás aún más importante que el anterior, ya que sus empinados edificios con enormes cresterías, su sistema de almacenaje y distribución de aguas, sus terrazas, patios, habitaciones para la ciudadanía, revelan un gran conocimiento de la arquitectura urbana para una ciudad de aquel tamaño. La laguna azul de arenas blancas y tulares majestuosos que me platicó mi amigo, apareció al día siguiente. Pequeños veleros y kayaks estaban a nuestra disposición a la orilla de la hermosa Laguna Bacalar, igualmente no muy lejos del sitio. Guías atentos cuidaban de nuestro bienestar, mientras cocineros y meseros preparaban un elegante picnic para el hambre asoleado del regreso. Al estar todo esto incluido en el costo de la estancia, el susto de lo carito del principio, gratamente se fue diluyendo hasta perderse entre las nubes del delicioso atardecer. Temas Pasaporte De viajes y aventuras Lee También Zacatecas y La Antigua: Viaje a dos joyas históricas de México El arte de saborear Nayarit Agencias de viaje en Jalisco ofrecen descuentos para adultos mayores con Inapam Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones