Jueves, 09 de Octubre 2025
Suplementos | Edificaciones con un aire rural y un ambiente tranquilo, parte de las maravillas

Ayutita

Edificaciones con un aire rural y un ambiente tranquilo, parte de las maravillas con la que se encuentran los viajeros que llegan a este pequeño destino jalisciense

Por: EL INFORMADOR

Ayutita. Un paseo para recordar en un pequeño rincón del Sur del Estado. EL INFORMADOR / V. García Remus

Ayutita. Un paseo para recordar en un pequeño rincón del Sur del Estado. EL INFORMADOR / V. García Remus

GUADALAJARA, JALISCO (27/SEP/2015).- Al Noreste del Cerro Gordo, por donde corre el Arroyo el Jalocote, se fue asentando la bonita población de Ayutita. Ramón Rubín nos comenta: las pequeñas edificaciones rurales del viejo y humilde Ayutita remontan los altozanos de su ribazo con sus contiguos macheros y sus huertas de mangos, cafetos, nanches, nogales y mameyes.

Provoca un breve titubeo la impresión de que este magro caserío haya sido en un pretérito remoto el embrión de la ciudad de Autlán… “ayutia”, voz con que se designaba a una depresión colmada de agua, que en este caso podría ser la cercana de Las Mancornadas.

Del mirador de la carretera (Unión de Tula a Autlán), bajamos al legendario Puente el Corcovado, llamado tal, por su cuesta aledaña, que fue bautizada con dicho nombre por sus corcovas.
Puente de fierro en cinco tramos, formando estructuras tipo Prat, en 1943 se ladeo por una gran crecida. Nos detuvimos en el puente para mirar su río, que espejeaba el esplendido sauzal, de gruesas ramas y tupido follaje, en su lado noroeste se reflejaba la silueta del puente.
 
La carta topográfica de INEGI, revela el sitio como: Río Ayutla y Puente Ayuquila, el río al acercarse a la hacienda Ayuquila, toma su nombre. Enseguida del Puente pasamos por el poblado El Corcovado (Victoriano Roa refirió: en el paraje que llaman el “Corcovado” está una mina nueva, también de plata.)  y vimos el arroyo San Francisco, acariciando piedras y refrescando plantas.

En Autlán, nos hospedamos en el acogedor hotel de igual nombre, donde nos atendió Alicia. Luego de un chapuzón en la alberca fuimos a El Caldero, cocina de autor, y en su añejo corredor, Marisol degustó fetuchini Alfredo con espinacas y pollo, y yo una pechuga Paprika con papa al horno y ensalada al vapor, platillos que acompañamos con vino tinto.
 
Por la mañana, nos servimos un humeante café en la recepción y abrimos unos cuernos, posteriormente recorrimos la avenida Carlos Santana, su camellón inicia con una guitarra, simbolizando su pasión, iniciador en mezclar música latina y afroamericana con el rock, también ha realizado creaciones inspiradas en el jazz, grabando varios discos, uno de ellos con su hermano Jorge, “Santana Brothers”, en 1994. Después de unas cuadras nos desviamos a la derecha, rumbo a la Sierra.

Atravesamos el Arroyo el Cangrejo, que baja del Cerro Gordo, enseguida bordeamos el Cerro la Capilla y luego una subida nos acercó a un atractivo caserío, sobre una calle ancha y empedrada, el desnivel les brinda un expresivo movimiento escalonado a las bizarras fincas, de gruesos muros de adobe, con cornisas de ladrillo adobón, techos a dos aguas, zaguanes, ventanas verticales y huertas.

Para pronto nos bajamos emocionados del coche, y  apreciar morada por morada. Cada hogar con su color o colores distintivos, colores fuertes o pastel, los diversos colores animando el espacio. Una casa nos mostró crotos arriba de la barda de su huerta y belenes en su corredor. Otra, crema con guardapolvo verde limón, nos presumió: de una ventana vertical, con marco saliente; de sus vigas del tapanco, salientes y con una larga estaca para amarrar los muros y un sobrio cornisamento de ladrillos adobón, del cual se asoman las tejas, en su costado izquierdo sobresalían copas de árboles frutales.

Un hogar, blanco con vanos arqueados, otro mamey, con ventana de dos hojas. Miramos otra finca blanca, pero con guardapolvo lila, con ventana vertical y marco saliente, también lila, en su esquina, un letrero dice: “AYUTITA, CALLE LIBERTAD”, en su jardinera aledaña a la banqueta, rosales. La número quince (de las pocas con número, pues son identificadas por sus moradores y no por su número), con alero sobre herraje, de círculos y volutas, con crotos y palmas en su jardinera.

Una, color naranja, con marcos blancos, uno abrazando una pequeña ventana arqueada, finca sombreada por una magnolia y una secuoya. Más adelante, vimos una casa blanca con vanos ligeramente arqueados. Poblado ejemplar.

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