De viajes y aventuras

Allá por el año de 1960, un ejército de artesanos, albañiles, carpinteros, herreros y lugareños, trabajando con extrañas formas de concreto entre la selva potosina, muchos millones de dólares, y la mente inquieta de Edward James -extraño personaje nacido en Inglaterra en 1907-, vinieron a materializar, con formas surrealistas e inquietantes, las ideas que a borbotones salían de su alma atribulada que -a buen resguardo del jet set artístico, filosófico, social y adinerado al que pertenecía- vino a encontrar su lugar en este reducto tropical llamado Xilitla.

Xilitla es un pequeño y pintoresco pueblito rodeado de ríos, arroyos y selva tropical lluviosa de la Sierra Madre Oriental en el Estado de San Luis Potosí, al Sur y no muy lejos de Cd. Valles.

Una buena ruta para llegar allá, es por la carretera que -saliendo hacia la izquierda y unos cuantos kilómetros después de Querétaro- se interna por la indiscutiblemente bella Sierra Gorda, pasando por Bernal, que tanto su gran peñón como el pueblo mismo con sus dulces de cajeta, valen la pena una visita calmadita y gozadora.

Más adelante, es bueno ir preparado para varias horas de camino con curvas y más curvas, que si se toman con calma y haciendo paradas en los lugares que tengan vistas espectaculares de la serranía, o bien en las singulares misiones, hacen que el viaje en sí, sea todo un acontecimiento.

Al llegar a Xilitla, se puede uno hospedar, tanto en las cabañitas que están en el sitio mismo de “Las Pozas” -rodeadas por las extravagantes construcciones- como en “El Castillo”, construcción hecha por Plutarco Gastelum con la inspiración de su mecenas James; y actualmente manejadas por los hijos de Plutarco y sobrinos adoptivos del inglés. Ambos -Pozas y Castillo- son una experiencia.

Experiencia que viene a prepararnos para disfrutar, teniendo una mente abierta y sin tratar de emitir juicio alguno, de uno de los lugares más extraños y surrealistas que existen en el mundo.

Fantásticas construcciones de impúdico concreto emergiendo le la lujuriosa selva sin otro objeto que estar ahí, sin más oficio ni beneficio que realizar los sueños nunca completados de su creador. Grandes columnas de tamaños y grosores diferentes preparadas para no sostener cosa alguna. Arcos góticos que marcan la entrada a ninguna parte. Escaleras que suben, solamente para bajar. Puertas que se abren para encontrar las sólidas rocas de una montaña.

Enormes flores de concreto en las que se puede caminar entre sus pétalos.

Grandes albercas que fueron hechas para nunca ser llenadas. Edificios de cinco pisos que solo tienen tres. Recintos majestuosos entre la selva que fueron hechos tan solo en la imaginación, y… sueños, miles de sueños que aparecen ahí sin aviso alguno, detrás de cualquier trusco enlamado de concreto.

Son muchos los espíritus de los personajes que aún parecen danzar entre las construcciones: Dalí, Leonora Carrington, Remedios Varo, André Bretón, Picasso, Max Ernst, René Magritte, y muchos más con quienes convivió James, y formaron parte importante de los gritos de su alma, que dejó plasmados en el concreto que orgullosamente se mezcla -no sin un dejo de rebeldía- entre el bucólico paisaje de la sierra mexicana.

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