Suplementos | ¡Salud! Por y para todos Cantinas En su interior guardan historias, divertidas anécdotas, recetas secretas para curar los males que produce el consumo excesivo del alcohol Por: EL INFORMADOR 28 de septiembre de 2008 - 06:05 hs Última entrega En su interior guardan historias, divertidas anécdotas, recetas secretas para curar los males que produce el consumo excesivo del alcohol, mejor conocidos como la cruda; decoraciones únicas a manera de museos que narran visualmente los hechos transcurridos en el paso del tiempo en la ciudad –a su manera- con el folklor y el lenguaje que las caracteriza. Las cantinas son el lugar en donde se reúnen, aún, filósofos urbanos, artistas, idealistas, profesionistas, en donde las diferencias se concilian alzando una copa y los romances se dan cita con un respeto que ya no se ve en otros lugares en los que también se consume alcohol, de hecho en las cantinas –a diferencia de los bares y antros- no existen elementos de seguridad y tampoco son necesarios. La botana y la charla están presentes, pero como testigos están las fotografías viejas, los tragos típicos, los letreros, mensajes y dichos que figuran como mosaicos de estos templetes en honor al dios Baco. “Se prohíbe la salida de bebidas alcohólicas”. “Combina tu cerveza y disfruta de una nueva experiencia”. “Se prohíbe la venta de bebidas a uniformados y armados”. “A palabras de borracho, oídos de cantinero”. “Para todo mal mezcal, para todo bien también”. “Por nuestros pocos conocimientos, hasta los cimientos ¡salud!”. “La hora feliz es ahora”. “A las once, una, y a la una once”. Los “famosos” equipales Actualmente María Luisa y Catalina Partida son las herederas responsables de conservar la tradición de “Los famosos equipales”, una cantina ubicada en la esquina de Juan Álvarez y Mariano Bárcena. Conocida principalmente por su bebida de la casa, “las nalgas alegres”. Fue fundada en 1920 por Carmen Mancilla viuda de Partida, quien a su vez fue apoyada por la “Tía Cata”. Originalmente era un tendejón en donde se vendían bebidas preparadas con alcohol, “algo pequeño”, dice María Luisa, al que se le conocía en el barrio como “Los equipales”, pues tenía una mesa con cuatro equipales. Como todo, llegó el momento de crecer y entonces el negocio se instaló en las calles de Angulo y González Ortega, en donde ya se contaba con más espacio, ahí se instalaron más equipales, dos mesas de billar y una pianola. Fue en 1940 cuando llegaron a la esquina en la que aún permanecen, si bien el lugar no ha sufrido grandes modificaciones sigue manteniendo el gusto por la música pero sobre todo la afición futbolera por las Chivas. En sus paredes se aprecian infinidad de carteles y autógrafos de los jugadores que han sido parte del rebaño sagrado. De igual forma se pueden leer los carteles de las corridas de toros y varias fotografías de los boxeadores de la época, “que son parte de la tradición heredada por mi papá, Julio Partida”. Por estos equipales han desfilado varios personajes distinguidos, entre ellos y en uno de los muros se observa la fotografía a blanco y negro con un autógrafo del maestro Agustín Lara; también destacan nombres de futbolistas como Chava Reyes, Sepúlveda, “El jamaicón” Villegas, que además en la época de oro del equipo, los jugadores eran amigos de la familia Partida. Otros de los nombres que destacan es el de Alberto Orozco Romero, cuando era gobernador del Estado. Su fama ha superado a las brechas generacionales, siendo un sitio obligado por conocedores, pero especialmente por curiosos que llegan a este lugar para probar las famosas “nalgas alegres”, la bebida tradicional de la casa. “Fue creada por ‘Patolo’, un amigo de mi papá que se puso a descubrir una nueva bebida, inicialmente la preparaban en chabelas; se mezcla un poco de tinto, ginebra y ron con Orange crush y un chorrito de limón. En realidad el color es muy intenso, así que por la forma de la chabela y el color del líquido en su interior, se llamaron ‘nalgas alegres’”. Los equipales han conseguido integrar los elementos tradicionales y la modernidad, incluso el tema de la llegada de las mujeres no les causó problemas pues era un sitio familiar. Eso sí, la barra estaba destinada exclusivamente para los hombres y las mujeres no podían sentarse ahí por órdenes de su actual dueña, la señora María Elena González. Pero en febrero de 2007 sus hijas (María Luisa y Catalina) lograron convencerla de que lo permitiera, pues ya