Viernes, 10 de Octubre 2025
Suplementos | Cerca de Cuautla, Jalisco, se encuentra uno de los escenarios naturales más hermosos

'Bellezas en las montañas'

A poca distancia de Cuautla, Jalisco, se encuentra uno de los escenarios naturales más hermosos que se pueden disfrutar en México

Por: EL INFORMADOR

Maravillas naturales. Enormes monolitos en silencio parecen alardear de su belleza. EL INFORMADOR / P. Fernández

Maravillas naturales. Enormes monolitos en silencio parecen alardear de su belleza. EL INFORMADOR / P. Fernández

GUADALAJARA, JALISCO (16/AGO/2015).- Bien sabida es la afición que tengo por las piedras; pero estas me parecieron excepcionales. Me gustan las piedras de todas clases, tamaños, formas, texturas, colores, y bueno… hasta de sabores… porque cada una sabe diferente: hay unas que saben a yeso; otras como a fierro; otras que tienen un dejo de materia orgánica y saben como a humedad; otras…

En fin…piedras me encuentro, piedras me quiero llevar a casa arriesgando mi relaciones familiares… “una piedra más —me dijo un día la doña— y eres tú quien sale de ésta casa”.

Pero bueno; dejando esto a un lado… de lo que se trata ahora, es de platicarles de unas piedras enormes y de formas estrambóticas que hay cerca de Cuautla aquí en Jalisco, y que están muy impresionantes, tanto por su tamaño como por su forma. Cada una parece un monumento que solitario emergió de entre los montes debido a la erosión de siglos de vientos, cataclismos y tormentas. 

Una al lado de la otra, solitarias e imponentes se aparecen entre el lomerío, dejando que la imaginación que les de forma. Ángeles, perros, focas, indios, toros, caballos, dragones o castillos suelen aparecerse al caminar entre ellas.

Estando ya en Cuautla, y buscando un guía que pudiera mostrarnos un camino menos tortuoso que el que ya conocíamos, acudimos a la Presidencia Municipal, donde nos dijeron que un tal Mayco era el que sabía mejor de las vereditas buenas; y como él ahorita andaba pintando una casa de por aquí cerquita… a la mejor podría acompañarnos.

A la primera llamada que se le hizo… sin tan siquiera quitarse los restos de pintura que lo salpicaba… ni tardo ni perezoso aventó la brocha; se enjaretó el sombrero; y pidiendo disculpas por lo cochambroso que andaba, se subió a la camioneta en actitud de “pa’ luego es tarde”.

—Me llamo Manuel Rangel —nos dijo—. Soy músico. Toco la batería y los teclados, y también canto… pero puras de esas gruperas —agregó con cara de satisfacción—.

Oye… y ¿lo del sobrenombre de Mayco es por lo de Manuel? —le preguntamos—.

—No. Es por Michael Jackson— contestó muy orgulloso—…!ya ven como es la gente…! —aclaró casi presumiendo—.

Chiquito, menudo y ¡muy platicador!… Mayco nos fue guiando. Primero por una brecha en regular estado; luego cruzamos un falsete; y en un corral, bajo un frondoso encino, nos indicó dejar la camioneta. La vereda que Mayco nos mostraba, nos llevó hasta una pequeña presa que, en medio de un abrumador palabrerío, nos explicaba que tenía la peculiaridad de que, además de surtirse de sus manantiales interiores, igualmente se comunicaba con las otras dos presas cercanas (desde arriba del cerro se confirmaba la evidencia).

Un ascenso relativamente fácil nos llevó hasta un trío de piedras enormes, erguidas y solitarias que, rodeadas de otras enormes y en precario equilibrio que desafiaba la gravedad, dominaban el paisaje.

 Ayutla se veía allá abajo. Hacia el sur, allá lejos y en el oriente, la sierra de Quila brillaba de verdor. Varios pueblos más eran los que se desdibujaban entre la bruma del enorme valle; mientras nosotros, embelezados, caminábamos entre aquellos promontorios fantasmagóricos dando vuelo a la imaginación mientras se agotaban las pilas de las cámaras.

Mayco, con un torrente de palabras aderezado con trozos de canciones, nos trataba de explicar… que si las sombras de las piedras… que si el solsticio del no se cuantos… que si cuando la luna se pone por no se donde… que si las oraciones de los chamanes, que si… ¡Ya cállate Mayco…! le tuvimos que decir, claro, toda cortesía y a sabiendas que lo hacía por agradarnos.

 La suplica, por supuesto, le hizo lo que el viento a Juárez; y así seguimos deleitándonos, tanto con el paisaje, como con el sui géneris personaje que con canciones, leyendas y mentiras, salpicaba cada uno de sus interminables relatos .

PD. Para llegar a las llamadas “Piedras de las Águilas” habrá que irse rumbo a Cocula, y luego Ayutla, para de ahí dirigirse hasta Cuautla, en donde, antes de llegar, a mano izquierda y al lado de la casita de los Tovar, arranca la veredita que ya les platiqué.

Gócenla… Es un paisaje extraordinario.

pfs@telmexmail.com

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