Viernes, 10 de Octubre 2025
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Cerro las Capillas

Entre montañas y ríos se descubren maravillas que sorprenden a los turistas a cada paso que dan

Por: EL INFORMADOR

Naturaleza. El agua del río corre por la ladera, mostrando hermosos senderos.  /

Naturaleza. El agua del río corre por la ladera, mostrando hermosos senderos. /

GUADALAJARA, JALISCO (15/DIC/2013).- La Sierra Manantlán se jacta de extraordinarios cerros, por la abundancia de arroyos que nacen en sus gargantas, debido a la gran vegetación que se manifiesta en aquellas latitudes, vegetación que atrae nubes marinas para saciar diversos follajes, follajes que  abrigan un sinfín de vidas animales. Uno de esos cerros fue llamado “Las Capillas”, elevación superior a los dos mil metros y se pavonea de un singular arroyo que escurre en su ladera Oeste, como a dos mil 600 metros. El vibrante arroyo es conocido como “Neverías”. Al bajar a unos mil 900 metros se le une La Noria, luego de un largo tramo de bosque baja unos 200 metros, pasando por la ladera Este del cerro San Miguel. Y al bajar a mil 200 metros se encuentra entre los cerros: Pochitis y Chupaderro.

Estando en Rancho Viejo, quisimos continuar para Las Marías, pero un morador del lugar nos dijo, “no es posible llegar, pues la creciente del arroyo no permite cruzarlo, hasta que deje de llover y vaya menguando el nivel”. Volvimos al crucero y seguimos para Cuautitlán, pasamos Los Terreros, Tejones, El Limoncito, Patitas y Lagunillas, entre cada poblado admiramos el río Cuzalapa, con el hechizo de cada rincón, nos deteníamos cuando el paraje nos brindaba un hermosos escenario de naturaleza. A unos dos kilómetros de Lagunillas alcanzamos el crucero de Las Marías y seguimos su bonito sendero, que se fue abriendo paso entre un encantador bosque de coníferas, embellecido por sus arroyos de agua zarca, cada arroyo nos paraba para que lo admiráramos.

Primero observamos un arroyuelo que bordeaba una higuera animada por colomos en la otra vera, enseguida un arroyo sombreado, unas luces apenas se filtraban; luego miramos una cautivadora cascada aledaña al sendero, blanca y de dos caídas, bebimos de ella, fresca y exquisita. Más adelante, apreciamos dos arroyos poseedores de bizarras tinajas. Tras unas curvas entramos al poblado Las Marías y desde su puente contemplamos su arroyo, sigiloso, cristalino y expandido; cuesta arriba rosaba unas piedras al virar y luego hacía un fantástico remanso, largo, muy largo, pasaba el puente y continuaba por un buen trecho hasta tocar unas piedras, arroyo que alegra al poblado. Seguimos la brecha, vimos un plan con una romántica casa blanca con tejado a dos aguas, sola, con ganas de pernoctar en ella. Enseguida miramos un arroyuelo que daba pequeños saltos y después contemplamos la hermosa cresta del cerro San Miguel, con acantilados semidesnudos, coronados en curva por bastantes árboles. Pasamos el legendario poblado de Ayotitlán, asentado en un pliegue bastante inclinado, los hogares de abajo se asoman muy de cerca al bello arroyo de igual nombre.

Blanca Estela Gutiérrez Grageda citó sobre la Revolución: “Para marzo de 1914, el gobernador Antonio Delgadillo estableció destacamentos militares en la zona fronteriza entre Colima y Jalisco, específicamente en Cihuatlán, Chacala, Dos Brazos, El Mamey, El Remate y San Antonio, ante la constante amenaza provocada por pequeños contingentes que merodeaban por el sur de Jalisco”. De Ayotitlán, el camino de tierra bajó y nos maravilló con el hermoso arroyo Neverías, que más abajo toma el nombre de Ayotitlán. Nos paramos sobre el puente para observarlo, al sur hacía burbujas al chocar con las piedras, abrazaba un árbol y una piedra y al llegar a un gran bloque lo dejamos de ver. Al norte, realizaba una insólita cascada sobre una piedra lisa e inclinada, formando un abanico blanco que alimentaba una fosa, después zigzagueaba para entrar a una tinaja, luego corría una pequeña distancia, el agua se tornaba blanca al rosar las piedras, se oxigenaba en su correr, a más no poder, y después se adentraba a una gran fosa. “El agua es la bendición de la tierra”, nuestro único hogar. No dudamos en sumergirnos en su deliciosa agua, pero en la orilla, pues la corriente estaba fuerte. En Cuatitlán saboreamos una rica ensalada de mariscos en la terraza de “Mary”, con vista al cerro Los Pasos.

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