era incómodo lidiar con las chicas inconformes. Anteriormente tenían música en vivo, principalmente de cuerdas, los jarochos o los norteños, pero ahora sólo cuentan con una rocola. Mantienen un horario diferente en la semana pero está abierto de lunes a lunes, los guisados del día cambian y se sirven de dos a cuatro. Mascusia, el origen de la tradición Depende la zona de la ciudad por la que transite para encontrarse con alguno de estos lugares llamados Mascusia en donde las bebidas de la casa son cuidadosamente elaboradas y servidas (en el caso de la cerveza), al igual que sus platillos que conservan las recetas originales de Francisco Cortés, el fundador del negocio original, llamado El Oriental y conocido como “Mascusia”, anteriormente ubicado en Dionisio Rodríguez número 9, esquina con Alfareros. El negocio era conocido como Mascusia debido a la fama que había alcanzado la comida que vendía Don Francisco, la cual consistía en lonches con carne de puerco, papa y salsa verde, entonces la gente decía: “vamos a mascusia” degeneración del verbo mascullar que significa mover los dientes. El servicio estuvo abierto de 1928 a 1979, pues tuvo que desaparecer este lugar debido a la demolición de la plaza de toros El Progreso, de ahí pasaron a Javier Mina 336. Al heredar sus hijos Antonio y José Cortés el negocio, se fundaron otras sucursales, cada cual operada por ellos mismos, por lo que la calidad en sus servicios es la misma. De sus bebidas típicas ofrecen las chabelas con cerveza de barril, bien heladas, las hierbabuenas y las sangrías que también van servidas en chabelas. Aquí además de darle gusto al gusto, consienten el paladar sirviendo pozole, caldo de médula, espinazo, caldo de res y hasta carnes en su jugo, además de que sirven viril preparado con la receta original. La Fuente y la verdadera historia de la bicicleta Son muchas las historias que se cuentan acerca de esta cantina tradicional de gran fama, ubicada en el corazón del Centro Histórico de la ciudad, que permanece en la calle de Pino Suárez 78. Visitada por abogados y juristas principalmente, maestros, estudiantes y periodistas, entre muchos más. La Fuente sigue siendo igual aunque ahora ya luce una de sus ampliaciones más importantes y permite el ingreso de una mayor cantidad de parroquianos. Sin duda es una de las cantinas con mayor número de parroquianos, pues se le han sumado afectos con el paso del tiempo. La música sigue siendo en vivo, con un piano, un tololoche y un violín o un saxofón según el turno. Ha sido redecorada y condecorada con la presencia de muchos artistas locales y nacionales, quienes en el marco del Festival Internacional de Cine se han dado cita para festejar. Y su principal pieza decorativa es una bicicleta, que se dice quedó empeñada por un borracho que nunca regresó por ella, pero hay quienes dicen que se trata de alguien que olvidó que cerraban los domingos y la dejó afuera, en fin, el hecho es que se quedó colgada por si el dueño la reconocía y se la llevaba, pero aun permanece en uno de los muros principales del lugar. En un encuentro poco casual me encontré con un parroquiano al que llamaremos Javier, quien omite su verdadero nombre por cuestiones personales; Javier pues, nos cuenta la verdadera historia de esa bicicleta: “En 1955 yo estaba de novio como cualquiera, era asiduo a La Fuente, en donde me tocaba siempre ver a dos amigos, uno músico y profesor de la preparatoria que se sentaba siempre con Elviro Salazar, quien siempre vestía un traje azul marino –porque no tenía otro-, se tomaban sus tequilas después del trabajo y partían. El profesor, que no recuerdo cómo se llama, vivía en Bartolomé de las Casas -era vecino de la mujer entonces mi novia- empezó a ponerse amarillo con los días, más y más. Un día como siempre, se emborrachó y se sintió mal, por lo que dejó la bicicleta y tomó una calandria para llegar a su casa, no volvió por la bicicleta pues esa noche murió y desde entonces se cuentan una serie de historias sobre la bicicleta pero ésta es la verdadera”. por: karelia alba Temas Tapatío Lee También El Centro de Artes Circenses Zapopan celebra dos años de magia Labores sociales en el occidente precolonial Del rumor al diálogo: La niñez urbana y su derecho a comprender la naturaleza La literatura latinoamericana más allá del “Boom” Recibe las últimas noticias en tu e-mail Todo lo que necesitas saber para comenzar tu día Registrarse implica aceptar los Términos y Condiciones