De viaje y aventura

La Peña de Bernal es (dependiendo de donde sea consultado) es la cuarta piedra monolítica más grande del  mundo después de la Ayers Rock en el desierto de Australia; del Peñón de Gibraltar en la puerta del Mediterráneo, y del Pan de Azúcar en Río.  

El pueblito Bernal, a la sombra de la roca, es una pequeña población muy chiquita, muy bonita y llena de tradiciones, leyendas, gente longeva, sonriente y muy amable.

Bernal está al sur y no muy lejos de Querétaro. Su arquitectura es encantadora y pintoresca. Sus calles adoquinadas. Su cielo limpio. Su peña altiva y su gente con la alegría del buen vivir.  

Muy de mañana las señoras salen a barrer la calle, un poco por el barrer y otro por el acontecer; las pláticas tienen el sabor de ayer y la ventura del mañana; los que pasan, pasan unos adrede y otros porque tienen que pasar; y entre  lo que vi y  lo que me dijeron tienen plática para dejar enfriar el chocolate del Portal de Doña Tere ahí en la calle principal; piso de piedra muy pisada; arcos muy bajitos color ocre con ribetes en azul añil; viguería de madera muy alta cargada de historias; chocolate ardiendo cómo debe  ser; y el sentimiento perdido del estar ahí contemplando la gran peña reflejada en el brillo de los adoquines frescos de la calle.

Es un deleite ver a los madrugadores entrar y salir -escoba en ristre y aflojerados- a dar los buenos días al vecinos, entre los rechinidos modorros de los saguanes de las casas soñolientas. Contemplar al enorme peñón omnipresente, y esperar a que  sirvan los chilaquiles con frijoles refritos por un ladito, son algunas de las delicias de Bernal.

Las casas son chiquitas. La iglesia es chiquita. El palacio municipal es chiquito. El torreón es chiquito. Los portones de las entradas son chiquitos. Cómo si todo estuviera reducido a una escala menor. Todo esta muy pintado, cuidado y barrido. Las tiendas son también chiquitas y venden piedras, cuarzos, trilobitas, caracoles fosilizados, amatistas, turquesas y piedras, simplemente piedras y… cajetas deliciosas.

Oír las pláticas con historias y leyendas aunque sea otro ratito es más que tentador. Además, ahí está omnipresente la enorme piedra, grandota y con muchas leyendas. Dicen que se le ve forma de una culebra del lado izquierdo; una cabeza de elefante más arriba; una mano; una cabeza de caballo y un perico. En el lado derecho se alcanzan a ver los escalones donde pareciera tener escrito sus mitos y leyendas.

Bueno… y dicen que no es muy difícil escalarlo porque la roca no es muy lisa, tiene buenos puntos de agarre y muchas rutas ya trazadas. Hay quienes lo suben en la noche. Es inquietante ver las lucecitas de los escaladores que penosamente van subiendo entre las nubes y con el viento helado. Imaginar las manos con magnesia buscando grietas que suponen más que ven. Si, es impresionante verlos… (con los miralejos y sentado en un sillón en cualquier portal).

Estos valientes escaladores son los afamados “Escaloneros”, siete hombres que con valor se han ganado la distinción. Son los guardianes de la peña y los guardianes de la cruz. Arriba hay una cruz que pesa cómo sesenta kilos que hay que ir a bajarla el día primero de mayo que son las fiestas; y como “todo lo que baja tiene que subir” pues también hay que subirla luego que pasen las fiestas.

Los Escaloneros nuevamente subirán  “el dulce peso” por los escarpados escalones (de ahí su nombre)  excavados en la pared vertical de la roca.  El riesgo es impresionante, pero… así es el costumbre, y así se ganan indulgencias. (Creo que si Lutero los viera, cambiaría su opinión en ese instante).          

En fin, así son las tradiciones y las costumbres, que son tan respetables cómo la que más. ¡Y Bernal está repleto de ellas! De leyendas, de piedras, de gente amable y… de deliciosas cajetas de leche quemada que no se las vayan a perder.

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