Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | Una de las maravillas naturales que ofrece México se encuentra en San Luis Potosí

Cascada Minas Viejas

Una de las maravillas naturales que ofrece México se encuentra en San Luis Potosí

Por: EL INFORMADOR

La belleza de la Huasteca Potosina impresiona a la pupila. EL INFORMADOR / V. García

La belleza de la Huasteca Potosina impresiona a la pupila. EL INFORMADOR / V. García

GUADALAJARA, JALISCO (11/ENE/2015).- En la Sierra la Zarzamora de San Luis Potosí, al noreste del Picacho el Caballete, se localiza el poblado Minas Viejas, que dio nombre a una hermosa cascada, formada por el Arroyo el Caballete y localizada al sureste de la referida población. Los minerales fueron el móvil primordial de los colonizadores, lo demás no era relevante. Naturales que no portaran metales o tierras que no mostraran algún filón metalífero no despertaban interés en los peninsulares. Los minerales más demandados eran: el oro y la plata, minerales que abrieron rutas y fundaron poblados, poblados mineros.

Excavaciones que saciaron la ambición de los españoles. Juan de Oñate detectó el mineral de Charcas en 1563. En 1581, el Virrey envió a fuerzas tlaxcaltecas para apaciguar a los chichimecas, Miguel Caldera promovió acuerdos para terminar con la desgastante guerra. El 23 de agosto de 1583, Oñate fundó una congregación de guachichiles en el llamado Puesto de San Luis. Para 1585, las autoridades del asentamiento minero llamado San Martín, solicitaron al Virrey, naturales, para combatir a los chichimecas y para trabajar las minas.

Cuatro años después, Miguel Caldera y Diego de la Magdalena, vencieron a los chichimecos belicosos, permitiendo la entrada a la exploración minera, incluyéndolos. En 1591, llegaron familias tlaxcaltecas, habitando en el Puesto de San Luis y en San Miguel de Mexquitic, cuatro de sus moradores hispanos, los cuatro Pedros: Pedro Gómez de Butrón, Pedro Suárez, Pedro Benito y Pedro de Anda, descubrieron un riquísimo cerro, el Cerro de San Pedro, que brindó varias minas. Caldera se adjudicó, “La Descubridora”, quien fue nombrado Alcalde Mayor de la naciente San Luis Minas del Potosí, siendo la actividad minera la principal fuente económica.

Carlos Guerrero evoca a dos destacados gambusinos, al guarda minas , Juan de Zavala, quien llegó a Cerro de San Pedro por 1592 y posteriormente emprendió un buen ingenio de minas en San Luis y, la Hacienda San Francisco, apoyó varias obras del clero, tales como, el Hospital San Juan de Dios y el Colegio Jesuita.

Los mineros de la Nueva España no escatimaron en limitar las manifestaciones arquitectónicas, que embellecieron a los poblados mineros o dependientes de la actividad metalúrgica. Pedro de Arizmendi Gogorrón también se acercó al esplendido Cerro, y dirigió en los albores del siglo XVII, una hacienda de beneficio en el Valle de San Francisco, con ingenios de agua.

De la Cascada el Salto, regresamos a El Naranjo para continuar rumbo Sur, con dirección al pueblo que tomó por nombre el kilómetro en que se encuentra: “Kilómetro Cuarenta y Dos”, luego del referido poblado, en algunos claros, vimos el correr del Río el Salto.

Pasando La Ceiba (otra Ceiba), viramos a la derecha por el camino a Minas Viejas, después de unas curvas nos desviamos a la izquierda por una brecha, que nos adentro entre cañaverales, nos detuvimos a mirar unos labriegos que cortaban caña y la amontonaban, al fondo de la parcela, apreciamos cerros verdes, de rico follaje. Unas casas de madera con terrazas de palma y hamacas, nos dieron la bienvenida a la Cascada Minas Viejas. Una vereda delimitada por plantas, nos fue conduciendo a la caída de agua.

Nos detuvimos en un mirador de madera a contemplar un cordón blanco, que se hacía notar entre los follajes, unas encinas presumían de orquídeas. Del mirador retomamos la vereda, que continuó bajando y serpenteando por la sombreada ladera, y nos fue mostrando coquetamente fragmentos de la Cascada, cuando llegamos a sus playas se dejó ver completamente, para ser contemplada y admirada, dos magníficos chorros embellecían la cañada, con su hechizante caída de cincuenta metros, el primero de mayor caudal, formaba un cautivador abanico, que se transparentaba en su lado derecho y el segundo hacía con garbo dos caídas, la primera, vertical y la segunda algo diagonal.

La poza, azul claro, se extendía para abrazar unos sabinos, donde Marisol chapoteó contenta, observando el espectáculo de agua.

Suplemento Pasaporte

Temas

Lee También

Recibe las últimas noticias en tu e-mail

Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día

Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones