Suplementos | Fascinantes y a la vez misteriosos, los lobos marinos exponen sus nobleza al viajero Danzando con lobos Fascinantes y a la vez misteriosos, los lobos marinos exponen sus nobleza a los ojos de nuestro viajero Por: EL INFORMADOR 26 de abril de 2015 - 02:00 hs Maravilla. El enorme y misterioso Candelabro de Paracas labrado en tiempos desconocidos entre la arena y las rocas. EL INFORMADOR / P. Fernández GUADALAJARA, JALISCO (26/ABR/2015).- El nombre de aquella vieja y magnífica película me vino a la mente al darnos cuenta que a esos monumentales y bellísimos animales que teníamos a escasa distancia de nosotros, les llaman Lobos: Lobos Marinos. Si bien los lobos me causan admiración por su espléndida figura, arrojo y valentía; estos formidables animales con los que casi podíamos danzar —por la escasa distancia y el meneo de nuestra lancha-—merecen ser llamadas por cualquier otro nombre que no sea prestado, por ilustre que sea el animal a quien recuerde. Más tarde me enteré que la ciencia sí tiene para ellos nombres dignos de su gran figura y prestancia: “Otaria byronia” se llaman unos. Otros “Arctocéphalus”. Y otros más, tienen el elegante nombre de “Artophocas”. Además, su árbol genealógico dice que pertenecen a la familia de los “Otáriidae”… focas al fin, pero con pedigree y nombre elegante: me gustó. En esta ocasión, tuvimos la suerte de enterarnos que en unas pequeñas islitas que están como a unas dos horas navegando desde la bahía de Paracas, en la desértica costa del Perú (como a unas cuatro horas de la ciudad de Lima) suelen refugiarse estos formidables animales que gustan de las aguas frías que llegan de la Antártida. Al enterarnos de que estos pequeños islotes rocosos son además un valiosísimo santuario de aves en donde, al congregarse cantidades inimaginables de ellas, el guano (excremento) que depositan sobre las rocas —considerado como un finísimo fertilizante— en tiempos pasados su extracción y venta llegó a ser un importante producto de exportación para el país. Su comercio está volviendo a renacer ahora que las tendencias naturalistas y ecológicas están tan en boga en el mundo entero. Ni tardos ni perezosos, habiendo rentado una lancha en Paracas, nos lanzamos a conocer aquella maravilla que tanto nos llamaba la atención. Al salir de la bahía, en la ladera de la izquierda, en un cerro más que desértico, apareció la célebre figura del enorme y misterioso “Candelabro” que fue dibujado desde tiempos inmemoriales en las endurecidas arenas. No se sabe cuando, ni quien, ni para que. El hecho de contemplar esa figura para nosotros fue sumamente valioso, porque desde siempre, “viajando de escritorio” con National Geographic, dicho Candelabro había sido un hito bien marcado en nuestras vidas, a donde alguna vez tendríamos que ir. Dimos gracias a la vida por esto. En las Ballestas la realidad superó a la ficción: Otarias y Artophocas aparecieron ante nuestros ojos a la menor distancia que el oleaje nos permitía (respetando desde luego su entorno y tranquilidad) haciéndonos partícipes de sus intimidades familiares. Los machos nos presumían su harem: unos apareándose, y otros vigilando sus territorios. Algunas hembras parían, y otras gozaban del galán en turno. Todo mundo gritaba y rugía en diferentes tonos y modalidades haciendo un conjunto estruendoso y espectacular que se mezclaba ruidosamente con el retumbo de la rompiente contra los arrecifes. En eso estábamos… cuando vimos que un parto estaba sucediendo frente a nosotros mientras el bebé de al lado berreaba con desesperación. Un enorme cóndor que había bajado desde los andes aterrizaba un poco más atrás para comerse la placenta del recién nacido. En las filosas rocas de más arriba —para nuestra suerte— una familia de los rarísimos pingüinos de Humboldt (Spheniscus humboldtii) desfilaba con aire militar. Los graciosos cormoranes no cesaban de pescar buceando, mientras las voraces gaviotas de todas clases peleaban con ellos las deliciosas anchovetas. Cuando todo aquel aquelarre sucedía, nuestros majestuosos Otáridos se solazaban del lugar donde vivían y del harem que poseían. Nada que hacer… buen clima y buena comida… buen sol y agua fría… doce hembras para cada quien, y… millones de aves abanicando su pereza. Buena chamba para esos obesos gordinflones que parecen haber nacido encostalados. Dicha grande es haber tenido el privilegio de visitar las pequeñas y lejanas Islas Ballestas a quienes llaman las Pequeñas Galápagos. Con gusto lo comparto con ustedes. pfs@telmexmail.com Temas Turismo Pasaporte De viajes y aventuras Lee También MC busca equilibrio turístico con regulación de hospedaje digital en Jalisco ¿Cuánto cuesta entrar a la zona arqueológica de Tulum en 2025? León, Guanajuato la ciudad perfecta para el turismo de reuniones Un viaje por el tiempo en Cuitzeo, Michoacán Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones