Suplementos | La virtud de la paciencia modera los excesos de la tristeza y requiere, como la mansedumbre, de esfuerzo y trabajo Contra el pecado: paciencia y mansedumbre Doctrinalmente la paciencia se entiende como sufrir con paz y serenidad todas las adversidades, mientras que la mansedumbre es la virtud que modera la ira Por: EL INFORMADOR 20 de marzo de 2010 - 12:56 hs Contra la ira, paciencia y mansedumbre. Doctrinalmente la paciencia se entiende como sufrir con paz y serenidad todas las adversidades, mientras que la mansedumbre es la virtud que modera la ira y sus efectos desordenados. Ambas trabajan para contener los arrebatos de cólera que surgen sin control en el individuo, pues como dice san Pablo: “mansedumbre, dominio de sí; contra estas cosas no hay ley.” (Gal 5, 23). La virtud de la paciencia modera los excesos de la tristeza y requiere, como la mansedumbre, de esfuerzo y trabajo. La paciencia ve con alegría todo aquello que puede causar tristeza, y su práctica constante redunda en paz y felicidad. Así, cuando la paz está bien asentada en el corazón, no le cuesta trabajo a la mansedumbre moderar los movimientos de cólera, ya que el alma no pierde su tranquilidad. Esto no significa que la paciencia haya de entenderse como pasividad ante el sufrimiento, no reaccionar o simplemente aguantarse. La paciencia implica una gran fortaleza para aceptar con serenidad los reveses, las faltas de los demás, las contrariedades por las que nos hacen pasar los hijos o cualquier familiar, compañero de trabajo, jefe, subordinado o, simplemente, el incivilizado conductor que maneja de manera imprudente e irrespetuosa. La paciencia permite ver con mayor claridad el origen de los problemas y, en consecuencia, la mejor manera de solucionarlos. Es, en esencia, un rasgo de la personalidad madura. Observemos cómo los niños pequeños actúan de acuerdo con sus impulsos y deseos inmediatos; no saben esperar y siempre quieren ser complacidos al momento. El joven o el adulto impaciente es infantil, no ha aprendido o por egoísmo –otro rasgo de infantilismo–, no ha querido aprender a practicar la virtud de la paciencia. En esta perspectiva, la paciencia también se entiende como la capacidad de realizar trabajos pesados o minuciosos y como la facultad de saber esperar cuando algo se desea mucho. Por su parte, mansedumbre viene del griego “praotes”, que significa aquella disposición tranquila, equilibrada en espíritu, que mantiene las emociones bajo control. No se refiere a una persona débil o tonta, sino a la que posee la cualidad de perdonar y corregir sus propias faltas; mansedumbre es autocontrol. Aristóteles decía que el hombre manso se encuentra en el punto medio entre dos personalidades igualmente viciosas: el colérico que se irrita por cualquier cosa (también rasgo de amargura), y el impasible, aquel a quien todo le da igual. En su acepción plena, la mansedumbre no significa pasividad o debilidad, sino que trae consigo paciencia, bondad y comprensión. La mansedumbre es la virtud de los fuertes que saben ordenar (canalizar) sus impulsos, no para reprimirlos, sino para sacar provecho de ellos. En el interior de una persona mansa hay una gran fortaleza. En cambio, el débil actúa con violencia para enmascarar su debilidad. Y así, como la paciencia, la mansedumbre es un atributo esencial de madurez emocional y está íntimamente relacionada con la humildad. Reconocer la mansedumbre y la paciencia para practicarlas es relativamente sencillo. Una persona que ha desarrollado esas virtudes se encuentra en paz consigo y con los demás, sufre cuando otros sufren y se alegra con la alegría del otro; no es “respondona”, se adapta a las circunstancias, por adversas que éstas sean; es rápida para perdonar; sabe agradecer de corazón los servicios, lo cual se opone a la trillada frase hueca que escuchamos por doquier: “gracias, muy amable”, mecánica y sin sentimiento real de gratitud; es afable; no trata de adelantarse en las filas, ya sea de personas o de automóviles; es servicial y reconoce que puede equivocarse, por lo que prontamente corrige sus errores. Pero sobre todo no es “candil de la calle y oscuridad de su casa”. Paciencia y mansedumbre han de ser constantes en la vida del católico (Ef 4, 2), y debemos mostrarlas para con todos los hombres (Tito 3, 2). Este es el trasfondo de la declaración de Jesús: “aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11, 29). Finalmente, estas virtudes nos han de llevar a considerar profundamente que “si al llevar tu ofrenda al altar te acuerdas allí de que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda delante del altar y vete antes a reconciliarte con tu hermano; después vuelve y presenta tu ofrenda”. (Mt 5, 23-24) Que el Señor nos bendiga y nos guarde. Antonio Lara Barragán Gómez OFS Escuela de Ingeniería Industrial Universidad Panamericana Campus Guadalajara alara(arroba)up.edu.mx Temas Religión Fe. Lee También ¿Cómo llegar en camión o tren a la Romería 2025? La gran reunión mágica Romería: Los kilómetros al ritmo de la fe ¿Qué día es la Romería 2025 en Guadalajara? Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones