Viernes, 10 de Octubre 2025
Suplementos | Entre las elevaciones de la Sierra El Comalito

Cerro La Mona

Quien visite este lugar tendrá una admirable vista donde emerge una piedra entre las elevaciones de la Sierra El Comalito

Por: EL INFORMADOR

GUADALAJARA, JALISCO (22/NOV/2015).- Al sureste del Cerro la Piedra Enterrada y al noroeste del Cerro las Cruces, se localiza el atractivo Cerro la Mona, que se pavonea de una admirable piedra. Elevaciones que forman parte de la Sierra el Comalito, al igual que: Comalito y La Virgen, y las mesas: Del Cantero y Alta. Al sur de la Sierra se asentó, San Miguel de Tovar. Federico Pardo Zepeda y Raúl Sánchez Basurto nos explican: “La litosfera es la esfera solida que rodea a la Tierra. Está compuesta de gran diversidad de rocas. Se llaman rocas a los minerales o agregados minerales que forman la cortesa terreste, cualquiera que sea su estado físico o forma. Hay tres clases principales de rocas: ígneas, sedimentarias y metamórficas… La erosión, desgastó las partes más salientes de las rocas magmáticas e hizo que sus residuos fueran transportados a las partes más bajas en donde se acomodaron en capas. A este fenómeno de acomodo se le llamó sedimentación, dando así origen a las rocas sedimentarias cuando se volvieron a pegar o cementar… Algunas de las capas sedimentarias se hundieron y fueron recubiertas con nuevos sedimentos o estratos. Las presiones a que fueron sometidas, unidas a los cambios de temperatura, hicieron que se cristalizaran. Todo esto dio origen a otra clase de roca que denominamos metamórficas… Los volcanes arrojan lava, que no es sino el magma fundido y en estado incandescente; al enfriarse este magma se producen las rocas volcánicas también llamadas ígneas”.

A nuestro regreso de Talpa, después de haber contemplado la Piedra del Cuervo, y de haber saboreado un rico pozole y diversos tacos, en el Restaurante Lupita. Emprendimos nuestro regreso, pasamos Chan Rey, Guayabitos, el crucero de Gallineros, Malpaso, La Majada, el entronque de San Miguel de Tovar, El Mirador, donde te dicen: “Pásele a comer”, pues es paso de peregrinos. Luego de La Troje fuimos atraídos por una preciosa piedra, que nos invitó a admirarla, pasamos El Empedrado y nos detuvimos en El Jacal. Donde había una posada, unos baños con puerta de monedas, un taller y unas casas. A través de un potrero nos fuimos acercando a la presumible piedra del Cerro la Mona, donde nace al noroeste el Arroyo el Ranchero; al suroeste, El Tule, que corre a la vera de El Jacal; y al sureste, Las Canelillas, arroyo que ha formado una cañada divisoria entre el cerro vecino, Las Cruces, de 2,300 metros de altura.

En el Directorio del estado de Jalisco de 1904, aparecen como agricultores: “Arreola Jacinto, El Jacal. Barajas Severo, San Ignacio. Belloso Juan Manuel, S. José. Guzmán Tomás Lic., San Antonio. González Santiago, El Refugio. García Enrique, Gallinero. Guzmán Ponciano, El Atajo. Gil Ismael, Tecuany. Llanger Salvador, S. Nicolás. Fernández Jesús, Galope. Niz Estanislao, Los Sauces. Rentería Ascencio, La Puerta de Enmedio. Vargas Francisco, Mesa Colorada. Trigo maíz y frijol”.

Al acercarnos a la piedra, nos sentamos donde pudimos para observarla mejor y con calma, figuraba un gran cilindro de dos cuerpos, pues una grieta horizontal lo fragmentaba, pareciendo un ceñidor, por ello la nombran, “Piedra Ceñida”. El gran cilindro inclinado al oriente, delimitado por medias cañas, una que otra con estrías. El primer cuerpo afloraba acorde al desnivel del suelo, con pronunciada pendiente al oeste. Su silueta sombreaba al oriente, pues el sol se estaba despidiendo. En la parte superior sobresalían del lado derecho, dos medias cañas. La cima algo curveada del costado izquierdo, con un cono, casi al centro, como linterna de cúpula. La hermosa piedra surgía con encanto de un bosque de pinos, bosque que subía al cerro y a sus extremos se manifestaban fantásticos acantilados, sobretodo el diestro, que se extendía ganando altura y expresión, con bellas paredes que alcanzaban la cima del Cerro. Acantilados verticales, estriados y con huecos, como tubos de un gran órgano de catedral. Miramos otra piedra cilíndrica, de menor tamaño, y adosada a un paredón rocoso.

Vicente García Remus

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